"La improvisación es la verdadera piedra de toque del
ingenio." - Moliere.
Para muchos políticos argentinos es inadmisible que Juan
Domingo Perón conduzca su movimiento verticalmente.
"Utiliza métodos cesaristas", protestan. Al pretender que
el huésped de la Puerta de Hierro se mueva como un
caudillo de comité se equivocan, sin embargo. Porque para
Perón la política es similar a la guerra: el mando debe
estar sin excepciones en el Estado Mayor. Él aplica a su
movimiento las teorías militares clásicas; mueve sus
regimientos como en un campo de batalla y jamás olvida una
tradicional enseñanza: nada desorganiza más a un ejército
que la democracia interna.
Los últimos movimientos del Líder confirman esos
procedimientos: cercó prolijamente a su propio delegado
personal —Jorge Paladino—, un hombre que durante tres años
y medio trabajó con lealtad para Perón, dotó al
justicialismo de una imagen burguesamente respetable,
forjó una alianza con otros partidos, obtuvo del gobierno
la promesa de elecciones sin fraude y recuperó el cadáver
de Eva Perón, antigua reivindicación del peronismo.
Provocó su renuncia y lo reemplazó por Héctor Cámpora, un
ex diputado que se autocalificó de "obsecuente". ¿Cómo se
explican las últimas maniobras bélicas de Perón?
LOS FLANCOS DEBILES. La semana última el abogado personal
del Viejo llegó a Buenos Aires con una cinta de Perón
dirigida "a todos los compañeros". Isidoro Ventura Mayoral
—un catalán de Lérida, el mismo terruño de Arturo Mor
Roig, que durante la Guerra Civil Española peleó en la
columna de Líster— no actúa abiertamente en las pugnas
internas del justicialismo; aunque a veces se convierte en
el hombre elegido por El Viejo para ciertas misiones
especiales: por ejemplo, él fue quien denunció que los
restos de Evita habían sido mutilados; él llevó a Perón
las profesiones de fe de varios caudillos provinciales del
neoperonismo y —hecho sintomático— fue también el único
civil presente en la comida de oficiales justicialistas
retirados que se celebró el viernes último en Vicente
López.
El cassette que Perón entregó a Ventura Mayoral trajo a la
Argentina la cascada voz del Líder (cortada a menudo por
una empecinada tos) pregonando con insistencia
significativa la necesidad de que el Movimiento se
estructure en base a tres valores fundamentales: unidad,
solidaridad y organización. "Hemos logrado que el enemigo
se desenmascare —afirma la grabación—: ahora sabemos que
se trata de la camarilla militar que ejerce la dictadura
en nombre de las Fuerzas Armadas." Según Perón, todo
empezó en 1956 en una reunión de militares de toda América
realizada en Panamá donde "los yanquis decidieron
convertir a los ejércitos nacionales de América latina en
policías militares". La exhortación a unirse
solidariamente en la organización del justicialismo parece
ser la única —veladísima— crítica que Perón lanza contra
Paladino. Al parecer, el juego que El Colorado se vio
precisado a desarrollar durante estos meses para lograr el
visto bueno de los factores de poder para el Movimiento,
limitó excesivamente las posibilidades de unificación. Por
lo demás, el gobierno pareció dispuesto a estructurar una
fuerza propia con el apoyo de algunos de aquellos a
quienes Paladino dejaba de lado (neos y sindicalistas); se
trataba, entonces, de cortar esa maniobra. Para ello era
preciso integrar a los remisos. Esa tarea deberá empezar a
desarrollarla Cámpora. Encontrará aliados en aquellos que
pugnaban contra el ex delegado y sus amigos.
Para cobijar a los sindicalistas Perón les entregó cierta
autonomía de vuelo y les permitió reorganizar a piacere
las sesenta y dos organizaciones. Probablemente un hombre
amigo de los jeques sindicales integre en los próximos
meses la conducción local: el teniente coronel Jorge
Osinde, un ex jefe de Servicios de Inteligencia que
mantiene un buen contacto con militares en actividad.
Cámpora, por su parte —contando con la ayuda del mismísimo
apoderado del Viejo—, es muy capaz de reunir a los neos.
Pero ¿cómo integrar a los jóvenes duros? ¿Cómo —además—
mantener a todos "unidos y solidarios"? Para responder con
hechos a la primera pregunta es probable que en las
próximas semanas viaje a la Argentina un miembro del
Comando Superior: Héctor Villalón. Acaudalado comerciante
y financista, amigo de los gobernantes árabes y chinos,
cripto marxista y ex jefe del Movimiento Revolucionario
Peronista, Villalón sería la persona indicada para lograr
el consenso de los duros.
EL FRENTE INTERNO. Policlasista, poli-ideológico, el
peronismo sólo se unifica en Perón, por eso, el General
deberá apelar al viaje de su tercera esposa para que ese
maremágnum obtenga cierta coherencia. Isabel viajará a
Buenos Aires y —miembro, como es, del Comando Superior con
el cargo de vicepresidente— será una delegada personal de
primerísima categoría. Si ella no consigue unir a los
peronistas, la única esperanza volverá a ser el mitológico
avión negro.
Pero lo curioso es que todas las contradicciones internas
del Movimiento se concentran en la capital española. Allí,
en Madrid, determinados personajes canalizan —a través de
infinitas intermediaciones— las presiones que llegan desde
Buenos Aires.
Ejemplos: Paladino —representante del sector centrista,
"liberal", del Movimiento —contó con el aval de Isabel
Martínez de Perón durante largos meses. Cuando ese aval se
acabó —es sintomático— El Delegado cayó. Y la señora de
Perón fue a recibir al aeropuerto —estas ceremonias en la
simbología justicialista son muy significativas— a Héctor
Cámpora: unos días después: él reemplazaba a Paladino.
Otro ejemplo: José López Rega, secretario personal de
Perón, ejerce influencia política en Madrid. Amigo de José
Rucci y de los grupos de derecha del Movimiento —quizás
una nostalgia por su antiguo cargo en Coordinación
Federal—, él promociona la participación de Osinde en la
dirección justicialista en la Argentina. Pero hay otro
jugador en Madrid: el financista Jorge Antonio se
convirtió en los últimos meses en el adalid de los grupos
más endurecidos. El ex amigo del cordobés Julio Antún —un
apologista de Los Montoneros—, del ex mayor Bernardo
Alberte y del joven Rodolfo Galimberti (uno de los
enterradores de Paladino). También es confidente de Héctor
Villalón. Si la visita de Villalón a Buenos Aires se
concretara, parecería claro que Perón conforma a su corte
madrileña (Isabel, López, Antonio) y consigue unir a
sectores dispersos. La estrategia militar serviría así
para lograr una victoria política y otra doméstica.
EL FUTURO. Juan Domingo Perón parece, pues, dispuesto a
aceptar el envite electoral del gobierno. Al menos hasta
tanto él crea necesario romper el diálogo acuerdista: un
plazo que Perón estima puede cumplirse hacia junio del año
próximo.
Para llegar en las condiciones más favorables a esa fecha
límite, El Jefe propugna la unidad y la solidaridad.
Cámpora (un protegido de Isabel) y la mismísima esposa de
Perón deberán viajar para conseguir esa proeza.
Que la dama de Perón va a jugar un papel importantísimo en
la etapa que se avecina es algo que pocos dudan. Menos que
nadie lo sospecha el comendatore Giancarlo Elia Valori, un
íntimo de Perón. "Doña Isabel —aseveró Valori al
corresponsal madrileño de Panorama— está cumpliendo ya una
tarea importantísima y será más trascendente aún en fecha
próxima."
Después de dos días de diálogos con Perón, el presidente
del Instituto de Relaciones Internacionales de Roma
confesó que "soy un amigo desinteresado de esta casa.
Quizás el único visitante a que no aspira a ninguna
candidatura". Valori llegaba después de una larga gira que
lo llevó a París, Lisboa y Moscú, importantes capitales
que algo pueden tener que ver con la política argentina.
"Doña Isabel —declaró Valori— es la más fiel intérprete de
Perón, un hombre a cuyo lado vive desde hace quince años.
Está llamada a tener una gran trascendencia porque es,
precisamente, la garantía de continuidad de los ideales
justicialistas."
Las declaraciones de Valori, un intrépido buceador
extranjero de la política argentina, adelantan
premonitoriamente el papel que la dama de Perón jugará en
los próximos meses.
Un papel que en el ajedrez argentino servirá para un jaque
definitorio.
Jorge Daniel Paladino: Recordando sin ira
Siempre sobrio, bien vestido, Jorge Daniel Paladino
concurrió el jueves pasado al restaurante Chiquín para
celebrar el primer aniversario de la coincidencia La Hora
del Pueblo. Algunas horas después, ya en su cuartel
general —una empresa de publicidad en Suipacha y
Diagonal—, respondió a un reportaje de Panorama. Este fue
el diálogo:
—¿Qué siente un hombre que llegó a la cima del mundillo
político cuando debe volver, vertiginosamente, a la
llanura?
—Ustedes, los periodistas, tienen algunas expresiones
sintetizadoras que aunque son, por supuesto, muy gráficas,
dejan de lado muchas cosas. Ni estuve en la cima ni he
bajado al llano. A mí me tocó un puesto de lucha y cumplí
una misión. Ahora la lucha sigue. Nosotros creamos las
condiciones para que el pueblo vuelva al poder; dimos una
imagen de Justicialismo - Gobierno que es hoy la gran
esperanza argentina. Siento que en estos momentos mi
responsabilidad es mayor, porque hay que evitar que otros
destruyan lo único que hace grande a los pueblos: la fe en
sí mismo. Para eso hemos trabajado y seguiremos
haciéndolo.
—Perón le aceptó la renuncia: ¿se siente mal?
—Como dicen los criollos, yo no tengo vicios chicos.
Además, yo ya le había dicho a Perón —cuando logramos la
restitución de los restos mortales de Evita y obtuvimos la
fecha de elecciones— que la misión encomendada estaba
cumplida, que yo debía dejar el cargo. Perón, por un
exceso de delicadeza, insistió en que yo debía ser el
hombre para la nueva etapa que se iniciaba. Pero todos
sabíamos que no podía ser.
—¿Qué experiencias ha extraído de su acción política?
—La más importante: que el pueblo argentino —las bases,
como suele decirse— "sobra" a sus dirigentes. Yo diría que
en esto casi no hay excepciones. El pueblo está harto de
mentiras, trampas y promesas. Su nivel de conciencia
desborda a la clase dirigente que le ha tocado. No es
apático ni escéptico.
Otra experiencia importante es haber conocido a hombres
muy valiosos en todos los sectores, con coincidencias
profundas que recién están aflorando: La Hora del Pueblo
fue un paso vital que dimos en ese sentido. El futuro de
la Nación depende de esas coincidencias.
—¿Piensa dejar la política?
—Le dije ya que la lucha continúa.
—¿Deja su cargo con rencor, con frustración?
—En absoluto. La acción no da tiempo para esos
sentimientos, que son lujo de ociosos. Por otra parte, yo
he tenido suerte: en estos tres años y medio en que estuve
al frente del movimiento hemos puesto al Justicialismo en
el umbral del poder. Perón es el eje de la política
nacional; el porvenir es peronista. Falta el retorno
físico del Líder. Pero ésa es una cuestión que debe
decidir Perón personalmente.
Isabel Martínez: La obra de un artífice
Desde Madrid, el corresponsal Armando Manuel Puente
cablegrafió a Panorama, en las últimas horas del viernes
pasado, su entrevista con Isabel Martínez de Perón.
Desde el viaje de nueve meses, efectuado entre octubre de
1965 y junio de 1966, cuando hizo sus primeras armas en la
política, hasta la fecha, un profundo cambio se ha operado
en la personalidad de Isabel Martínez. Su carácter se ha
hecho más firme y decidido, al mismo tiempo que se ha
vuelto más reflexivo. Esta transformación parecería
haberse acelerado en los últimos tiempos, en los que ha
permanecido al lado de su marido en calidad de
vicepresidente del Comando Superior, en todas las
reuniones de dirigentes políticos, gremiales y juveniles,
que peregrinaron a la quinta de Puerta de Hierro y ha
jugado un papel decisivo en los últimos acontecimientos,
principalmente en la defenestración de Jorge Daniel
Paladino.
Como ocurría con María Eva Duarte, Isabel Martínez se ha
convertido también en la más celosa y devota centinela de
su marido. Ella es hoy quien tiene las llaves de acceso y
clausura a la quinta madrileña. "En el último mes de
octubre hemos recibido cuatrocientas siete visitas —dijo a
Panorama—. En algunos casos eran de personas que habían
venido a vernos cuatro, cinco o más veces, pero en otros
sólo se trataba de gente de paso, que deseaban saludar y
ver a Perón". Como Eva Duarte, Isabel Martínez llama a su
esposo por el apellido; por otra parte, sin un deliberado
propósito de mimetismo —o más probablemente moldeada por
su marido — Isabelita parecería ir identificándose con
Evita. Curiosamente, el proceso ha ido agudizándose en los
dos últimos meses, desde que los restos de ésta fueron
depositados en la quinta y la actual esposa de Perón se
encargó de limpiar el cuerpo y peinar los rubios cabellos
"que aún conservan todo el frescor, como- si estuviera
viva". Acaso sea necesario consignar que el cuerpo de Eva
Perón ha sido depositado en un féretro nuevo, tapizado de
azul celeste y vestido con una blanca túnica cosida por
las hermanas Duarte durante su permanencia en Madrid.
DE DONDE SALEN LAS VERDADES.
La voz de Isabelita ha sido educada y tiene hoy un tono
sencillo y persuasivo, pero sobre todo el trabajo de forja
se advierte en su mente, labrada sin duda por Perón, quien
aspira encontrar en ella —como antes en Eva— el nexo que
lo una y lo interprete al pueblo, como elemento
polarizante de enlace entre los diversos sectores del
peronismo. Esa es al menos la conclusión a la que fue
posible llegar después de una conversación de más de dos
horas con Juan Domingo Perón y su esposa. Ese mismo día —
el de la entrevista, viernes 12— el matrimonio había
permanecido todo el tiempo con el doctor Cámpora, el ex
coronel Osinde y el doctor Valori, quienes almorzaron en
la casa. Cauta, Isabel Martínez se excusó de hacer
declaraciones sobre los más recientes sucesos, quizá
porque a lo largo del día habían llegado a Puerta de
Hierro precisiones sobre la gravedad de las heridas
recibidas por Norma Kennedy Y otras cinco personas, y un
aire triste pesaba sobre los habitantes de la residencia:
"Norma estuvo aquí —recordó Isabelita— el ocho de octubre
para el cumpleaños de Perón". Pero una vez iniciada la
entrevista, Perón analizó off the record los motivos que
lo impulsaron a la normalización de las 62 Organizaciones
y a dar instrucciones a Juana Larrauri "dos de las tres
patas del banco del Movimiento". Versátil, recordó a
Gálvez con motivo de la visita que hace unos días le
hiciera Luis Elias Sojit; se refirió también a su reciente
visita a Barcelona donde fue a ver al doctor Puigvert y
dejó que su esposa formulara juicios y tesis que muestran
hasta qué punto está siendo preparada para asumir un
importante rol político en un futuro próximo: "Usted sabe
que voy a viajar, pero no me pregunte la fecha, ése es un
secreto de Perón". Sonriente, el líder subrayó: "Le he
dado algunos consejos, porque como dice Martín Fierro es
de la boca de los viejos de donde salen las verdades".
FACTOR DE CONCILIACION. "En la tarea política hay que
hablar mucho de las cosas, poco de los demás y nada de sí
mismo", dijo Isabel Martínez para eludir una respuesta
concreta a la crisis del Justicialismo en los últimos
días. Luego de detenerse a pensar, prosiguió: "Sólo la
soberbia es más repudiable que la adulación. El dirigente
peronista debe saber desligarse de ambas. Además, en el
Movimiento Peronista sólo los humildes tienen cabida y a
veces hay que dar algunas lecciones a los que no lo son;
en el peronismo todos somos artífices del destino común,
ya que no debe ser el instrumento de la ambición de nadie.
El peronismo no es de nadie en particular, porque
pertenece a todos los peronistas por igual y todos dentro
de él tenemos las mismas obligaciones e idénticos
derechos, pero nadie que no cumpla bien con las primeras
puede invocar los segundos".
Hizo una pausa y miró sonriente a Perón, que la miraba
impasible: "El dirigente —prosiguió— es quien tiene
mayores obligaciones y responsabilidades. Sus faltas, sus
errores, son siempre más graves y más perniciosas cuanto
mayor sea la jerarquía que inviste en el movimiento. Hay
que pensar que el hombre es bueno, pero si se lo vigila es
mejor'".
Luego, refiriéndose a ella misma, definió: "Aspiro a que
mi misión fundamental sea la unidad, a la que sólo puede
llegarse por la persuasión y el convencimiento. En esa
tarea estamos".
—Señora, en los últimos meses ha aprendida usted el arte
de la elocuencia.
"...Pero la elocuencia no es sino la expresión de la
verdad en el menor número de palabras, y la verdad es, en
último análisis, el arma fundamental del político. La
verdad debe ser siempre dicha sin artificios", y redondeó:
"El que se dedique a la política ha de saber de antemano
que al éxito se llega sólo por el sacrificio, sólo lo
puede enfrentar el que lucha sinceramente por una causa.
Así como nace el hombre capaz de escapar a su destino, no
debiera nacer ningún hombre que no tenga una causa a la
que servir, porque ésa es la única forma en que se
justifica su existencia, dice Perón".
Aludido, Perón repitió su aclaración: "Yo sólo le he dado
unos consejos que me ha costado mucho adquirir". Entonces
Isabel concluyó: "Aspiro a ser un factor de conciliación
entre los argentinos y en primer lugar entre los
peronistas, pero sin que ello signifique renegar de los
principios. Mi único compromiso es con Perón y con la
Nación Argentina. No tengo ningún otro, ni siquiera con
los dirigentes".
Vadim es un fabricante de estrellas, desde Brigitte Bardot
a Jane Fonda; Perón prefiere moldear políticamente a sus
mujeres. Su segunda obra está a punto de ser concluida.
Cuando llegue a Buenos Aires sorprenderá a muchos y es
posible que se le aplique el título de "La mujer del
látigo" con el que una norteamericana escribió una
biografía de Eva Perón. ("En todo caso, el látigo para
expulsar del templo a los últimos mercaderes", precisa
Isabel.) Ahora, el odontólogo Héctor Cámpora debe
despejarle el camino y tiene como misión —una misión
transitoria— trazar los cauces para que se celebre el
congreso partidario en febrero próximo. Probablemente,
poco después concluya su delegación; en cualquier caso
nunca asumirá, como su predecesor, la doble función de
delegado y secretario general del Movimiento, un puesto
que pasee reservado para doña Isabel Martínez
PANORAMA, NOVIEMBRE 16 1971
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