PROCEDIMIENTOS
LA RAZZIA DEL 6 DE ENERO
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_Buenas noches, padre Carbone."
Fue la salutación de Olea, el anciano portero de la Casa del Clero, en Rodríguez Peña y Paraguay. Eran las tres de la madrugada, en la noche de Reyes.
Al escuchar el obligado saludo, un personaje portando ametralladora surgió del rellano de la escalera que franquea la entrada. Alberto Carbone (44) —sacerdote de origen germano vinculado por razones religiosas con algunos Montoneros que intervinieron en el caso Aramburu— regresaba del festejo de su cumpleaños con amigos y familiares.
Tres coches se alejaron con el clérigo y sus captores, después de una accidentada espera. Elementos policiales (dos fueron reconocidos por el canónigo López Moure como intervinientes en ocasión del anterior encarcelamiento de Carbone) y de la Prefectura Naval Argentina ya habían ingresado en el recinto a la 0.15. Al ver entrar a un sacerdote (Francisco Ingr) lo confundieron con Carbone. Despertaron al encargado de la casa, canónigo Jesús López Moure, y al intendente Arana. Ante la negación de ambos sobre la presencia de Carbone, les solicitaron amablemente que abrieran su cuarto en el cuarto piso. Comprobada su ausencia, dejaron un hombre en planta baja e impusieron el saludo como consigna al anciano sereno. No querían confundirse (32 sacerdotes viven en el edificio). Un paso en falso alertaría al cura tercermundista condenado a 2 años en suspenso por haber recibido, en depósito la máquina donde se habrían redactado los comunicados Montoneros.
Alberto Carbone (tras sus gruesas gafas requeridas por una acentuada miopía) jamás sospecharía la acusación que horas después iba a difundirse: desde un automóvil estacionado en la oscuridad —afirman— dirigió el lunes 3, a las 3.30, el asalto a la Prefectura Naval de Zárate.
Frente a los sucesos. Carbone no habría ofrecido resistencia. Tampoco nadie salió en su defensa, ni los sacerdotes que descansaban ni los amedrentados empleados. En cambio, a la misma hora, en Olazábal 4330, una casa de departamentos donde vivía con su madre y hermanas el imprentero peronista Ricardo Beltrán era escenario de una batalla campal para impedir que seis civiles armados lo alejaran del lugar. Dos policías de facción —a escasos veinte metros— en la casa del subjefe policial Novara intervinieron ante los gritos de la familia Beltrán. Credenciales oficiales alejaron del lugar a los custodios del orden.
Beltrán, entretanto, fue conducido a empellones hasta la puerta de entrada del edificio. Como una hermana del detenido la había cerrado con llave, fue roto el vidrio a culatazos. El resto de las astillas se clavaron en el obeso imprentero al ser obligado a golpes a trasponer la salida artificial. Un reguero de sangre marcó en la vereda el itinerario. Su anciana madre, Haydée Rodríguez, interpuso resistencia hasta dentro del automóvil en que conducían a Ricardo Beltrán. Fue entonces cuando escuchó una frase lacónica: "Dejala no más... que después la tiramos en el camino".
Pero no pudo acompañar la suerte de su hijo.
En la mañana del día de Reyes, tres colegas de Carbone —Carlos Mujica, Jorge Vernazza y Rodolfo Ricciardelli— dieron a publicidad el hecho y concurrieron al estudio de los abogados Ortega Peña y Duhalde para encargarles la defensa de Alberto Carbone. Al mismo tiempo, el Consejo Superior del Peronismo envió un coche para permitir el traslado, hasta la sede de la calle Chile, de la madre de Beltrán, quien recibió del más alto cuerpo partidario la solidaridad del Movimiento con sus sufrimientos y los de su hijo. Los peronistas también enviaron un telegrama al Presidente de la Suprema Corte de Justicia denunciando "hechos criminales... en que aparecieran implicados funcionarios de organismos de Seguridad". En cambio, las autoridades eclesiásticas guardaron silencio en esta ocasión. Algunos critican el retraimiento de la jerarquía religiosa. Otros observadores suponen que su mutismo puede ser el símbolo de la calma que precede a las grandes tempestades. En la actualidad ya son dos los clérigos detenidos: Elíseo Morales, un sacerdote obrero de la diócesis de Avellaneda, y Alberto Carbone.
Su abogado defensor, el doctor Eduardo Duhalde, comentó a algunos amigos que la motivación del hecho podría ser la supuesta vinculación de Carbone y Beltrán con activistas guerrilleros. El asalto a la Prefectura de Zárate fue firmado por los comandos Montoneros "Ramus" y Abal Medina". Aunque Carbone y Beltrán no hubiesen participado, "algo podrían saber para deshilvanar el nudo de la investigación", según los organismos de Seguridad.
Pero el procedimiento y la posterior negación o desconocimiento de su paradero por el término de cuarenta horas supera los límites de lo comprensible. El Buenos Aires Herald del sábado 8 advierte que "las reglas normales que rigen el arresto de las personas no han sido cumplidas... Estos dos casos parecen apoyar los cargos recientemente formulados por la Comisión Internacional de Juristas... estos casos no son únicos, desafortunadamente, pero han dado plena prueba de la manera arbitraria cómo se efectúan arrestos. La policía no constituye de por sí la ley (en este caso el servicio de informaciones de la Prefectura Naval). Pero su deber es hacer que la misma se cumpla". El diario de la colectividad inglesa finaliza su editorial señalando la perplejidad ante la conducta de un Gobierno que intentando restaurar la democracia parece tolerar tales métodos.
Mientras la nebulosa de reconocimientos, presunta impresión de panfletos en la imprenta de Beltrán y otras versiones flotantes no se aclaran, los dos detenidos (¿o quizá más?) se encuentran alojados en la Prefectura Naval de Zárate.
Después de tantas negativas, una afirmación: están con vida.
PRIMERA PLANA Nº 467 • 11/1/72

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Razzia
La madre de Beltrán / Duhalde defiende: Carbone es miope y esa casa no ofrece seguridades