Es un fantasma así de grande. Se agita y se mete en
los corrillos de los cineastas y también de los que
piensan —casi resignadamente— que el cine es también un
arte. De todos modos el decreto de censura ya se ha puesto
en marcha dentro del espíritu de los realizadores, de los
productores, de los técnicos que hacen nuestro cine. Y su
efecto, no hay ninguna duda, es la parálisis. Porque quién
puede comenzar a definir visualmente lo que es
indefinible: estilo de vida, moral media, influencia
social, respeto a las instituciones. Ernesto Sábato
dialogó así con la imagen responsable del decreto, el
ministro Guillermo Borda, como intérprete de esa inquietud
que crece en oscuridad y miedo.
El ministro Borda fue al encuentro y le estrechó la mano.
Ernesto Sábato, tímido, envuelto en las potentes luces del
despacho ministerial, arrellenó su físico en el sillón de
cuero. Borda le habló de la admiración que sentía hacia
él: "Usted es el primer novelista del país y no sólo leí
todos sus libros, densos, informados, cálidos de pasión
humana, sino que viven en mi con mucha presencia..."
Ernesto recibió el impacto. Su exterior pareció ausente.
Estaba conmovido. Para romper ese clima, fuimos
directamente a producir el encuentro único. Y el diálogo
asumió este tono:
ERNESTO SABATO: Hay mucha gente en este momento muy
preocupada por la reciente ley del cine, en el medio
intelectual y artístico del país. Y me voy a permitir
hacerme portavoz de las principales inquietudes. Quiero
comenzar diciendo que de hecho todos practicamos algún
género de censura, desde la que ejercemos en la casa sobre
nuestros hijos cuando son chicos respecto a lo que leen, a
los amigos que tienen etc. De modo que no me parece licito
afirmar que estamos contra cualquier género de censura. Lo
que se trata de ver es qué tipo de censura puede y debe
aplicarse en la sociedad. Y quién. Quiero decir que el
cine es una forma de narración aunque sea más
espectacular. De modo que si se dicta una ley para el cine
lo lógico seria dictar otra para la literatura. Pero
leyendo el texto de esta ley se advierte que de aplicarse
en forma sistemática y rígida será imposible la
publicación de las obras más importantes de la literatura
universal. Los grandes libros, o la mayor parte de ellos,
han sido temas muy peligrosos, muy arduos, hasta muy
negros: el incesto, el adulterio, el parricidio. No voy a
recordar el caso célebre de "Madame Bovary", que fue
precisamente tema de tribunales y que la historia juzgó de
modo opuesto al de aquellas acusaciones. Pero diré que de
aplicarse rigurosa y coherentemente una ley semejante a
ésta del cine no podría permitirse la mayor parte de las
obras de Shakespeare (salvo alguna de sus obras
divertidas), la obra de Dostoievsky, todos los trágicos
griegos, las obras de Faulkner y de Proust. "Jude el
Oscuro" de Thomas Hardy, y, lo que resulta más curioso
buena parte de La Biblia. Tampoco se podría publicar la
obra de los dos más grandes novelistas católicos de
nuestro tiempo: ni Graham Grene ni Mauriac, dos escritores
que admiro en sus mejores creaciones.
Aparte de esto, que ya de por si sería terrible, queda
todavía algo importante que es la censura "a priori". Los
grandes directores como usted sabe, Ministro parten de un
libro o guión muy precario y lo van desarrollando a medida
que filman, de acuerdo con su inspiración, con las
posibilidades de los actores que tienen a su disposición,
según las nuevas sugerencias que el mismo desarrollo
provoca. Ese es el sistema de un Fellini, por ejemplo. De
aplicarse ese criterio impediríamos en nuestro país la
aparición de creadores de ese rango. Por otra parte, en
una obra de arte lo que importa no es el esquema, el
"argumento" entre comillas que puede ser una tontería o
una trivialidad. Recuerde que Shakespeare realizó algunas
de sus obras más grandes sobre la base de cuentitos de
escritores de tercer o cuarto orden del Renacimiento. Así
que si juzgamos o impedimos una película sobre la base del
esquema, ¿no estaremos impidiendo la realización de alguna
obra excepcional? El Estado tiene otros recursos para
impedir que un film llegue a un público que no sea el más
adecuado. El sistema anterior, de la calificación por
edad, es bastante bueno, aparte de ser necesario, pues es
evidente que un chico no puede ni debe ver ciertos films,
que sólo personas espiritualmente desarrolladas pueden ver
sin peligro
Que yo sepa esta ley no existe en ningún país importante.
En EE.UU., por ejemplo, el sistema es muy diferente, es el
sistema de calificación parecido al que teníamos. Y además
la Justicia está para que en última instancia determine si
ha habido delito. Una ley como ésta destruiría la
industria cinematográfica. Y no sólo la industria como
organización técnica y comercial, que no sería lo peor,
sino la capacidad creadora de los artistas. Sin ánimo de
querer hacer una paradoja, pienso que una censura como
ésta que ahora se ha establecido sólo puede encontrarse en
Rusia y en la China de Mao. Y no debe asombrar. Siempre
los estados fuertes (desde la utópica República de Platón
para adelante) han considerado como sospechoso y
pernicioso al artista. El artista es siempre un poco un
fuera de la ley. Si usted ha leído el librito de aforismos
de Mao habrá observado que lo que dice sobre el arte es
terrible y demoledor, pues sólo queda el arte de
propaganda. Lo mismo sucedía en la Rusia de Stalin
Prácticamente no se puede escribir ni pintar. Con motivo
del terrible y trágico acontecimiento de Checoslovaquia
observé que uno de los argumentos esgrimidos por la prensa
soviética fue la corrupción que había ganado el cine
checo, uno de los cines más importantes de nuestro tiempo.
Le repito. Ministro, que no estoy hipócritamente contra
cualquier tipo de censura, sino contra una censura que
ponga en peligro la libertad del auténtico creador. No hay
una libertad absoluta del hombre, puesto que el hombre es
un ser comunitario. Vivir es convivir. Y todos estamos
obligados a coexistir de acuerdo con ciertas normas de
respeto mutuo de consideración hacia la persona de cada
uno.
BORDA: Yo coincido con todas sus preocupaciones. Quiero
marcarle, sin embargo, que existe una diferencia muy
notable entre los distintos medios de expresión artística.
La literatura propiamente dicha, el cine, el teatro, la
televisión. Hay algunos que por su vivacidad y su forma
tienen mayor influencias que otros sobre el espectador.
Así el cine y la televisión no influyen como la
literatura. Por otra parte hay expresiones artísticas
masivas que, por serlo, tienen una influencia social
enorme, como no la tiene el teatro, por ejemplo; y yo creo
que los censores en el teatro deben ser mucho más amplios
que los que censuran una obra cinematográfica. Por otra
parte hay que diferenciar entre lo que es una obra de arte
y lo que es pornografía y vulgaridad hechas con sentido
comercial. La obra artística exige al artista realismo y
audacia y eso es lo que hay que resguardar porque, si no,
-se corre el riesgo de perder la expresión artística en un
país determinado, lo que seria grave. Pero, repito, una
cosa es el arte y otra el comercio con la pornografía;
creo que esto último es lo que hay que atacar.
Particularmente cuando esa pornografía no tiene influencia
solamente en el adolescente sino en todo hombre, sea
adulto o no. Porque el problema no hay que verlo solamente
en la relación espectador-obra cinematográfica. Si usted
lo ve así indudablemente tiene que estar contra la
censura. Porqué, ¿quién le puede negar a un hombre libre
el derecho a ver lo que se le ocurre ver?. Pero el
problema no se plantea en esos términos: se plantea en
términos sociales, en términos de la influencia de esa
expresión llamémosle artística -aunque muchas veces estén
lejos de serlo-sobre la sociedad, sobre las masas. Yo creo
que la moral media —o por lo menos ciertas expresiones de
ella— ha descendido en el mundo entero y también en
nuestro país, aunque no en la medida que en otros países.
Y creo que lo que pueda proteger nuestro estilo de vida,
nuestra concepción tradicional de la moral, es importante
para el futuro de los argentinos. Este es el sentido que
tiene este instrumento un poco más ágil, más apto que el
anterior para realizar un efectivo contralor de los
espectáculos cinematográficos. He visto en privado una
película sueca, "Suecia paraíso o infierno", que da una
visión de Suecia que no sé si será exagerada o no, pero
que produce una sensación de repulsión en el espectador a
tal punto que me parece que es positiva la reacción que
provoca en el hombre normal lo que allí se muestra. No
obstante es tan descarnado, tan horroroso, que realmente
no sé si será positivo permitir que eso se exhiba.
SABATO: Usted se refería a la pornografía, pero hay otras
cosas en la ley que tienen que ver con problemas
ideológicos, con instituciones del Estado. Recuerdo en
este momento films norteamericanos como "Cómo aprendí a no
preocuparme y amar la bomba", donde se satiriza ciertas
organizaciones burocráticas del ejército norteamericano
que, eventualmente, pueden hacer correr el riesgo de
desencadenar una guerra atómica. Cosas como ésas podrían
ser consideradas como ataques a las Fuerzas Armadas. Una
película como "Reflejos en tus ojos dorados", donde hay un
oficial que es homosexual, y no se tratan de obras
menores. Los norteamericanos han tenido siempre una gran
honradez en atacar sus propios males. Yo veo también en
televisión la serie "Los corruptores", donde se dicen
cosas terribles de instituciones norteamericanas, hasta de
la propia justicia. Esos son hechos muy sanos, son obras
que no están hechas con motivos ni con intenciones
subalternas. Por el contrario, son obras moralizadoras.
¿Dónde está el límite? Fíjese que el simple examen de los
libretos de esas obras podría hacer pensar que van a
destruir o poner en tela de juicio instituciones básicas
de la nación. Una ley como ésa es peligrosísima desde ese
punto de vista.
BORDA: A eso sólo puedo responder con la afirmación de que
todo, todo este sistema depende de la forma en que sea
aplicado. Si hay prudencia en los hombres que tengan la
responsabilidad de ejercer el contralor cinematográfico,
no va a haber ningún problema. Yo quiero darle la
seguridad de que no se va a actuar con criterio riguroso,
por lo contrario, lo que se quiere es asegurar un mínimo
de respeto por las instituciones esenciales o por la moral
media. Creo que usted ha tocado un punto importante y me
parece que la única manera de desvirtuar esos temores será
aplicando la ley.
SABATO: Usted ha dicho algo cierto: el cine tiene una
potencia, una vivacidad para las grandes masas que no
tiene la literatura. Y la televisión todavía más porque se
da cotidianamente en todas las casas y no hay control de
edad posible. Por eso pienso que la solución óptima para
la TV es de Francia y Estados Unidos, con una televisión
estatal que impida ciertos extremos de la televisión
privada, movida exclusivamente o casi por razones de
dinero. Pero, dicho esto, debo agregar que en cambio el
cine tiene una potencia masiva mayor que la literatura
pero en cambio tiene la ventaja de poder ser calificado
por edades, cosa que no sucede con los libros. Vaya usted
a cualquier kiosko, aquí no, y podrá ver cantidades
industriales de novelas tremendas, del tipo de Mike
Spillane, ese sadismo sexual que puede destruir el
espíritu de cualquier chiquilín y que no tiene ningún
obstáculo para su obtención. No se trata de ninguna
literatura trascendente, de grandes autores, sino simple
bazofia. Que sin embargo se difunde por motivos crudamente
comerciales. Ya ve que eso es más peligroso que el cine.
Es una verdadera dinamita de la peor especie contra el
espíritu.
BORDA: Vamos a ir. Vamos a hacer ese tipo de vigilancia.
Yo coincido con usted. Ahí tengo una colección de revistas
realmente terribles. Tengo unas revistas italianas de una
pornografía inaudita. Creo, como usted, que son
peligrosas. Pero fíjese que hay una diferencia muy
importante: cuando una persona compra una revista de este
tipo, la lee él, la lleva a su escritorio, la deja en el
cajón y después la tira. Pero no está en el hogar, como
está la televisión a todas horas o como el cine que es la
expansión normal de todas las clases sociales. Pero no
creo que lleven el mismo peligro. Aunque creo, sí, que hay
que combatirlas, y estamos en eso.
SABATO: Temo que si esta ley se aplica mal va a aniquilar
del todo al cine argentino que, por otra parte, ya está en
una situación crítica. ¿Qué pasa si un director —sobre
todo desconocido— lleva un guión en el que se pueda
interpretar que atenta contra las instituciones del Estado
y se lo rechazan? ¿Cómo se sabe que ese hombre no va a
hacer un día una gran película con ese guión?. Se puede
terminar con los pocos restos del cine nacional de hoy, se
va a matar la creación cinematográfica si se aplica la ley
en forma rigurosa.
BORDA: Le repito que la única respuesta a esa inquietud es
el funcionamiento de la ley. El mismo va a demostrar el
espíritu con que la ley ha sido hecha. No hay ningún
propósito de limitar la creación artística en el campo del
cine, pues me parece que sería realmente criminal hacerlo.
SABATO: Bueno, espero que sea así. ¿Y los nombres de
quiénes van a integrar las comisiones, que ese es el
problema en última instancia, por la mentalidad y la
interpretación de la ley?
BORDA: No se los puedo decir porque no se los he sometido
al presidente, aunque ya los tengo elegidos.
SABATO: ¿Pero la tendencia en la elección, no será la de
"cazadores de brujas":
BORDA: NO, POR SUPUESTO.
CON EPILOGO
NEUSTADT: Y bien, Sábato, qué impresión ha extraído de
este encuentro?
SABATO: En primer término, debo decirle que me ha
impresionado magníficamente que el Ministro del Interior
haya aceptado esa iniciativa suya de mantener un diálogo
con un escritor que evidentemente iba a hacerle una serie
de preguntas y consideraciones nada cómodas. Eso debe
señalarse como elogio y sin reticencias. Ahora bien,
lamento que hayamos hablado durante veinte minutos sobre
asuntos literarios que no tenían que ver con el tema pues
eso nos quitó tiempo para un desarrollo más a fondo del
diálogo sobre la censura. El Ministro se refirió
largamente al tema de la pornografía en muchos de cuyos
aspectos estamos de acuerdo. Y en cambio no me respondió a
la pregunta y a las preocupaciones sobre los aspectos
ideológicos de la ley. Desde luego, ya había transcurrido
casi una hora y había una cantidad de gente que esperaba
por el Dr. Borda. Es una lástima. Pienso que habría sido
de enorme importancia escuchar su opinión sobre el caso de
los films norteamericanos que atacan duramente al Ejército
o a la Magistratura. También habría sido interesante
considerar la situación del creador cinematográfico
con respecto a las instituciones de la familia y de la
patria, temas particularmente peligrosos para ser
considerados por una comisión de censores. En fin, de
todos modos pienso que el encuentro es positivo, ya que al
menos contamos con una palabra del Ministro sobre la caza
de brujas y la estrechez mental de los censores. Ojalá la
práctica mitigue los extremos de una ley tan peligrosa.
EL CREPUSCULO DE LOS TOCADORES DE OIDO...
EXTRA eligió a Ernesto Sábato para que representara a la
revista en una de las inquietudes de esta hora: LA
CENSURA. Románico incurable, best-seller, traducido en el
mundo (en el bueno y en el malo [sic]), tenia que llevar
como portaestandarte un temor nacional nacido en la hora
desvelada del proyecto-control-cine, desde la más adusta
moral. No fuera ser que con la preocupación por la
pornografía, clausuraran el pensamiento.
Inauguramos así una modalidad: ir en busca del Poder, del
Mito, del Personaje, con los "monstruos sagrados" que
detentan la ideología. Seriamente. Como debe ser. . . La
hora que vivimos marca el crepúsculo de "los tocadores de
oído".
Revista Extra
febrero de 1969
Ir Arriba
|
|
|