La semana política
agosto de 1963
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Illía: Reuniones con militares y trámites para formar gabinete

El jueves por la tarde, socarronamente, un observador político comentó: "El anteúltimo paso del proceso que conducirá al cambio de gobierno del 12 de octubre está dado: ya se llamó a licitación para proveer de bastón y banda al doctor Arturo Illía".
Sin embargo, más allá de las tintas humorísticas, otros elementos de opinión indicaban que ningún obstáculo va quedando en el camino que desembocará en la transmisión de mando.
En realidad, una reunión realizada el domingo 18 de agosto había dotado al doctor Arturo Illía del último reaseguro posible en lo que concernía a las relaciones entre el poder civil y las Fuerzas Armadas. Ese día, en casa del doctor José Luis Cantilo, tuvo lugar una "conferencia de alto nivel" entre el dueño de casa, el presidente electo, el doctor Pedro Duhalde (asesor de Illía en asuntos militares), los generales Juan Carlos Onganía, Alejandro Lanusse y Julio Alsogaray y el coronel Tomás Sánchez de Bustamante. Según se reveló ahora, ésta es una de las entrevistas realizadas semanalmente, en los últimos 45 días, para tratar asuntos vinculados con el tema "poder civil y poder militar". Pero la reunión del 18 fue la decisiva: durante su transcurso se logró un acuerdo aparentemente definitivo entre los militares y Arturo Illía.
Aunque no se conocen los detalles de ese acuerdo, se sabe que, por lo menos, habría habido decisión formal respecto de tres puntos: a) no reincorporación de militares "colorados"; b) mantenimiento de los mandos actuales del Ejército y c) designación de José Luis Cantilo como ministro de Defensa.
No obstante, en los medios "azules" persistía, hacia el fin de semana, cierta inquietud: algunos oficiales reiteraban que seguía en pleno funcionamiento un llamado "Operativo Copamiento" que estaría gestando un ex subsecretario de Guerra. El plan consistiría en: provocar el pedido de retiro del general Onganía; intentar persuadir al general Caro para que acepte asumir el comando en jefe; presionar al nuevo gobierno para conseguir que el general Rauch sea designado secretario de Guerra. La inquietud no se había disipado totalmente luego de la reunión del 18 en casa de Cantilo, y ciertos observadores se animaban a señalar que debía ser relacionada con un reciente discurso que el coronel Alcides López Aufranc pronunció en Magdalena ("Lamentamos que hoy se levanten voces que presagian momentos difíciles y nos obligan a mantenernos cohesionados", dijo el viernes pasado).
En cambio, el doctor Illía —después de su conferencia con los militares— se dispuso a viajar a Cruz del Eje en compañía de Luis A. Caeiro, Héctor Llorens e Isidro Fernández Núñez: el indicio era importante, ya que, resuelto a su criterio el aspecto castrense, se aprestaba a organizar definitivamente su gabinete.
El general Rosendo Fraga, decidido "azul" y último secretario de Guerra de Frondizi, había tenido —al parecer— algún tipo de intervención en los contactos entre Illía y el Ejército. Y, luego de consultar a sus amigos, había enviado, el jueves pasado, su conformidad para la designación de Cantilo como ministro de Defensa.
Al mismo tiempo trascendía que la idea de Illía de dar representación a
distintos sectores en el gabinete nacional seguía en pie, y el sábado a mediodía —al cerrar esta edición— se aseguraba que un dirigente democristiano, el arquitecto Morea, había comprometido su participación como secretario de Obras Públicas del próximo gobierno.
La reunión de los Colegios Electorales provinciales, para elegir gobernadores, iniciaba ayer el último capítulo del retorno a la normalidad constitucional. Un radical del Pueblo anticipaba, ese día, un epílogo altamente simbólico para el proceso iniciado con el derrocamiento de Arturo Frondizi: el mismo 12 de octubre, después de la ceremonia de transmisión de mando, el presidente saliente José María Guido subirá quizá melancólicamente a un avión y se trasladará a Río Negro. Ya ha anunciado a sus íntimos que no intervendrá más en la política activa.

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UCRI
Alende declara la guerra y escribe

Hacia fines de la semana pasada, el sector alendista del radicalismo intransigente había retornado a una posición de extrema beligerancia con el frondizismo. Por medio de los diarios se aprestaba a informar que su posición era, en esta etapa del desarrollo de la crisis, la siguiente: continuación de la reorganización partidaria (vale decir: intervención a los distritos frentistas) y no aceptación de ninguna negociación con los frentistas (se exige acatamiento incondicional a la Junta Nacional encabezada por Oscar Alende).
Evidentemente, Alende respondía a las presiones de su propio frente interno, disconforme con su conducción, que es acusada de "blanda" (ver PRIMERA PLANA, número 41). El círculo íntimo del ex gobernador bonaerense señalaba, además, que Alende estaba desarrollando su labor en tres planos distintos, aunque convergentes:
•La redacción final de un libro, cuya aparición será muy próxima, "titulado El último año. Allí, Alende analiza el proceso posterior al derrocamiento de Frondizi.
•La elaboración definitiva de un documento, que será dado a conocer alrededor del 12 de octubre. Según los alendistas, allí "se enjuiciarán severamente las deformaciones de la política de desarrollo y se reubicará a la UCRI en una línea auténticamente argentina, dentro de los objetivos de la Revolución Nacional". Están trabajando en ese documento —además de Oscar Alende— los doctores Ataúlfo Pérez Aznar, Gabriel Del Mazo, Tomás Arana y Aldo Ferrer.
•La estructuración y organización de todo el material relativo a cifras comparativas de las últimas elecciones. Dicho material será reunido luego en un folleto que llevará como título: Posición de la UCRI y Demografía Electoral. La tesis, allí, sería la siguiente: en 1963, y contra las instrucciones de Frondizi, la UCRI retornó a su cauce electoral normal. Y este concepto se complementa así: en 1957 y 1958 (en mayor o menor intensidad), la UCRI fue receptáculo de votos de sectores populares; en 1960, la UCRI hizo una .óptima elección en las aristocráticas secciones 19ª y 20ª de la Capital y en distritos residenciales del Gran Buenos Aires, como San Isidro, pero fracasó en las barriadas obreras. El 7 de julio último, la UCRI volvió a ser fuerte en las zonas populares. Para Alende, es suficientemente demostrativo el resultado comparativo de comicios en Villa Diamante ("corazón de la parte obrera de Lanús"): en 1958, la UCRI obtuvo 8.800 votos; en 1960, sólo 1.000; en 1963, 6.600 sufragios (más que todos los partidos juntos y el doble del número de votos en blanco). Este análisis de demografía electoral seguiría así: "Si Frondizi obtenía sus votos en los lugares residenciales, donde ahora se votó a UDELPA, ¿cómo recuperará su poder político?".

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Justicialistas
Dos informes y varias líneas

Los dirigentes justicialistas tienen conciencia de que el movimiento de esa tendencia está pasando por la más seria crisis de su historia, como consecuencia de haber sufrido, por primera vez, una derrota electoral de características espectaculares. Muchos discuten ahora si lo que fracasó fue la política frentista o la línea, finalmente impuesta, del voto en blanco, pero todos admiten, a esta altura de las cosas, que la propia conducción de Juan Domingo Perón es la que está en juego.

Política pendular
Hasta ahora, el justicialismo ha ido realizando una política típicamente pendular: cada vez que fracasaba la "derecha" (Vandor-Iturbe), se le entregaba la conducción real a la "izquierda" (Matera o Framini), y viceversa. Un detallado informe, solicitado por dirigentes gremiales justicialistas, arrojó esta vez un saldo inesperado. Existirían algunas fuerzas que ya no aceptan el vaivén pendular. Según el citado informe —que tiene carácter exclusivamente confidencial— habría, básicamente, tres sectores que están manifestando una oposición simultánea tanto a la línea "Unión Popular-Vandor -Iturbe-Parodi" como a las variantes materista y framinista. Serían:
• Los "neo-uturuncos". Protagonizaron recientes episodios: el robo del sable de San Martín, el incendio de una bandera norteamericana en Salta, la captura de un ómnibus en un acto de homenaje a Valiese. Cuestionan todo del peronismo y son, ideológicamente, nacionalistas de izquierda. Retoman el camino de la acción directa que ensayaron, sin éxito, los "uturuncos", pero con una diferencia fundamental: en
vez de trabajar mediante guerrillas aisladas en el interior, realizan operaciones de comandos inesperadas y "publicitarias". Son una copia de los "comandos del hambre" (donde también actuaban comunistas), con los que disputan las iniciativas. Sus miembros pertenecen a la juventud peronista.
• Los "ideólogos de izquierda". Están unidos, generalmente, en torno de un Instituto de estudios que organizó el gremialista Vázquez, ex secretario adjunto de la CGT de Avellaneda. Alejados de Framini y de Vandor, fueron influidos por el marxismo y tienen contacto con algunos núcleos trotskistas.
• La "izquierda tradicional" del peronismo. Integrada, entre otros, por Rafael Jornet, José Mendoza, Dante Viel y Mario del Río, gana influencia pero no progresa en materia de organización.
Además, el informe destaca la acción independiente de algunos núcleos peronistas de izquierda, con cierta influencia en la FOTIA (Federación Obrera Trabajadores Industria del Azúcar) y las CGT de Formosa y Jujuy.
Este documento, de restringida circulación, ha despertado asombros entre aquellos dirigentes que tuvieron contacto con él. Sin embargo, no es el único aparecido en estos últimos días en el ámbito del movimiento.

Otra estrategia
Los observadores justicialistas destacan también otro informe, redactado por Miguel Gazzera, sobre la base —según se asegura— de un memorial de Perón. Este documento aconsejaría una línea de irreductible oposición a Illía (emplea el término "guerra a muerte") e insinúa una táctica: dejar acumular problemas y luego golpear violentamente con huelgas al próximo gobierno constitucional. Circunstancialmente, la tesis de Gazzera presenta una coincidencia formal con la línea de los independientes en su primera etapa: March aconsejó postergar también toda medida de fuerza pero, claro, "para facilitar la acción del próximo gobierno y no crear dificultades que impidan las soluciones posteriores".

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Ex frentistas
Reuniones nostálgicas e ideas para octubre

Muchos de los políticos que habían trabajado en la organización del Frente Nacional y Popular volvieron, la semana pasada, a realizar algunas reuniones informales para discutir aspectos doctrinarios del reagrupamiento de fuerzas que se espera lograr después de octubre.
Por de pronto, el domingo 18 a la noche se realizó, en la casa del comodoro Juan José Güiraldes, una conferencia promovida por el doctor Ricardo C. No-seda. Se prolongó desde las 21 hasta las 5.40 del lunes y estaban presentes, además de Noseda y Güiraldes, Oscar Camilión, Mariano Grondona, Saúl Hecker y Basilio Serrano.
Sin urgencias políticas inmediatas, se tocó un tema casi bizantino: el de los espacios vitales. Camilión expuso allí algunas de sus tesis sobre política internacional.
A los pocos días, con cierta nostalgia, volvió a efectuarse una reunión frentista, a la que habían sido invitados los socialcristianos Rodolfo Martínez, Alfredo Garófano y Mariano Grondona; los justicialistas Rodolfo Tecera del Franco, Lascano y Carlos Bramuglia; los "desarrollistas" Mariano Montemayor, Oscar Camilión y Juan José Güiraldes; los conservadores populares Eduardo Paz, Zorraquín Becú y Carlos Miguens y los frondizistas David Blejer, Alfredo Roque Vítolo y Oscar Valdovinos.
Se consideraron distintos aspectos de la vieja idea de algunos de los reunidos (la formación de un "Partido Nacional") y se hicieron consideraciones sobre eventuales dificultades del gobierno de Illía. Indudablemente, los frentistas (o ex frentistas, ya que ellos mismos consideran que el Frente ha muerto) quieren demostrar que no han perdido totalmente vigencia política.

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Parlamento
Dos problemas: Falta de espacio y de quórum

La existencia de once bloques en la nueva Cámara de Diputados de la Nación volvió a plantear entre algunos teóricos-constitucionalistas el complejo problema del quórum. Como se sabe, la Argentina es uno de los países donde se exige un alto quórum para que puedan sesionar sus cuerpos deliberativos, lo que ha favorecido tradicionalmente a las minorías parlamentarias.
El pasado del Parlamento local demuestra que como siempre se producen algunas ausencias por motivos diversos, basta muchas veces con que un bloque se retire del recinto para que se quiebre el quórum y no se esté en condiciones de votar. Ahora, con la abundancia de bloques y el hecho de que ninguno dispone de mayoría absoluta, el problema probablemente tenderá a agravarse.
La tesis sería, con respecto al quórum, la siguiente: cuando la Cámara de Diputados ha sido citada a reuniones ordinarias, en días y horas fijados, con la presencia de la mitad más uno de los diputados, el número exigible debe ser menor al del 51 % (así ocurre en numerosos países). Como se trataría de sesiones convocadas con el acuerdo de la mayoría absoluta de los diputados, los inasistentes se perjudicarán con su ausencia al perder la posibilidad de emitir su voto. Ahora, dicen los partidarios de la reforma del reglamento, los ausentes son premiados, pues consiguen muchas veces imponer sus puntos de vista al inhibir legalmente a la mayoría para actuar.
El nuevo presidente de Diputados, Arturo Mor Roig, ya efectuó, la semana pasada, algunas consultas sobre la posibilidad de una reforma del reglamento de la Cámara. Piensa que es necesaria una reestructuración integral de dicho reglamento, y lo asesora un técnico en la materia, el doctor Emir Mercader, quien, a pesar de estar enfermo, prometió ayudarlo. Muchos de los aspectos concretos podrían ser resueltos en forma similar a la que se utilizó en el reglamento de la Cariara de Representantes de Estados Unidos.

Expansión: Una necesidad
Días pasados, Mor Roig recorrió el Congreso en compañía del secretario administrativo, doctor Oliver. Ambos coincidieron entonces en que el problema del reglamento estaba vinculado con una reorganización funcional de la Cámara de Diputados.
Una de las cuestiones más importantes, a juicio de Mor Roig, es la de la falta material de espacio. Hay actualmente comisiones que funcionan en una sola habitación, y ahora, con la mayor cantidad de bloques, esas limitaciones se agudizarán. Ya el anterior presidente del cuerpo, Federico Fernández de Monjardín, había planeado adquirir varias casas de los alrededores, cosa que finalmente no pudo hacer, tanto por falta de fondos como por inconvenientes conexos que se plantearon: los inquilinos de esas casas efectuaron manifestaciones frente al Congreso, porque nadie había arbitrado los medios para —en caso de expropiación— solucionar las dificultades de vivienda que se presentarían a los ocupantes de los edificios. De todas maneras, se habían podido conseguir otros locales que no solucionaron el problema. Además, se encontraban un poco lejos del Congreso.
Mor Roig entiende que en materia de espacio la Cámara de Diputados se verá ante una encrucijada: o se resuelve que las comisiones funcionen dentro del edificio del Congreso y los bloques fuera, o se decide que los bloques tengan lugar de reunión dentro del edificio y las comisiones fuera. Aparentemente, se impondría el segundo temperamento.
Obviamente, esta carencia física provocará situaciones incómodas al reabrirse la actividad parlamentaria. Tampoco es fácil darle un corte rápido o conseguir de la noche a la mañana los fondos necesarios para tan indispensable etapa de expansión.
En cuanto a otras reformas que Mor Roig confía concretar, se considera una de las más importantes la que establezca límites estrictos para los discursos: una hora para los miembros informantes; media, para los otros diputados. También tratará de que las comisiones tengan un papel más importante que cumplir.
El actual reglamento había sido redactado en 1941 por una comisión que incluía a Juan Antonio Solari y Reynaldo Pastor. Desde entonces no sufrió variaciones sustanciales hasta 1955, en que se modificó el artículo 10, que se refiere al juramento de los diputados, y el artículo 96, que alude a las fundamentaciones de los proyectos. En
1958, el doctor Agustín Rodríguez Araya propuso, sin éxito, eliminar la segunda modificación citada.

Quórum: Tema espinoso
En lo que respecta a cambios del Reglamento con el fin de crear un quórum menos estricto en los casos de sesiones ordinarias, sería necesario reformar el artículo 14, que exige la "presencia de la mitad más uno del número total de Diputados". Existiría, sin embargo, un obstáculo casi insalvable para una reforma de ese tipo: el artículo 56 de la Constitución Nacional establece taxativamente que "cada Cámara es juez de las elecciones, derechos y títulos de sus miembros, en cuanto a su validez. Ninguna de ellas entrará en sesión sin la mayoría absoluta de sus miembros; pero un número menor podrá compeler a los miembros ausentes a que concurran a las sesiones, en los términos y bajo las penas que cada Cámara establecerá".
La interpretación directa y obvia de este artículo es que por mayoría absoluta debe entenderse el 51 % de los miembros: el reglamento, así, no podría ser modificado sin tocar la Constitución. No obstante, por vía de interpretación, algunos estiman que una reforma es posible sin contingencia constitucional: bastaría con entender que la compulsión de los legisladores ausentes puede consistir en dar validez a las decisiones de los reunidos, siempre que sobrepasen cierto número mínimo y luego de haberse llamado a sesión en día de reunión ordinaria.
Un constitucionalista, interrogado por PRIMERA PLANA sobre esa eventualidad, exclamó: "Por vía de interpretación, todo es posible. Pero una reforma así violaría directamente el espíritu del artículo 56 de la Constitución, y sobre eso no pueden existir dudas".

Revista Primera Plana
27.08.1963

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Martínez