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EL MONSTRUO ESTA ENFERMO
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—¿Qué va a llevar, señora?
—Déme un kilo de azúcar, media de huevos y un cuarto de queso de rallar.
Don José, el viejo almacenero del barrio, empaquetó el pedido y sumó.
Pero la imagen cambió. Poco a poco y en lugar de don José aparecieron largos y coloridos estantes de mercaderías, dos brazos ágiles y anónimos esperando al final de un extenso recorrido, un tecleo interminable en la caja registradora, y un circular rápido de las mercaderías que "el consumidor" ha adquirido.
Son los SUPERMERCADOS.
Es indudable que su existencia no se debe a circunstancias fortuitas, sino que aparece en nuestro tiempo por un factor de necesidad.
En nuestro país la Ley 17.024, promulgada el veinticinco de noviembre de mil novecientos sesenta y seis, fue dictada con la intención de fomentar la creación de supermercados, otorgándoles distintos tipos de ventajas, sobre todo en lo que hace a las reinversiones para su desarrollo, pero posteriormente la Ley 18.425 del treinta de octubre de mil novecientos sesenta y nueve acude en auxilio de ellos, autorizando a los Bancos oficiales a apoyarlos con el crédito.
Es entonces que advertimos que el monstruo puede estar flaqueando. No criticamos medidas oficiales de apoyo, sólo señalamos un hecho que indudablemente hace al quehacer y estructura financiera de estos entes, pero no deja de ser un llamado de atención en el sentido de que algo puede no andar bien en el sistema.
Un monstruo ya está herido, y de su herida manan cifras y cifras. Buscando un paliativo a su enfermedad ya se le ha aplicado el primer medicamento: éste es bien conocido en la farmacopea del comercio y se denomina "convocatoria de acreedores".
Tal enfermo se conoce con el nombre de SUPERCENTRO SATELITE, que es la denominación con que actúa "COMERCIAL ARGENTINA S.A.C.I.I.F. y A.", entidad constituida el quince de Julio de mil novecientos sesenta y ocho con un capital autorizado de TRESCIENTOS MILLONES DE PESOS MONEDA NACIONAL y que inauguró sus hermosas instalaciones el veinticinco de noviembre de mil novecientos sesenta y ocho.
Se proyecta Satélite en forma impactante y en su balance general del treinta de junio de mil novecientos sesenta y nueve ya acusa una utilidad neta de CIENTO SESENTA Y NUEVE MILLONES DE PESOS MONEDA NACIONAL en sólo siete meses de actividad.
El veintinueve de diciembre de mil novecientos sesenta y nueve la sociedad aumenta su capital a MIL DOSCIENTOS QUINCE MILLONES DE PESOS MONEDA NACIONAL, pero en los primeros días de febrero de 1970 se presenta ante los Tribunales de Comercio solicitando la convocatoria de sus acreedores pues no puede dar cumplimiento en forma puntual a sus obligaciones.
Es sabido que los supermercados tienen su origen en Estados Unidos y es indudable que su mecánica ha sido copiada y adaptada a nuestros usos y costumbres.
Pero fundamentalmente existe una diferencia básica, y es que en el país del norte, en la mayoría de los casos, los locales en que funcionan se alquilan para desarrollar su actividad. En cambio en nuestro país se ha adoptado un régimen con otra modalidad, consistente en adquirir los inmuebles en que han de instalarse.
Como se puede apreciar, ello determina grandes erogaciones de muy dificultosa amortización, CUATROCIENTOS NOVENTA MILLONES DE PESOS MONEDA NACIONAL en el caso de Satélite solamente por el inmueble.
Ello lleva a buscar el auxilio de préstamos hipotecarios, que en el caso de los supermercados es totalmente contraproducente, pues en vez de hacer producir al capital tienen que pagar para poder conseguirlo.
En tal sentido se manifiesta Satélite, cuando invoca como una de las causales de su situación la no obtención de un importante crédito hipotecario gestionado en el exterior.
No acusamos, no defendemos ni juzgamos.
Entendemos, sí, que en algunos de los cuatro elementos físicos integrantes de la relación comercial que se inicia en el productor y termina en el consumidor, los que ya señaláramos al principio, puede estar la falla del sistema, y decimos puede y no debe porque no hay que olvidar que también el Estado, en su faz tutelar o promocional, puede gravitar decisivamente.
Existe un desequilibrio. El provoca víctimas y victimarios. Y aquí debemos volver a preguntarnos, ¿quién es quién?
¿El productor, cuyos precios son altos? ¿El distribuidor, que trabaja con márgenes excesivos? ¿El comerciante, que se engrana en un esquema determinado? ¿El consumidor, que puede no estar preparado para un régimen masivo de ventas?
Las respuestas exceden las intenciones de este artículo. El tiempo y el país las irán dando, sin perjuicio de las formulaciones de los economistas.
Los argentinos no debemos desperdiciar la oportunidad de integrarnos a sistemas de comercialización beneficiosos para todos sin excepción. Debemos entender que el beneficio de uno es tal cuando de alguna manera es también beneficio de todos.
Dejamos por lo tanto planteada la cuestión. ¿Estamos en la época propicia o no?.
Embarcar las inquietudes empresariales en pos de fines comunitarios debe ser un objetivo y cuando estén dadas las condiciones para ello.
El mañana nos dará la respuesta y esperamos estar presentes para seguir dando nuestro testimonio.
marzo de 1970
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