"Este país es de una blandura extraordinaria, que se
confunde fácilmente con cobardía y complicidad", proclamó
Jorge Luis Borges en su despacho de la Biblioteca
Nacional. Entretanto, Tita Merello respondía: "Nada me
molesta de los argentinos. Me gusta como somos".
Entre estos dos extremos, con todas las variantes
atribuibles a posición social y económica, a nivel
cultural y a temperamento personal, hombres y mujeres de
los más diversos campos —actores, actrices, médicos,
novelistas, vedettes, boxeadores, psicólogos y ensayistas,
sacerdotes, humoristas y navegantes solitarios—
respondieron la semana anterior o una encuesta de ANALISIS
sobre lo que avergüenza a los argentinos, ya sea como
individuos o miembros de una comunidad.
Las conclusiones oscilaron siempre entre lo que nos falta
y lo que nos sobra, formas opuestas de apuntar, consciente
o inconscientemente, a los complejos de un país
indefinido.
Para algunos resultó demasiado importante Como para
responder espontáneamente y prefirieron hacerlo frente al
teclado de una máquina (Abel Santa Cruz); otros lo
encontraron demasiado trivial como para comprometer un
cierto prestigio (Marcelo Sánchez Sorondo) o demasiado
"parecido a" (Germán García) De pronto, muchos contestaron
con cautela o evasivas (Norman Briski) y otros, en cambio,
con inusitada sinceridad (Héctor Coire). Atemorizados o
condicionados por sus antecedentes o funciones actuales,
Arturo Frondizi y Marco Aurelio Risolía, entre varios,
negaron sus opiniones. También hubo contestaciones
inexplicables ("María Elena Walsh no contesta esas
preguntas").
En rigor, la vacuidad o no de las preguntas dependía,
exclusivamente, de la calidad de las respuestas: tal como
se confeccionó el cuestionario, se dejaba librado a las
intenciones de cada uno dar la orientación preferida o
necesaria al problema de las Vergüenzas de los argentinos.
El más advertible de los complejos —30 por ciento de las
respuestas— fue el de inferioridad, en una u otra de sus
múltiples manifestaciones. Luego los temores al cambio, al
ridículo —20 por ciento—. En un nivel personal, casi el 30
por ciento confesó no tener complejos o no avergonzarse de
nada (!). El defecto más molesto de los argentinos fue,
para el 18 por ciento, su dependencia de pautas
extranjeras.
1.- ¿Dé qué Se acomplejan o avergüenzan los argentinos?
JUAN CARLOS ALTAVISTA (actor): No tenemos nada de qué
acomplejarnos y mucho de qué enorgullecernos.
JORGE ALVAREZ (editor): Lo único que puede acomplejar a
los argentinos es la ineficacia de nuestra clase
dirigente. Características —y no complejos— son cierto
temor al ridículo, propensión a la envidia y temor al
cambio.
RODOLFO BEBAN (actor): No creemos en nuestras propias
fuerzas; nos frena un complejo de inferioridad en todo
orden de cosas. Como la figura del clavo que dice: "Si
hablo me dan por la cabeza". Otro problema: queremos creer
pero no tenemos en qué. Y es natural, el pueblo fue
vapuleado y defraudado muchas veces. Para creer hay que
tener grandes hombres.
MIGUEL BELLIZZI (cirujano): Hay miedo a comprometer una
opinión, resistencia al cambio, temor al ridículo.
EDUARDO BERGARA LEUMANN (La botica del ángel): Unos creen
que no tienen complejos y piensan que tenerlos es cosa de
raros o de poco machos; otros, creen que tienen más
complejos de los que hay.
ARMANDO BO (director de cine): No creer en nosotros mismos
es el primero de los complejos argentinos. Se trata
siempre de derrumbar lo nacional. Ejemplo: Bigritte Bardot
es la mamá de Francia; en Argentina, hay quienes quieren
tirar la cáscara de banana para que Isabel (Sarli) se
rompa una pierna. Ya ni en el fútbol creemos. Bonavena,
para convencer al público, tiene que ganar por K. O...
¡pobre tipo!
OSCAR NATALIO BONAVENA (boxeador): No creo que los
argentinos tengan complejos. Puede ser que tengan el de no
ser argentinos.
JORGE LUIS BORGES (escritor): Contrariamente a lo que se
supone, el argentino es esencialmente tímido; admiramos al
compadre porque hay muy pocos. El mayor temor que tenemos
es ponernos en ridículo. Se advierte en la arquitectura:
la mayoría de las construcciones son grises. Se busca lo
que menos pueda llamar la atención. Eso va con el temor a
comprometernos. En política es una forma de complicidad,
como el lema de Lonardi: "Ni vencedores ni vencidos".
NORMAN BRISKY (actor): Nuestro principal complejo es el de
Edipo, porque dependemos de la Madre Patria. Otro: el de
que no podamos ser ni siquiera un país capitalista.
SUSANA BRUNETTI (vedette): No hay una raza, algo como para
querer y defender más al país. Esa fuerza que se advierte
en México, por ejemplo, mientras Buenos Aires se
caracteriza por ser una ciudad europea.
HECTOR COIRE (animador): Hacia el país no creo que haya
complejos. En cambio, queremos ser los mejores del mundo,
no nos gusta perder, queremos tener siempre razón... Pero
los que sienten eso, más que argentinos son porteños; y,
fundamentalmente, la Argentina es tierra y no asfalto.
ERNESTO DEIRA (Pintor): Existe un complejo de inseguridad
que hace considerar todo lo importado como lo mejor. Desde
las ideas hasta las medias de nylon. Todo el mundo se
siente turista, nos fugamos de la realidad. La inseguridad
general provoca el delirio de grandeza. Somos básicamente
desarraigados. Además, es muy difícil que un' argentino se
desprenda de esquemas para considerar dinámicamente la
realidad; es una forma particular de maniqueísmo: no creen
demasiado en el bien o, por lo menos, que lo que está
puesto de su lado sea el bien.
SARA GALLARDO (escritora): Igual que los mestizos, los
homosexuales, los hijos naturales y algunos genios, los
argentinos encuentran su ser puesto en cuestión: europeos
en Latinoamérica y latinoamericanos en Europa. Se portan
con prepotencia cuando visitan Latinoamérica y con
admiración servil cuando recorren Europa o Estados Unidos.
Sin embargo, no existe ser más sutil, irónico, simpático e
inteligente que un argentino en la Argentina. Alguna vez,
alguna causa los moverá a jugarse. Ese día cambiarán.
GERMAN GARCIA (escritor): Como comunidad,, no sé qué
acompleja a los argentinos. Quizá la falta de imaginación
y de actitud creadora.
HECTOR RICARDO GARCIA (periodista) : La gran contra de los
argentinos son los argentinos mismos. Yo voy mucho al box.
Bueno, cuando un fallo se da a un argentino por poco
margen se protesta, se dice que en el exterior no hubiera
ganado. Siempre estamos disconformes. No tenemos valentía
de decir que somos los mejores; que el mejor periodismo es
el argentino; que tenemos la mejor radio y la mejor
televisión, en su parte privada. Es que no somos
nacionalistas, como los brasileños, por ejemplo. En
Alemania, si conocen la bandera argentina es por Bonavena.
Tenemos muchos embajadores que nos cuestan plata y los
mejores embajadores son los deportistas, que no cuestan
nada. Por eso yo no estoy de acuerdo con los que
criticaban a Perón porque se abrazaba con Gatica. Yo no
soy peronista, pero si se ensuciaba el traje, era de él,
¿no?
HUGO GATTI (futbolista): No creo que los argentinos tengan
complejos. Somos, sí, un poco indios, sobradores. Vamos a
jugar a Europa y nos portamos como argentinos. Eso no
quita calidad y roce.
JORGE GARCIA BOUZA (psicólogo social): Los porteños de
cierta clase, más que los argentinos en general, acusan un
gran desconcierto y desorientación, propio de las
sociedades urbanas, que surge frente al proceso social de
características crecientes de complejidad e inestabilidad.
Cuando el cambio y la complejización ocurre en el campo de
las conductas, valoraciones políticas o religiosas, puede
surgir el escándalo y la vergüenza, sobre todo en los
sectores más atrincherados, los mayores de edad o los más
poderosos. Simétricamente está la rebeldía de los jóvenes,
de cualquier grupo en condiciones de inferioridad, que
importa también desconcierto y vergüenza porque la
sociedad no es como ellos necesitan que sea.
La timidez del porteño, que a veces se disimula con la
sobrecompensación de la guarangada o el riesgo, proviene
de la inestabilidad del país.
JUAN CARLOS GENE (actor y director teatral):
Fundamentalmente existe un complejo de inferioridad,
típico de los países dependientes y de sus desconcertantes
ciudadanos.
ARTURO JAURETCHE (ensayista): El único complejo grave de
los argentinos surge del colonialismo cultural. Como todo
complejo, tiene reacciones defensivas exultantes. Entonces
viene aquello de "no hay bife como el nuestro" y eso nos
condena a oscilar entre el tilingo y el guarango. Todo es
producto de una educación. Otra explicación no cabe,
porque complejo de inferioridad no tiene el inmigrante ni
ningún pionero. Tampoco, naturalmente, el criollo, cuya
fuerza surgía de su seguridad. Ocurre que nuestros
instrumentos de formación cultural no han puesto el acento
en el ser sino en el cómo ser y nos han querido formar no
según nosotros sino a manera de. Fracasaron, porque la
realidad americana se impone, pero lograron quitarle
seguridad, certidumbre. (Me percato ahora que hablé de los
porteños más que del argentino en general).
JUAN JOSE JUSID (director de cine): Peripecias políticas y
económicas han contribuido a crear en los argentinos,
específicamente en los porteños, un escepticismo burlón,
una actitud de desentendimiento con la propia realidad. Es
nuestro famoso no te metas, pensar que no vale la pena
jugarse por nada. Aceptarlo es la más peligrosa de las
castraciones:, la propia.
MARCELA LOPEZ REY (actriz): El porteño tiene el complejo
del cornudo: tiene terror de ser engañado por su mujer.
Además se avergüenza de expresar sus afectos y, como
ciudadano, es muy contradictorio: quiere mucho a su país
y, al mismo tiempo, lo niega.
TITA MERELLO (actriz): Nos damos cuenta que estamos un
poco desconectados con el resto del mundo: somos el último
aeropuerto de todo itinerario, más allá no se puede ir.
Pero tenemos de todo, grandes cirujanos, grandes poetas,
un gran pueblo.
PALITO ORTEGA (cantor): Creo que la palabra es
frustración, nacida de deseos muy grandes de superación,
de ver a la Nación cada vez más importante. Pero la
Argentina es un país en crecimiento y nadie puede sentirse
acomplejado de su país; lo que ahora nos falta ya lo
tendremos.
ROBERTO PERFUMO (futbolista): Este país tiene un poco el
complejo de superioridad, pero no creo que
fundamentalmente padezca de complejos.
QUINO (humorista): Nos acompleja no ser primeros del mundo
en casi todo.
TELMA RECA (psicóloga): Hay enormes diferencias entre los
argentinos de la capital y los de otras zonas; y no sé si
hay denominador común de complejos, dado que sabemos muy
poco de una gran masa de argentinos. Los más comunes en
buena parte de los argentinos son los complejos de
inferioridad y de superioridad. Uno, se expresa en el
desborde de afirmación de cualidades en relación a otros
que no son argentinos. Otro, en la toma, admisión y
reverencia de elementos de conocimiento, formas de vida y
productos de otras naciones. Ambas cosas son muy
perjudiciales, aunque comprensibles, dado que éste es un
país que se ha desarrollado rápidamente, acusa grandes
desniveles y no tiene una tradición elaborada con los
siglos.
ABEL SANTA CRUZ (libretista): Saliendo del país
descubrimos que lo que suponíamos complejos argentinos
son, simplemente, complejos de hombres. Pero si se nos
intima a hacer folklore con el complejo, hablemos del
sentido del ridículo que nos caracteriza: una timidez que
de pronto nos frustra y de pronto nos convierte en
heraldos del buen gusto. Porque, por ejemplo, mamá y mis
tías se negarían a ponerse los sombreros, los zapatos y
los vestidos con que las ancianas gordas que veranean en
playas norteamericanas componen un estrepitoso himno a la
mezcolanza. Por otra parte, tiene desgraciada vigencia
nuestra humillante sensación de colonos, nacida bajo la
advocación de Bernardino Rivadavia e irremediablemente
abonada por recuerdos tan aberrantes como el pacto
Roca-Runciman. Claro que este socorrido "complejo de
inferioridad" es una cólera sorda por lo que nos pasa y
una frenética necesidad de sobreponernos.
JOSE ANTONIO SOJO (sacerdote, profesor de teología):
Tenemos un poco el deseo de aparentar. Se ve en la forma
de vestir: somos muy elegantes, pero más vale no
investigar porque el tipo que usa un traje impecable vive,
a lo mejor, en una casita de lata. También noto una gran
distancia entre lo que decimos y hacemos; recuerdo un
dicho que creo es de Ortega: Argentinos, a las cosas.
Abunda el blablaísmo. De pronto, creo que tenemos la manía
de comparación, de ponderación de lo nuestro, de decir
tenemos de todo, que atribuyo a un mal entendido
patriotismo. Nos caracteriza, además, el temor al
ridículo, muy inhibitorio la mayoría de las veces.
DAVID STIVEL (director teatral): Es difícil referirse a
todos los argentinos, y ése podría ser el primer complejo:
la falta de una clara representación del ser nacional. Los
porteños acusan la imperiosa necesidad de demostrar su
machismo y las mujeres su frágil femineidad. Constituyen
rasgos característicos de su difícil conexión con la
realidad. Eso se entronca con una serie de lugares
comunes: somos los mejores del mundo, Dios es argentino.
Cosa que se contradice con nuestra necesidad de ser
víctimas del paternalismo más evidente, de líderes fuertes
o gobiernos ídem.
MIRKO TAPAVICA (navegante solitario): No hay complejos,
según mi criterio, en el orden social ni el cultural. En
lo económico, quizá los argentinos se sienten algo
acomplejados por la falta de expansión, dado que gran
parte de las mercancías y creaciones llegan del
extranjero.
DIMMA ZECCHIN (modelo publicitaria) : El argentino busca
mucho imitar al europeo, sin desarrollar su propia
personalidad. Pueden acomplejar a los argentinos la
desorganización y la subversión de ciertos valores. Pero,
además, el argentino es muy cómodo y no está habituado a
las reacciones drásticas. Aunque la violencia me aterra,
comprendo que hace falta para solucionar ciertas cosas.
2. ¿Cuáles son sus vergüenzas y complejos personales?
ALTAVISTA: ¿De nada, por qué? ¿No le dije que no tenemos
complejos?
ALVAREZ: Aquellas cosas de las que poseo determinada
conciencia, para nada me parecen complejos.
BEBAN: Me acompleja no ser un superdotado para darle al
país la solución que necesita y haber descubierto mi faz
exterior como artista dejando de lado la parte interna,
que descubro no tiene nada.
BERGARA LEUMANN: Me avergüenzo de haber descubierto recién
ahora que soy argentino, que quiero a mi país y a su
gente.
BELLIZZI: Le tengo miedo al ridículo. Yo no podría andar
con un saco al que se le cayó un botón: ;Me vuelvo a casa
volando!
BO: Creo no avergonzarme de nada. Siempre fui honesto me
he fundido y he vuelto a empezar veinte veces, pero nunca
estafé a nadie.
BONAVENA: ¿Complejos yo? No, no tengo ninguno. Puede
avergonzarme perder el título mundial, porque por encima
del dinero que pude ganar ahí yo representaba al país y
todos quedamos mal.
BORGES: Soy tímido. Salvo que, al pisar los 70 años, he
comprendido que la timidez no es importante. Sin embargo,
cada vez que tengo que dar una conferencia me siento
físicamente aterrado.
BRISKY: Me avergüenzo de lo que se avergonzaría cualquier
buen argentino: de que no se festeje el Día del Trabajo,
de no tener cuatro hijos, de que haya muchos gordos
BRUNETTI: Puedo a veces ser muy tímida. No es que lo sea
para sacarme la ropa, pero fuera del escenario lo soy y
mucho. También, soy muy habladora y un poco muy ambiciosa.
Me avergüenza que hablen mal del país. En México me
comentaron un dicho: "Si quieres hacer negocio compra a un
argentino por lo que, vale, y vendelo por lo que cree que
vale." ¡Me puse tan colorada! De rabia, claro.
COIRE: Me avergüenzo de lo, poco que soy y lo mucho que me
creo, y no soy absolutamente nada...
DEIRA: Odio de mí mismo; la cobardía que practico todos
los días. Cobardía de no arrojarme permanentemente a lo
que me parece necesario. Es aceptar limitaciones,
inconscientemente, de mí mismo y del medio ambiente,
impuestas por el miedo a las sanciones internas y
societarias.
GALLARDO: Participo del más argentino de los complejos: la
reserva.
GERMAN GARCIA: Me molesta no ser libre. No poder actuar
siempre en función de lo que pienso, ni pensar en función
de lo que hago. Me avergüenzo de la represión propia y,
del medio.
HECTOR R. GARCIA: Yo no tengo complejos. En la vida hice
siempre lo que quise.
GATTI: Soy tímido. La gente me conoce mucho,
desgraciadamente, y eso me da vergüenza.
GARCIA BOUZA: Me avergüenzo de aquellas debilidades mías
que puedan causar daño a los que me rodean.
GENE: Esto lo hablo totalmente con mi analista.
JAURETCHE: Esas son cosas personales.
JUSID: Mi viaje por Europa me hizo tomar conciencia de una
particular limitación que padecía. La de la dependencia y
servilismo cultural a los moldes de la cultura europea.
LOPEZ REY: Acepto que hay cosas que me afectan a nivel
personal, pero prefiero no hablar de ellas.
TITA MERELLO: Tengo complejo de inferioridad porque soy
chiquita y
gorda y me hubiera gustado ser alta y delgada.
PALITO ORTEGA: No tengo por qué avergonzarme de nada. La
vida me ha dado más de lo que soñé.
PERFUMO: Me avergüenzo cuando defraudo a alguien en mi
profesión.
Pero mi problema es mi falta de audacia, fuera del fútbol,
para encarar empresas de cualquier tipo.
QUINO: Me avergüenza, mi informalidad, mi inconstancia, mi
falta de naturalidad y soltura en el trato con los demás.
Estas también son. características nacionales.
TELMA RECA: No tengo, honradamente, nada de qué
avergonzarme. Puedo haberme equivocado, pero siempre
procedí de acuerdo con Jo que consideré mejor.
SANTA CRUZ: Puedo y debo avergonzarme de mis cobardías y
mis equivocaciones maliciosas, Pero esto nada tiene que
ver con la nacionalidad que disfruto o con el estupendo —y
desdichado— país en que he nacido.
SOJO: Como sacerdote, habiendo elegido un estado que
requiere generosidad, abnegación y dedicación, siento que
hay diferencias; entre la realidad y el ideal que me
propongo.
STIVEL: Me avergüenzo de tener miedo, de no hacer lo
necesario para que las cosas que creo que están mal
empiecen a cambiar.
TAPAVICA: No me avergüenzo de nada. Entiendo que lo más
sublime es poder dar, ofrecer algo a quien lo necesita.
Por lo tanto, cuando sé de alguien que está necesitado y
no estoy capacitado para otorgárselo me siento apenado.
DIMMA: Me avergüenzo de mis indecisiones: a veces necesito
que me empujen para hacer algo necesario. Me afecta no ver
claramente lo que quiero.
3. ¿Qué le molesta o avergüenza de los argentinos?
ALTAVISTA: Que me hagan preguntas como esta.
BEBAN: Lo que molesta es, como dijo Unamuno, que no nos
miremos a la cara y caminemos juntos, hacia la tumba del
Quijote. Debe haber grandes soluciones para este país que
aguanta a pesar de todos sus desastres.
BELLIZZI: Vivimos apegados a las tradiciones, mantenemos
divisiones por asuntos pretéritos porque no somos capaces
de llenar el vacío del futuro. El argentino, fuera de su
medio, crece de manera total. En cambio, su propio medio
lo ahoga, su temor al ridículo y a afrontar el porvenir.
El país no cambiará a menos que se produzcan
modificaciones internas, que la gente no tema
comprometerse.
BERGARA LEUMANN: Me molesta que los argentinos no hagan
todo lo que pueden hacer. Me afecta el derroche de
capacidad y ciertos slogans: "somos un país joven" o
"estamos en el traste del mundo".
BO: Deberíamos ser más nacionalistas, creer más en los
argentinos. En el extranjero me ofrecen siempre trabajo y,
sin embargo, vuelvo porque creo en la Argentina.
BORGES: Actualmente, me parece que este país es de una
blandura extraordinaria, que se confunde fácilmente con
cobardía y complicidad. En los diarios, por ejemplo, no
hay crítico que se atreva a decir que una obra es mala, no
quieren enemistarse con nadie. En el siglo XIX la gente,
equivocada o no, estaba dispuesta a jugarse. A mi abuelo
lo mataron en una revolución, en 1874. Desde 1955 hay en
el país una serie de revoluciones incruentas. Eso no
quiere decir que yo sea sanguinario, pero advierto que los
únicos que conservan cierta violencia son los criminales.
BONAVENA: Me molesta que demos importancia a lo extranjero
y nos volvamos locos por cualquier cosa que venga de
afuera. Yo tengo un Mercedes Benz, así que no hablo por
interés propio, pero me da mucha rabia que a los Torino
los silben en todas las carreras porque ganan siempre. Y
es el mejor coche argentino, viejo.
BRISKY: Bueno, déjame pensar, porque todo lo que se me
ocurre no lo puedo decir..., me meterían en cana.
BRUNETTI: Me molesta la excesiva vanidad de los
argentinos, pero no tanto acá sino afuera, donde nos
sentimos la mamá de Tarzán. También
que no seamos más unidos para hacer cosas importantes.
COIRE: El argentino, solo, es un hermoso ejemplar, pero en
patota es insoportable.
DEIRA: El argentino debe tomar conciencia de su pobreza de
antecedentes y de su indefinición, resolverse a asumir
todo su contexto para lograr su propia imagen.
GERMAN GARCIA: Me molestan la solemnidad, la falta de
espontaneidad, la desvalorización personal respecto de
poderes y valores establecidos.
HECTOR R. GARCIA: Me molesta la falta de patriotismo. El
25 de Mayo, en un cine, nadie sabe cantar el Himno o si lo
cantan lo cantan bajito, con vergüenza... Los que fuimos a
las Malvinas estamos procesados y algunos presos. En otro
país, en Uruguay, pongamos por caso, les hubieran dado la
medalla al volver, en cambio, nosotros fuimos todos
presos.
GATTI: Somos muy fanfarrones, muy ganadores. Nos cuesta
mucho aceptar que estamos equivocados.
GARCIA BOUZA: Una de las cosas que me molesta y divierte,
al mismo tiempo, es que somos virtuosos en la queja. Hace
un tiempo me molestaba la ineficacia del argentino a nivel
instrumental, su falta de armas elementales para poder
funcionar, como el orden, la puntualidad. Creo que
cambiamos, sobre todo en las ciudades.
GENE: Obviamente, me avergüenza nuestra tendencia a la
dependencia económica, política y cultural. O, mejor
dicho, no advertir que lo último es consecuencia de las
dos primeras.
JAURETCHE: Todo lo que se refiere a la falta de fe en sí
mismo y en el país me molesta. La constante comparación
peyorativa, propia de los tilingos. Prefiero al guarango,
porque éste es el diamante sin pulir y el tilingo el que
se pasó de talla.
LOPEZ REY: Muchas de las cosas que me molestan de los
argentinos las comprendo y, por eso, dejan de molestarme.
Lo más serio es, probablemente, su falta de definición: no
está en una cosa ni en la otra.
TITA MERELLO: Nada me molesta de los argentinos. Me gusta
como somos.
PALITO ORTEGA: Me molesta la falta de autenticidad de
algunos. Tenemos que mirarnos un poco más entre nosotros,
reconocer el talento que hay en nuestro país.
PERFUMO: En el país existe indolencia y eso trae
desorganización. Lamento la distancia que existe entre las
posibilidades del país y su realidad. Creo que la nueva
generación, donde me incluyo, va a terminar por romper esa
indolencia y logrará el cambio.
QUINO: Me molesta la avivada, la cachada, la fanfarronería
y el machismo de los argentinos.
TELMA RECA: Me molesta que se sigan servilmente modelos
extranjeros al tiempo que se afirma una superioridad
nacional.
SANTA CRUZ: De los argentinos podría molestarme su
obsesiva sujeción a lo importado, los arrebatos de la
patota, proclive a la delincuencia, la estulticia de los
rastacueros o ese espíritu servil de imitación que
convierte a determinada juventud en un descomunal ejército
de monos. Pero todas esas deficiencias las veríamos en
otras partes. Lo que hizo el pueblo francés en la
Revolución de 1789 configura la exaltación del patoterismo
bañado en sangre. Y esta generación de melenas y canilla
colgada al pescuezo y relaciones prematrimoniales es una
generación imitativa que encontramos en todas las grandes
capitales del mundo. Me niego maniáticamente a reconocer
defectos o virtudes inventados por los argentinos,
pertenecen a la humanidad. Y del argentino deseo una
utopía: su total emancipación del dólar, tanto económica
como intelectual.
SOJO: Ante todo, me molesta la impuntualidad. Si uno va a
un casamiento a la hora anunciada no encuentra ni al
sacristán. La informalidad ha llevado a la pérdida del
culto por la palabra dada: antes se negociaba, se
convenían compras y ventas de palabra. Políticamente nos
empalagamos con torneos de palabras que jamás se
convierten en realidad... y la gente sigue creyendo. En
figuras como el Che Guevara fascina, en cambio, la
autenticidad que no justifica la obra pero sí su gran
atractivo. El podía haberse quedado en Cuba fumando
cigarros y, sin embargo, salió a jugarse. Los comienzos
del Cristianismo se hicieron con esa clase de gente.
STIVEL: Lo que molesta de los argentinos es lo que me
molesta de mí. Nos hace falta impacientarnos un poco más.
Pero tengo confianza en el país, en los que vivimos y
luchamos en él.
TAPAVICA: Me molesta su impuntualidad. Están reñidos con
el horario de sus citas y compromisos.
ZECCHIN: La falta de sinceridad de los argentinos me
molesta; también su machismo. su forma equivocada de
demostrarlo, con la fuerza física o la grosería. Del
argentino me molesta también su falta de valentía para
decir quiero esto y voy a hacerlo. Se detiene demasiado a
pensar si su actitud va a gustar o no, si quedará bien o
cómo saldrá. Le falta espontaneidad, depende del juicio de
los demás. Me indigna la falta de respeto hacia el hombre,
que no se respete su forma de ser, de actuar, de pensar.
Revista Análisis
06.11.1968