Desde el martes 13, un nuevo crimen político vino a
sumarse a la escala de ininterrumpida violencia cuyo
trasfondo sensibiliza a sectores ciudadanos y motiva una
oleada de desencuentros que el país y quienes lo rigen en
las actuales circunstancias observan con creciente
inquietud. El episodio que desde hace 14 días conmocionó
por sus reiteradas características y derivaciones, se
inició con un doble secuestro, el posterior asesinato de
una de las víctimas —el ex estudiante de sociología, Juan
Pablo Maestre— y la desaparición de su esposa, Mirta
Misetich, cuyo paradero aún se desconoce. Una seguidilla
de declaraciones, comunicados, acusaciones veladas o
directas y alertamiento de los medios de seguridad, junto
a la intervención directa de la justicia para esclarecer
los móviles y encontrar a los culpables de tan repudiable
suceso, inflamó la crónica diaria y el comentario común.
Nuevamente el dedo acusador apuntó a los encargados de
actuar contra los grupos y militantes que detentan la
acción subversiva y el panorama se ensombreció tras una
guerra sorda alentada por la violencia que no cesa.
Si existió la participación de un organismo de seguridad o
parapolicial, es un supuesto no comprobado de manera clara
y rotunda. No obstante, dos elementos que desconciertan
por su evidente irregularidad aún no han sido
esclarecidos. Ante el hallazgo del cadáver de Maestre en
un zanjón de la localidad de Escobar, éste fue
inmediatamente inhumado en el cementerio local tras un
impreciso N.N., cuando las normas legales establecen que
debe trascurrir, un tiempo prudencial para identificar a
las personas muertas violentamente cuyos datos de
filiación son desconocidos. Otro detalle tampoco fue
aclarado: no se precisó debidamente si algún organismo
policial o de seguridad del Estado estaba realmente
empeñado en la búsqueda de Maestre. Ante una consulta de
ANALISIS, los abogados que desde un principio actúan como
querellantes en representación de los familiares de la
pareja, sostuvieron las inculpaciones en las que tratan de
colocar en difícil trance a los elementos policiales, y
que afirman han remitido al juez instructor Néstor Sanz.
Parapetados tras el secreto sumarial, evitando "entorpecer
la acción de la justicia", decidieron no brindar ningún
tipo de información a la prensa.
El gobierno tomó inmediatas cartas en el espinoso asunto,
a partir de la presentación del padre de Mirta Misetich,
en Olivos, para solicitar la intervención personal del
Presidente Lanusse en el caso de los Maestre. La respuesta
oficial movilizó su interés por la inmediata
investigación. Desde la Casa Rosada se impartieron
directivas al ministro de Justicia, con el afán de arrimar
la totalidad de elementos disponibles, confesando la
prontitud exigida para acelerar las actuaciones en poder
del juez que entiende en la causa. La Policía Federal
acusó igualmente el golpe de quienes la responsabilizan
directa o indirectamente en el asunto Maestre-Misetich. El
general Jorge Esteban Cáceres Monié desmintió,
enfáticamente, la intervención de la repartición que
comanda en la detención del matrimonio. Las
características del procedimiento empleado, permitieron a
quienes acusan vagamente a los elementos de seguridad,
echar a rodar la especie de una incontrolada acción que
recordó otras similares ocurridas en los últimos años.
Los abogados Mario Hernández, Rodolfo Ortega Peña, Eduardo
Duhalde (defensores del matrimonio Maguid e Ignacio Vélez
en el caso Aramburu), Roberto Sininaglia, Hadalberto
Caviglia y Susana Delgado, tacharon de pasivo, ineficaz y
negligente para entender en el caso al ministerio político
a cargo de Arturo Mor Roig. En los medios políticos llegó
a circular la versión del alejamiento del ministro,
supuestamente ofuscado por los acontecimientos. Una
posterior visita a Lanusse en Olivos disipó esta duda. El
acopio de los "necesarios antecedentes" alertó
la preocupación oficial. Pero el cañoneo de los sectores
opositores no apaciguó sus andanadas.
Idas y venidas.
Tampoco la acción subversiva se llamaba a silencio. Aunque
no se la proclame abiertamente, la ley del talión
continuaba aplicando su inquebrantable filosofía. El
jueves 22, un asalto extremista al registro civil de
Berazategui culminaba con un nuevo asesinato, el del cabo
Juan Ferro, abatido de un tiro en la cabeza por una
integrante de las llamadas Fuerzas Argentinas de
Liberación. La actividad subversiva continuaba
desparramándose por el país. Atentados con artefactos
explosivos, robos y un estado latente de amenazas de
acciones violentas continuaban preocupando a las
autoridades. La versión de que el Poder Ejecutivo podía
arribar a determinado acercamiento con elementos duros,
capaces de utilizar el lenguaje extremista que procura
extirpar, fue desechado categóricamente. Un comunicado
distribuido por Prensa y Difusión afirmó que el gobierno
no dialoga, negocia, ni escuchará siquiera a "elementos
terroristas, subversivos o aquellos que actúan al margen
de las normas legales". La repercusión del caso Maestre
despertaba toda suerte de declaraciones provenientes de
organizaciones políticas, gremiales, profesionales y
estudiantiles. En su mayoría reclamaban una más clara
explicación oficial y el término Escuadrón de la Muerte
(un comando de conocidas correrías como organización
parapolicial en Brasil, destinada al exterminio de
delincuentes comunes) comenzó a circular con insistencia.
En la campaña por esclarecer interrogantes de estos hechos
violentos se asoció un grupo de intelectuales en nota
dirigida al Presidente Lanusse.
El jueves 22, el titular del Poder Ejecutivo respondía a
la ciudadanía, al cabo de una reunión de gabinete,
repudiando "todos los crímenes, sin detenernos en la
ideología de sus víctimas". Por allí campeó el recuerdo
del asesinato del teniente Mario César Asúa, un hecho que
a juicio de los hombres de gobierno no provocó en su
momento destacables repudios colectivos. "Nunca lucramos y
jamás lo haremos con los sentimientos que generan las
muertes", manifestó Lanusse. En el contexto sugerido por
el nuevo brote que se abatió contra el matrimonio Maestre,
el Presidente reiteró reflexiones contra el maniobrar que
"los agentes de la subversión y aquellos que proclaman su
fe democrática, pero no confían en la expresión soberana
de la voluntad popular, han lanzado una campaña para
impedir la conciliación, pretendiendo utilizar en su
beneficio político e ideológico hechos que condenamos con
la energía que merecen"
Militancia. El sepelio de los restos mortales de Juan
Pablo Maestre en la Chacarita, en la mañana de ese mismo
jueves, culminó con una revelación a cargo del ex mayor
Bernardo Alberte. Anunció que en forma anónima había
llegado a su poder, horas antes, un comunicado firmado por
las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Allí resumían
el derrotero ideológico que prendió en Maestre desde que
su madre recibiera ayuda de Eva Perón. Luego, en plena
juventud, Juan Pablo "fue impactado por la acción del Che
Guevara, ingresando en la lucha popular. Sirvió de nexo en
la unión de organizaciones de combatientes como el FAR y
los Montoneros. Intervino en las acciones de Garín, de
Pilar y otros hechos. Cayó víctima del escuadrón de la
muerte que mandan los generales del Gran Acuerdo Nacional.
Pero su ejército, el ejército del pueblo, es capaz de
vencer a cualquier otro".
Opción.
En la resolución de casos aún pendientes de detenidos a
disposición del Poder Ejecutivo, se conoció el viernes 23
la solicitud del abogado Roberto Quieto, detenido en
confuso procedimiento el 7 de julio por efectivos de la
Superintendencia de Seguridad, a las autoridades para
lograr la opción de asilarse en otro país. La elección
recayó en Francia o Perú, por cuanto una norma
complementaria de las disposiciones para lograr el trámite
de asilo, impide la radicación en países limítrofes a
quienes intentan aquella vía legal.
ANALISIS - No. 541 - 27 de julio al 2 de agosto de 1971
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