COPI PROFETA EN PARIS SE OFRECE
PARA SERLO EN SU TIERRA
El tipo está parado en la
puerta de "La Biela"; no muy erguido, con la gran
nariz, afiladísima, surgiendo como un mástil
absurdo entre el pelo que trepa por las orejas, le
abraza las mejillas, hace un par de tirabuzones en
la nuca y se atreve a cubrir parte de la frente.
Es tremendamente flaco. —55 kilos. Y fuma
cigarrillos negros casi sin descanso. Tal vez para
evitar hablar, porque cada vez que tiene que
hacerlo piensa mucho, vacila, y recién entonces su
voz pastosa, grave, una voz que hace que uno
piense que se ha levantado de la cama diez minutos
antes, intenta una respuesta. —Soy muy tímido.
Terriblemente tímido. Y bastante cauteloso. Me
gusta masticar un poco las preguntas de la gente
antes de responder. Al fin y al cabo, al hablar,
al emitir juicios, casi siempre se elabora sin
querer toda una concepción del mundo. Se llama
Raúl Damonte y tiene 29 años. Es hijo de un
periodista famoso. Por la línea materna, lleva la
sangre de los Botana, aquellos que construyeron
"Crítica" y decidieron buena parte la historia del
periodismo argentino. Desde muy chico lo apodaron
"Copi". —¡Qué sé yo por qué! Un sobrenombre, no
más. Parece un nombre de perro. Y eso no tuvo
demasiada importancia, hasta 1962, cuando Raúl
Damonte, o "Copi", decidió viajar a París.
—Había vivido un tiempito allí, durante mí
infancia, y además..., bueno, además nada. Ganas
de irme. Eso fue todo. Me largué a ver qué pasaba.
¿En Buenos Aires? Había dibujado en "4 Patas" y
"Tía Vicenta". También en París comenzó
dibujando, pero de una manera bastante diferente.
Junto con su hermano Jorge dibujaban, pegaban
trozos de plástico, hacían "collages" que vendían
en la calle. —Muy bien. Nos iba muy bien.
Aunque no lo creas, ganábamos bastante plata.
Terminó porque la policía nos prohibió seguir
trabajando de esa manera. Allí comenzó el
proceso que iba a transformar a un argentino muy
joven, introvertido hasta la exasperación, armado
sólo de papel, carbón o tinta china y mucho humor
distinto, casi navegando debajo o sobre la
realidad, en el asombro de Europa. —Ingresé en
"Bizarre", una revista espléndida, mensual, que
ahora sale sólo muy de vez en cuando. Nada... les
llevé mis dibujos. Vos sabés: el pollo, la señera
sentada, la nena, el caracol. Los personajes de
"Copi", los muy célebres en Francia, Italia,
Estados Unidos. Una señora que no abandona jamás
su silla. —Hay varias razones. En primer lugar
ella no puede moverse por el dibujo. Si está de
pie no cabe. Tendría que agacharse en el
cuadradito. Y por otra parte, aunque no me lo
propuse muy claramente, siento que la mujer que
jamás se despega de su silla es, en parte, la
representación de un mundo demasiado quieto,
demasiado rígido, que se niega a moverse mientras
la historia pasa a su lado. En cuanto a los
pollos, los dibujo desde siempre. Hace poco mamá
me mandó a París dibujos hechos por mi cuando
tenía un año. Son pollos idénticos a los que hago
ahora. Vive en el 4 del Boulevard
Saint-Germain, en una zona efervescente, habitada
por estudiantes, no demasiado lejos de la
Sorbona. —Los sucesos estudiantiles de mayo
fueron increíbles. Nadie esperaba un estallido
semejante. ¿Qué podía hacer yo? Dibujar. Eso fue
lo que hice. Hubo argentinos que tuvieron
problemas serios. Le Parc, por ejemplo, fue
expulsado por una orden directa de De Gaulle.
Quiso tomar una medida ejemplar contra un
extranjero. Después la dejó sin efecto, quizás por
consejo de Malraux. Naturalmente, no está
vestido como los argentinos que se visten de
argentinos desde la gomina hasta los zapatos.
"Copi" tiene un traje de fondo violeta a rayas y
una camisa de tonos parecidos. —De allí pasé a
"Le Nouvell Observateur", una revista de 300 mil
ejemplares semanales, y no me moví de allí aunque
con el tiempo empezaron a lloverme ofertas de
todos lados. En la revista están mis amigos, gente
que quiero. —¿Con quién vivís? —Solo. O no.
Siempre hay mucha gente en mi departamento.
Lavelli, García, Graciela Martínez. Debe ser que
conozco mi tendencia a la soledad y por eso núcleo
rostros, voces. Estoy siempre con gente. Hace seis
años que no voy al cine ni al teatro. Leo muy
poco. ¿Cortázar? Lo vi una sola vez, en el
pabellón argentino de la Sorbona. Después, nunca
más. Sí, se lee mucho en París. "Rayuela" es un
éxito formidable. Ahora estamos cruzando
Quintana, hacia la plaza. "Copi" mira Buenos Aires
con avidez, salvo cuando cruza la calle, porque
entonces se detiene, avanza, retrocede, tiende la
mano intentando aferrarse de algo o de alguien.
—Me aterra cruzar ahora en Buenos Aires. Todo
cambió desde que me fui. Los coches van a
demasiada velocidad. Camina por el pasto como
con miedo de romper algo. —En Estados Unidos
mis dibujos salen en "Ever-Green". En Italia, en
"Linus". En España, en "Triunfo". Es curioso: mis
dibujos son considerados por muchos como demasiado
intelectualizados, enigmáticos, llenos de claves
secretas. Y no es así. Fijate que en Italia mi
público es el infantil. No sé. Pienso que las
cosas evolucionan a más velocidad de la que
podemos percibir. Con mis dibujos me doy cuenta.
Antes eran pocos los que se divertían con ellos.
Ahora son millones, en varios países. En
Norteamérica hace dos años que se realizan
estudios de mercado para lanzar un libro mío, y
recién ahora han resuelto hacerlo en cantidades
increíbles. —¿Pensás quedarte? —¿En la
Argentina? No. Quedarme, no. Pienso venir más
seguido, eso si. El año pasado se montó en París
una obra de teatro mía, que en castellano se
llamaría "El día de la soñadora". Tuvo un éxito
increíble, y pienso ponerla en Buenos Aires con
Nacha Guevara como protagonista. Se ha detenido
de golpe y tiene los ojos puestos en la copa de un
ombú que crece en todas direcciones, se retuerce,
parece tener estalactitas de madera. —¡Este es
el árbol de mi infancia! ¡Por fin lo encuentro! Yo
vivía a pocas cuadras de aquí y mamá me traía a
esta plaza. Era algo terrible porque yo detestaba
venir a la plaza y me molestaba jugar con los
otros chicos. Prefería quedarme solo en casa. Mamá
me decía entonces: "Vas a ir sólo por media hora".
Llegaba, me trepaba a este árbol y contaba
desenfrenadamente los segundos. Cuando creía que
había pasado media hora me ponía a llorar y a
gritar como un loco, y tenían que llevarme de
vuelta a casa. En "el día de la soñadora" hay un
gran árbol que ocupa todo el escenario. Los
personajes suben o bajan, trepando o volando.
Cuando el escenógrafo me preguntó: "«Copi», ¿cuál
es tu árbol más querido, el árbol de tu
infancia?", yo saqué un papel y le dibujé éste.
Y ahora, de pronto, parece haber perdido las
palabras para siempre. Mira las hojas amarillas
del suelo, las verdes del árbol, los coches que se
mueven sin ruido, lejos. —Pienso estrenar otra
obra de teatro este año en París. Se llamará "Eva
Perón", pero no tendrá el menor carácter político.
Más bien habrá cierto humor trágico. Nada más.
¿Viajar? No, para nada. Hace siete años que vivo
en París y jamás fui a Londres. Ni siquiera
conozco todos los barrios de París. Yo no soy
un turista. Vivo allí. Me espanta moverme. Son
experiencias que uno hace una vez y basta. Como
exponer mis dibujos. Lo hice hace meses y se
vendieron carísimos. Me pareció horroroso que
hubiera personas mirando los dibujos colgados de
la pared. Horroroso. Y pensar que algunos los
colgarían de sus propias paredes me enfermó. No
tenía ningún sentido. En mi casa yo no tengo
nada colgado en las paredes. Ni siquiera tengo
muebles. Solamente un colchón en el piso. Eso es
todo. Y la mano derecha acaricia el ombú de su
infancia. Al fondo, Buenos Aires es Recoleta, es
Libertador, es un café, un puesto verde de
diarios, un museo rosado. Raúl Damonte, 55 kilos y
29 años, talentoso que hace pensar y sonreír a
muchos kilómetros de esta ciudad, desde el lugar
que eligió sin saber que él también debería asumir
un oficio tan argentino, el de profeta a la
distancia, no en su tierra, está parado junto a
las raíces viejísimas que abren la tierra y la
quiebran. —Quiero hacer cosas aquí. Que se
conozcan mis cosas. Pienso que los argentinos las
pueden recibir maravillosamente. ¿No te parece?
Tal vez el tronco inmenso. Tal vez los edificios
del fondo. Algo hace que "Copi" parezca más
liviano, más frágil. Sin embargo sonríe, y la mano
derecha sigue acariciando la corteza, y los pies
siguen sin apartarse de las raíces. por MARIO
MACTAS Fotos: KARL DUTLI Revista Gente y la
Actualidad 24.04.1968
Ir Arriba
|
Volver al índice
del sitio
RAUL DAMONTE, "COPI", 29 AÑOS,
VIVE EN PARIS DESDE HACE SIETE Y
ASOMBRA A EUROPA CON SU HUMOR, SUS
DIBUJOS, SUS OBRAS DE TEATRO. ESTA EN
LA ARGENTINA, PERO NO SE QUEDA, NO
VIAJA, NO VE CINE NI TV., HABITA UNA
CASA SIN MUEBLES.
|
|