PAYASADAS
LOS GALLOS TURULECOS

 

 

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Son los hermanos Aragón —Gabriel, Alfonso y Emilio—, españoles; sentados a cualquier mesa del Café del Sur, a la vuelta del Canal 13, eclipsan a las estrellas o estrellitas que, habitualmente maquilladas, retozan por el lugar. Mientras revuelven el café y firman algo más que un centenar de autógrafos en media hora, hilvanan la historia del grupo. "Empezamos en 1936, en Barcelona, acompañando a nuestros mayores. Así como ahora se ha incluido Fofito, nosotros nos acoplamos al espectáculo de nuestros tíos", dice el jefe de la banda. Como en las habituales fiestas de la tarde, el que conduce la charla es un hombre de frac, solícito, didacto; Gaby, la contrafigura de los otros dos clowm, Fofo y Miliki, sus compañeros de aventuras hilarantes.
No pueden definir los motivos del triunfo. Suelen mirarse entre sí, no encuentran la respuesta apropiada. Gaby acepta el desafío y, convencionalmente, improvisa sobre "la pureza de todas las criaturas...; no existen conflictos entre los niños de distintas nacionalidades, son los adultos quienes provocan las diferencias". Por fin, cita la inevitable frase: "Dejad que los niños vengan a mí".
Sólidos o no, la mayoría de los infantes americanos han asimilado al cómico equipo. Los gags y sus célebres canciones —Hola don Pepito, La gallina turuleca— se mezclan con un dominio
de cuatro idiomas y más de una docena de instrumentos musicales. Son auténticos profesionales, "con Fofito, integramos la novena generación de payasos", aseguran. No en vano, con este curriculum, saltan por cualquier parte del mundo, se estacionan en el Medrano de París, el Coliseo dos Recreios o el Schuman. "Como se sabe —sostiene Gaby—, todos estos teatros tienen la misma categoría del Colón."
En su trashumancia, descubrieron a varios héroes: Red Skelton "el mejor payaso norteamericano", Pepe Biondi, del que no olvidan caudalosas temporadas en Cuba. De USA salieron como entraron: "carilimpios", sin los peluquines, zapatones y trajes extravagantes que ahora muestran. "En la televisión y en las presentaciones públicas vestíamos de frac, como diplomáticos. Allá no se ve al clown que todos los espectadores del mundo festejan", sostiene Miliki. El comentario explica la solemne presencia de los cómicos, en las fotografías, del brazo con los dueños del show business: Jack Parr y el envejecido Ed Sullivan, por ejemplo.
Además de sus itinerarios teatrales, en Iberoamérica registran tres films y más de 15 long plays. Siempre han estado juntos y, "como le hemos prometido a nuestros padres, nunca nos vamos a separar". La promesa no es difícil: la jaula del éxito los obliga a trabajar sin descanso y, además, juntos.
La población infantil de Buenos Aires quitó de sus pensamientos a otros viajes: los programas diarios de televisión, las funciones de fin dé semana en una carpa de Liniers, las apariciones en Sábados Circulares, la elaboración de dos nuevos álbumes discográficos para el Día de la Madre y la Navidad. Además, habrá que contar los numerosos cortos publicitarios.
Tanta faena tiene un precio, abundante en dólares; se niegan, sin embargo, a desplegar alguna cifra. Para el Canal que los alberga, el 13, Gaby, Fofo y Miliki han sido la tabla de salvación de la temporada. Como el Topo Gigio en otras épocas, estos españoles se han colado de rondón en los hogares porteños, a través de la pantalla y del tocadiscos. La placa que lanzaron para el Día del Niño, superó cualquier previsión; hasta hubo una grabadora pirata que se atrevió a plagiarlos y a soportar un juicio de Proartel.
Primero comenzaron en un programa de la tarde; como las hileras de concurrentes se estiraron pronto, el Canal decidió cortar el cordón umbilical: nació El show de Gaby, Fofo y Miliki. De allí a la aparición seriada en una revista para niños —Billiken—, sólo bastaron algunas actuaciones. El negocio de la ternura empezó a fructificar y, como antes lo hicieran Frank Brown, el suizo Grock y el ruso Popov, el público infantil los nombró emperadores. Sin derramar lágrimas, ni esconder dramones al mejor estilo de Charlie Chaplin, con una alegría más directa y vulnerable, Gaby, Fofo y Miliki se han convertido en el fenómeno de la televisión. Para ellos no es una novedad: en cada lugar que aterrizan suelen chocar con el éxito. Y tanto que Fofo, el hermano mayor, se permite afirmar: "Lo único incierto de nuestro futuro es no saber cuándo nos alcanzará la muerte".
14/IX/71
PRIMERA PLANA