Más de un
año tuvo que esperar el publico porteño para poder escuchar en un recital a uno de sus
grupos favoritos: Aquelarre.
Diversas circunstancias (relacionadas con el cambio de sello y la reestructuración de sus
sistemas de amplificación) determinaron que el grupo -uno de los más exitosos de los
últimos tiempos- no se presentara en salas durante el último año. La expectativa
generada rebasó las localidades disponibles y, para evitar disturbios los organizadores
debieron abrir las puertas en forma gratuita para mucha gente que se había quedado sin
localidades. Jorge Pistocchi fue encomendado por Pelo para que presenciara y describiera
ese regreso de Aquelarre. Lo que sigue es su informe.
El mes pasado se cumplieron tres años
de la separación de Almendra. Pero sus ex integrantes se encontraron dentro de ese lapso
con sus actuales grupos (Aquelarre, Invisible, Color Humano) en distintos recitales,
reuniendo a unas nueve mil personas a las que brindaron, quizás, la mejor música que se
está haciendo entre nosotros.
Todo esto constituye, tal vez, la mejor respuesta a lo que de sus vidas y obras se ha
dicho hasta hoy.
Su respuesta, Aquelarre la dio el miércoles 26 en el Opera. Todo lo que dieron esa noche
en una sala repleta donde fueron ovacionados pocos lo hubieran imaginado cuando éstos
decidieron formarse como grupo. Cada uno tenía una trayectoria musical muy definida a sus
espaldas y eso complicaba las cosas. Por un lado, Rodolfo y Emilio luego de la separación
de Almendra tocaron esporádicamente durante el tiempo que duró el servicio militar de
este último, con el agravante de tener que sacarse de encima los rótulos de
"exs". En una de esas ocasiones fue cuando conocieron musicalmente a sus futuros
compañeros, Héctor Starc y Hugo González Neira. Héctor con un estilo muy definido que
hizo que lo bautizaran como "la Bola de Ruido", parecía imposible de integrar
algún grupo estable. Hugo, por su parte, un excelente tecladista, nunca había tenido la
oportunidad de tocar en forma continuada en un grupo y poder desarrollar todos sus
posibilidades musicales.
Y así nació Aquelarre. Muchos a! principio no comprendían su música. Pera algunos
resultaba un poco fría, tal vez porque se buscaba o una forma de continuación de la
música de Rodolfo y Emilio en Almendra o iban a ver los desbordes de Héctor, pero
quedaron defraudados porque Aquelarre no hacía concesiones para ganar publico. No
apartándose de una búsqueda bien definida de su propia música.
Por eso, este último recital fue más que nada la culminación de un proceso de
despojamiento en el que encontraron juntos una libertad creativa. Los progresos
individuales, en sus instrumentos son muy grandes y se notan más claramente en Rodolfo,
que está tocando con mucha más soltura y creatividad y en Héctor que después de un
tiempo en que se lo veía demasiado contenido con su viola (probablemente por sacarse de
encima a la "Bota de Ruido") está encontrando el punto de equilibrio entre su
temperamento y las necesidades del grupo. Todo esto repercute en una forma cada vez más
audaz de encarar sus temas con el agregado de que ahora los cuatro integrantes cantan como
primeras voces.
Pero más allá de todo esto, es difícil hablar de lo que pasó en un recital quedándose
solamente con la música, las anécdotas, o e! sonido que se pueda haber escuchado porque
tal vez todo eso junto sea sólo la respuesta de cuatro hombres recorriendo un mismo
camino. Y ya sabemos que las respuestas de un creador son intransferible en boca de otro.