Mientras Elvis Presley aparecía como un "rebelde" no
demasiado encasillable, y Little Richard (Ricardito, en la
Argentina) configuraba la imagen de la "degeneración", todo
el aparato publicitario que se montó (porque no había más
remedio) alrededor de los primeros rockeros, volcó su
todapoderosa influencia en el gordito William John Cliffton
Haley, más conocido por Bill Haley, un prototipo de
norteamericano inocente, incapaz de "hablar mal de los
mayores" o de criticar su contexto social. La suya y la de
su conjunto, The Comets, fue entonces la imagen del rock que
Estados Unidos lanzó, a través de sus canales, a todo el
mundo. Si bien el ritmo era criticado por algunas
instituciones religiosas, y se comentaban los accidentes
fatales que provocaba bailarlo, el rock and roll no dejaba
de ser "una saludable música para los más jóvenes". No podía
ser de otra manera, figuras como la de Haley habían castrado
toda la verdadera esencia negra, y en consecuencia de
protesta, que tenía el ritmo original. Junto con los
discos de Bill Haley llegó a la Argentina un film
—inusualmente promocionado para la época— que mostraba —a
través de un argumento estúpido— las andanzas de su conjunto
tratando de imponer "la nueva música"; se llamaba "Rock al
compás del reloj". Como era obvio suponer, después de tanta
manija, el rock and roll también se instaló en Buenos Aires
a través de su variante más complaciente: el regordete
Bill Haley, cuya única osada rebeldía era tu eterno,
irrespetuoso rulo, caído sobre la frente. No es extraño
entonces que quienes fomentaran en sus primeros tiempos ese
ritmo estuvieran en la misma línea. Eduardo "Eddie"
Pequenino, un músico joven en aquellos tiempos, no dudó en
abandonar la banda de Lalo Schifrin, ni su decidida vocación
por el jazz, para aprovechar esa música del momento, que
pudo detectar —según él mismo afirma— gracias a su "olfato
comercial". Para descubrir los entretelones del surgimiento
del rock and roll en la Argentina, para recordar algunas de
sus secuencias más sugerentes y anecdóticas, una redactora
de Pelo se entrevistó con Eddie Pequenino (hoy convertido
en actor y músico cómico). Consiguió que le contara su
sincera historia y que de su melancólico álbum de recortes
le separara dos fotos de aquellas épocas (las que ilustran
esta nota). Lo que sigue es el diálogo que mantuvieron:
"UN BUEN NEGOCIO" Pelo: ¿Cómo se le ocurrió la idea de
hacer rock? Pequenino: A fines del '56 tenía 28 años y
trabajaba en la orquesta de Lalo Schiffrin; al ver el
entusiasmo que despertaba "Rock around the clock" pensé en la
posibilidad de hacer aquí esa clase de música que, a pesar
de tener los mismos elementos que el boogie - boogie, en lo
único que se diferencia es en la forma de marcar, podía
llegar a convertirse en un buen negocio; fue olfato, nada
más que olfato, y tuve la suerte de ser el primero. Pelo:
¿De qué manera puso en práctica la idea? Pequenino: Lo
que hice fue convencer a Lalo Schiffrin para que
interpretáramos rock y, bajo el nombre de "Mister Roll y sus
Rocks" grabamos un simple para la Columbia, una versión del
tema de Haley "Hasta luego, cocodrilo" en su idioma
original: el inglés. Con esa edición superamos en ventas en
la Argentina al original. En esa época tenía buena voz,
fina, parecida a la de Bill, que era ideal para ese tipo de
música. A raíz de una discusión nos separamos; a Lalo no le
interesaba el rock; él era, ante todo, un jazzman; entonces,
formé mi propia orquesta (Eddie Pequenino y sus rockers)
había cambiado un poco mi apellido porque la gente tendía a
pronunciarlo mal. En febrero del '57 actuamos en veintisiete
bailes, muchos de ellos en días de semana, en los que
tuvimos mucho éxito, y seguimos grabando para la Columbia,
editando otras 14 simples, en ese tiempo placas de 78. Más o
menos para esa época Radio Splendid organiza un concurso
para descubrir quién se ocultaba bajo el seudónimo de Mr.
Roll; como los temas eran cantados en inglés, el público
pensó que éramos norteamericanos; me atribuye el nombre; ni
Lalo ni la Columbia podían protestar, ya que yo había sido
el cantante, aunque el nombre y los beneficios los
compartíamos por partes iguales; por otra parte, a Schiffrin
lo único que le interesaba era el jazz. Como todo, el
rock and roll cumple un ciclo: crece, se mantiene durante
tres años y comienza a declinar. La década del '60 empezó
musicalmente para los jóvenes argentinos con la dirigida
"Nueva Ola"; figuras como Palito Ortega, Violeta Rivas
empiezan a ser éxito, el rock agoniza. Un año antes había
viajado al país el ya legendario Bill Haley; su única virtud
había sido el de ser uno de los primeros en promover los
desmanes adolescentes al solo influjo de su música;
Pequenino recuerda ese viaje: "Haley llegó pensando que iba
a descubrir el rock a los sudamericanos pero se encontró con
que su primicia estaba en vías de desaparecer, pasa por
Buenos Aires sin causar el furor esperado; yo lo conozco y
como hablo inglés me hago amigo; antes de irse me nombra
"Rey Sudamericano del Rock". Desde el '45 había empezado
a estudiar música, trombón y trompeta, a los veinte años se
larga a cantar con un grupo recién formado: la Cooperativa
Los Colegiales, al mismo tiempo trabaja como dibujante en
una cristalería diseñando copas y objetos similares, pero en
1950 abandona todo y se dedica de lleno a la música; desde
entonces transita todos los caminos imaginables dentro de su
profesión: canta, toca, compone cuarenta temas que no
llegaron a ser famosos. Jazzista por elección, tiene que
hacer por necesidad un poco de todo; cuando se le pregunta
sobre esa época cuenta: "En el año 60 el rock estaba
básicamente acabado; el público se inclinaba por las nuevas
versiones de boleaos o por ritmos tropicales como el
calipso, me decido a hacer una gira por Europa, estaba
casado y tenía un hijo. Durante el año y medio que duró hice
toda clase de música, también rock, pero lo que más me
pedían eran temas tropicales y ritmos brasileños". Ahora,
a los cuarenta y tres años, trabaja también como actor en
programas cómicos de televisión; se enorgullece de haber
desempeñado durante su vida todo tipo de ocupaciones. En
los últimos carnavales volvió a interpretar rock con
bastante éxito tocando temas de Los Beatles y de algunos
conjuntos nacionales. En este momento, en que se vive un
resurgimiento del rock, las grabadoras vuelven a editar
composiciones legendarias y, gracias a las nuevas técnicas
musicales, este ritmo se renueva, se engrandece; el producto
de los blues vuelve a ocupar los primeros puestos en el
ranking. Con catorce películas en su haber Pequenino se
burla de sí mismo; reconoce que, por dinero, hace la música
que a la gente le gusta, aunque a veces no lo conforme
totalmente y está de acuerdo en que sólo gracias a su olfato
ha podido mantener su prestigio durante 21 años casi
incólume. Recuerda con nostalgia: "En los viejos tiempos de
la radio el público podía ver y oír gratis desde los
estudios a ocho orquestas consagradas de un alto nivel: de
tango y jazz, los mejores; ahora eso sería imposible ya que
si las hubiera no se las podría pagar." Pelo: ¿Qué opina
de la música pop argentina? Pequenino: La música beat
nacional está pasando por un momento de transición que va a
ser fácilmente superable; en mi opinión está copando al
sonido extranjero; conjuntos como Los Náufragos, Pintura
Fresca, Troche Angosta están haciendo la música que los
jóvenes quieren; por eso incluyo en mi repertorio temas de
estos grupos, pero —se ríe— sin desentonar." En alguna
medida, Pequenino es un hombre coherente: los únicos
ejemplos que menciona dentro de la música nacional
demuestran que su sentido de lo complaciente y su "olfato
comercial" siguen tan impecables como quince años atrás.
Revista Pelo 09/1973