Libertador y
Pueyrredón. Anfiteatro Municipal. La cosa está
en ebullición. Camisas de muchos colores,
pelos largos para extraños que ya no lo son
tanto, flores pintadas en las mejillas de
niñas con pantalones, barbas, adolescentes que
se envuelven en estallidos de primavera. Ya
está en su clímax el Festival Beat y Pop, y no
cabe un suspiro en las graderías. Hay cuatro
mil fanáticos escuchando a los conjuntos que
desfilan por el escenario. De vez en cuando
alguno se para para aplaudir o abuchear y una
lluvia de tapitas de Coca-Cola se dirige con
violencia hacia su nuca. Los contentos
aplauden. Los disconformes silban o arrojan
sin muchas ganas vasos de cartón hacia músicos
y cantantes. "Otra vez lunes / yo sin estudiar
/ sigo la farra / teniendo un cero más."
Aplausos.
—¿Te gusta esta música?
—No.
—Entonces, ¿por qué venís?
—Y..., es
música. Vos no e-tendés. Venimos aquí porque
estamos buscando algo.
—¿Qué?
—Nada.
Buscamos la nada. El descanso, la paz.
Ahora cantan "Yo quiero olvidar / yo quiero
olvidar". El sábado desparrama un calor
intolerable, pero a nadie le importa.
—¿Por
qué reaccionan con tanta agresividad?
—¿Qué
agresividad?
—Esas cosas que tiran.
—No
son cosas pesadas. No duelen. Es una forma de
comunicación.
—¿Venís todos los sábados?
—Sí, todos. Aquí la gente se quiere mucho.
—¿Qué es lo más positivo de todo esto?
—Que
todavía no haya venido la policía.
"Amadeo,
Amadeo", gritan ahora las tribunas, como si en
lugar de cantar el conjunto Inspiración
jugaran Boca y River. Las camisas vuelan por
el aire. Excelente ocasión para tomar sol.
—¿Vos qué hacés?
—Letras para las
canciones.
—¿De dónde sacás las ideas?
—De la vida.
—¿Cuántos años tenés?
—Diecisiete.
Carlos Bisso y Conexión N' 5
entonan, bajo una andanada de chapitas y
monedas de un peso. Allí está ella, bajo su
sombrero de paja.
—¿Trabajás?
—Estudio
sociología.
—¿Qué pensás del festival?
—Sirve para integrar a la gente. Todos son
auténticos, y yo me siento identificada con
ellos. Estoy en contra de la sociedad burguesa
y su orden.
Algunas naranjas se agregan a
los proyectiles como para romper la monotonía
de las monedas y poner un poco de color en la
escena.
—No violencia. A mí me interesa la
no violencia.
—¿De qué te ocupás?
—Soy
modelo publicitaria.
—¿Cómo te llamás?
—No tengo nombre. Me llamo Cosa. Todos somos
cosas. Vos también.
—¿Por qué estás aquí?
—Porque quiero. Es un buen lugar para
reunirse.
Mientras tanto alguien agita el
pelo sobre la batería, furiosamente. Lo
ovacionan. La fiesta se desata bajo el sol.
—Este tipo es genial.
—No, es horrible. Que
lo echen.
—Shhh. No nos peleemos. A vos no
te gusta y a mí sí. Pero los dos lo
escuchamos. Juntos. Eso es muy bueno, ¿no te
parece?
Pie de fotos
-Barra de la
Boca. Patotean bastante. Contestan de mal
modo. —¿Estudian? —Algunos sí, otros no.
—¿Siempre se visten así, o se vistieron
así
para venir al festival? —Nos vestimos así
cuando tenemos ganas.
-José María Soto,
21 años, disc-jockey: "Lo que está pasando es
que, como siempre en la Argentina, traemos
cosas de afuera, hacemos nuestra versión y
sale mal. Acá no hay auténtica música beat. No
puede ser que los conjuntos, cuyos integrantes
viven como todo el mundo, se disfracen para ir
a cantar. Hay algunos conjuntos profesionales
que están haciendo algo más auténtico, ya que
no imitan y tienen una línea definida, tanto
en la música como en la letra. Mas son pocos".
-Ricardo, "Coquito" y Juan Carlos: 16, 17
y 18 años. Son de San Telmo. Van a 4° año
nacional. Les parece fantástica la idea de
hacer un festival. En un recital del conjunto
Los Mentales los llevaron presos. Está bien
que los conjuntos canten en castellano.
-25 años y es igual a Pancho Villa. No
dice cómo se llama. Es de Buenos Aires.
Trabaja. "Aquí me siento «identificado»".
Revista Gente y la Actualidad
06.11.1969