Jim Morrison fue el "dios sexy" más grande después de
Mick Jagger, quiso cambiar volcándose a la religión; murió
hace unas semanas cuando estaba en eso.
Parece
increíble: en los últimos tres veranos del hemisferio norte,
desaparece alguna figura importante de la música pop. En
1969 fue el
stone Brian Jones, durante el '70 perecieron Jimi Hendrix,
Janis Joplin y el Canned Heat Al Wilson. Este año, hace
apenas unas semanas, como respondiendo a una premonición,
murió Jim Morrison, el líder del conjunto The Doors, una de
las agrupaciones de la costa californiana que, algunos años
atrás, equilibró el panorama de la música internacional
cuando parecía que los ingleses estaban destinados a
quedarse con toda la hegemonía. Con Jim Morrison se ha ido
una de las figuras más excitantes, más polémicas de la
música de vanguardia. Si Inglaterra tiene a Mick Jagger
(como personificación de la música de su país), Estados
Unidos tenía su contrapartida en Jim Morrison, que compartía
con el stone el liderazgo de los cantantes eróticos.
Precisamente, en el sexo, residía gran parte de la
(potencialidad de los Doors: consciente de su papel erótico,
Jim simulaba escenas eróticas en el escenario, clamaba con
voz ansiosa la frase principal de su mayor éxito: "Vamos,
nena, enciende mi fuego". Poco después, su cuerpo rodaba
sobre el escenario con el micrófono entre las piernas en una
representación de obvios movimientos. Susurraba palabras
incoherentes, gemía, sabiendo que su platea —sobre todo la
femenina— se excitaría cada vez más. Pero durante un recital
en Miami (dicen que Jim estaba ebrio) su representación se
volvió más real: volvió a caer sobre el escenario, esta vez
con una diferencia: comenzó a desprender los botones de su
pantalón. No pudo acabar con su actuación: la policía subió
al escenario y lo llevó detenido. Las autoridades le
iniciaron juicio. Su padre, un almirante de la marina
norteamericana, se vio envuelto en el escándalo y debió
pedir licencia en su destino. Los Doors también sintieron el
impacto del suceso: durante varios meses se alejaron de la
escena por recomendación de sus managers: el escándalo había
alertado a varias ligas de madres en todo el territorio
estadounidense y clamaban por un "castigo aleccionador.
Jim volvió, como antes, a escribir poesía (desde que el
conjunto se había convertido en uno de los más grandes de
Norteamérica, un año después de su surgimiento, en 1967,
sólo tuvo tiempo para escribir los poemas que cantaba con el
conjunto). Durante ese período de retiro surgió un libro de
poesías que se editó recién a comienzos de este año en los
EE.UU. Pero ese tiempo sirvió, además, para un reemplazante
íntimo de Jim Morrison. Sus letras, tan relacionadas con la
libertad sexual ("Como medio anarquizante para llegar a la
revolución", decía) y la filosofía de los jóvenes
californianos que pretendieron ir un poco más allá del "flower
power", se transformaron bruscamente en una búsqueda de lo
místico, de la meditación.
DE DIOS SEXY A PROFETA
Con su rostro de "ángel face", cubierto por espesa barba,
Jim volvió a los escenarios. Más calmo, sobrio y profético.
En el primer recital de su segunda etapa, en el Aquarius
Theatre, de Los Ángeles algunos periodistas lo vieron,
minutos antes de subir al escenario leyendo La Biblia. Nunca
respondió sobre los interrogantes que le hacían con ese
motivo. Pero jamás se lo vio en la misma actitud. Pero en el
escenario, entre cada canción, él vertía su nuevo mensaje.
La excitación del sexo se había transformado en un éxtasis
divino. Algunos críticos hasta lo acusaron de loco, otros de
"buen publicista". El cambio de temática también se
evidenció en las composiciones musicales del grupo. El álbum
"Soft Parade" demostraba una actitud mesiánica, efecticista,
con el agregado de vientos y una orquesta diletante, muy
inusual para el acostumbrado sonido pesado del conjunto en
su primera época. Pero toda esa búsqueda de la mística, que
no es demasiado casual ya que coincide con las inclinaciones
hacia culturas y religiones orientales por parte de gran
parte de la juventud norteamericana, y últimamente enfocada
hacia el cristianismo, toda esa desesperación que tenía Jim
por hacer una poesía de temática intemporal fue calmándose
gradualmente y, aunque no abandonó la introspección
religiosa, retornó a la realidad de su país. Volvió a hablar
de la guerra de Vietnam, de la dura policía del sur
norteamericano, de todas las cosas que sirven para
identificar en la lucha a gran parte de su misma generación.
Encarrilado nuevamente el grupo volvió con éxito a los
recitales. Pero Jim no estaba conforme: él seguía siendo el
hombre-objeto sexy con el que soñaban todas las noches las
adolecentes de su país. No podía revertir la imagen erótica
que lo había catapultado a un primer plano en sus comienzos.
El grupo viajó a Inglaterra para participar en el
Festival de la Isla de Wigth, el año anterior. Aprovechó
entonces, para realizar una gira por diferentes ciudades del
reino: la decepción fue la misma, las revistitas de
chusmeajes ya habían "preparado al público para la llegada
del mayor sexy después de Jagger". Los recitales fueron
los mismos que dos o tres años atrás cuando las chicas
luchaban a brazo partido con la policía para poder tocarlo o
desnudarlo. Los Doors, Jim Morrison ya eran parte de la
maquinaria; sería muy difícil ahora dar marcha atrás y
replantear toda la cuestión. No hay tiempo para
arrepentimientos en este negocio. Algunas declaraciones
de Jim demostraron la esperanza de la posibilidad del
cambio: "Los Doors estuvieron siempre juntos en la
escuela —dijo— tocaron sus nuevas canciones y se embriagaron
con sus poesías. Juntos quisimos intentar cosas que fueran
algo más que ese corto momento de satisfacción; pienso, aún,
que podemos lograrlo". En un primer momento lo lograron.
Después de un año de machacar con su nueva música, con una
actitud más calma y comunicativa en el escenario fueron
convenciendo a las capas más intelectual izadas de su
audiencia, a los críticos musicales que antes habían
criticado sus "payasádas escénicas" y sus carencias de
"dotes musicales que no fueran más allá del efecticismo". .
Pero, el esfuerzo fue en vano: el gran público seguía
reclamando a los Doors que habían conocido siempre, al
cantante que se arrastraba por el piso desesperado de
excitación, al que se dormía sobre el micrófono musitando
frases eróticas. Hace un año, paradójicamente, Pelo
publicaba una nota sobre Jim Morrison con el título de "La
Muerte del Diablo", refiriéndose al deseo definitivo de
Morrison de enterrar su vieja imagen. En su declaración
final para esa nota Jim no preveía su final, decía: "abrimos
las puertas diariamente a lo nuevo, y eso no tiene nunca un
final; hay tantas puertas, tantas Un año después pareció
arrepentirse: el sábado 10 de julio, en París, a los 28
años, cerraba su puerta final. Revista Pelo Nº 17
(Nota: en el Memories de la revista Pelo la fecha que se le
otorga a este número es de junio de 1971. Jim Morrison
falleció el 3 de julio de 1971)