Revista Pelo
mayo de 1978 |
Si tanto se discute el segundo plano al que es relegada la mujer en
la sociedad actual, ¿cómo es posible que dentro del rock, por lo
menos en el público, se admita con reservas y, a veces, a
regañadientes?
Pelo conversó con María Rosa Yorio (Los Desconocidos de Siempre),
Mónica Campins (ex Soluna) y Liliana Vitale (MIA), para obtener una
respuesta válida a esa pregunta. Fue una charla abierta en la que se
traslucieron los inconvenientes y las barreras con que aun dentro
del rock se encuentran las mujeres para poder expresarse.
Este reportaje a las mujeres del rock se convirtió imprevistamente
en la primera oportunidad de las entrevistadas para analizar su
relación con un medio no siempre favorable a aceptar la injerencia
de la mujer dentro de una órbita que se presumía exclusiva de los
hombres. La apertura que planteó el rock como su motivo fundacional,
además de musical, entró en contradicción, en algunos oportunidades,
con la actitud de los músicos y público hombres. El futuro de esta
situación, las iniciativas musicales y femeninas, el rock del '78 y
las anécdotas personales conformaron un reportaje heterogéneo,
inusual, al que no asistieron, por encontrarse ausentes de Buenos
Aires, Cecilia Tenconi (flauta traversa, Bubu) y Celeste Carballo
(vocalista y compositora, que colaboró en el último álbum de La
Máquina de Hacer Pájaros). ¿Por qué hay pocas mujeres en el rock?
María Rosa Yorio: Hay pocas ahora en la Argentina, por lo que
sabemos. Este es todavía un país atrasado en algunos aspectos, pero
veo en los recitales y en los shows muchas chicas que cuando me ven
se dicen: "No es tan difícil". Había un proyecto de hacer un grupo.
Taxi, con dos chicas: Adriana Escabazzi, que integra el coro de
Bubu, y Celeste Carballo. Pienso que se van a ver cada vez más
mujeres en el rock de nuestro país. Mónica Campins: A mí me parece
que en el mundo se está dando que aparezca más la mujer, pero es
como que históricamente su condición fue relegada. No sé si a un
nivel consciente. Históricamente, se le dio más importancia al papel
femenino tradicional, es decir, el de criar los hijos y quedarse en
la casa. Posiblemente, ahora se la ve en la realidad, comienza a
salir la parte profesional de la mujer, como en todo. Veo que, por
lo menos hasta ahora, al público no le encanta que aparezca una
mujer en el escenario.
M. R. Y.: A mí me parece que al público le pasan esas dos cosas en
el mismo momento en que una mujer sube a cantar o a tocar. ¿Sabés
qué me dijeron, Mónica, acerca de la silbatina del Luna Park por el
tema que cantamos con Charly (García) y Gustavo (Santaolalla),
"Volver a los diecisiete"? Que se debía a que éramos mujeres.
M. C.: Lo peor de todo es que a las mismas chicas no les gusta que
aparezcan chicas en el escenario, no se sienten representadas por la
que está en el escenario. Como decías antes, una mujer que está en
el público se puede decir: "Yo también puedo hacer eso", pero hay un
rechazo de ellas y de los tipos, por la cosa machista de la
Argentina. No sé si notaste la diferencia con el interior. Afuera
tienen más abierto el "coco".
Liliana Vítale: Comparto totalmente las cosas que están diciendo. Lo
que sucede es que lo que yo viví desde el escenario no es una no
aceptación por ser mujer sino aceptación por estar ahí, sin hacer
diferencias de mujer u hombre. Es importante tener en cuenta el
público para el que tocás, por eso es relativo. La cuestión es
ponerse al nivel de hacer bien las cosas por ser músico, y no por
ser mujer u hombre. A pesar, incluso, de que esta nota trata de que
no exista el machismo que existe en todos los hombres y en algunas
mujeres también, todavía tiene su dejo de machismo.
M. C.: Como existe ese machismo hay que contrarrestarlo con otra
cosa, por eso existe el feminismo. ¿Qué opinan del feminismo?
M. C.: Es la respuesta al machismo, pero personalmente no me
enrolaría en ese movimiento porque siento que no tengo esa lucha.
Más que nada, siento que mi lucha contra el machismo es estar con
tipos que no son machistas, de buscar una pareja que acepte mis
cosas, que pueda evolucionar con esa pareja o con el grupo de gente
con la que estoy, que no vean que hago mal algo porque soy mujer. No
me enrolaría en un movimiento feminista a nivel político porque no
siento que la cosa pase por ahí.
L. V.: Sobre todo, porque los movimientos de cualquier tipo que se
forman en contraposición a algo, no sirven.
¿Se encontraron con muchos impedimentos en su acercamiento a la
música?
M. R. Y.: Una vez, cuando tenía seis años, mi padre puso un
hermosísimo disco en el tocadiscos y ahí me di cuenta de mi
vocación.
L. V.: En casa siempre se vivió un clima muy musical. Por un lado,
mi hermano empezó a tocar el piano a los tres años, y cantábamos los
cuatro, con mis padres. Fundamentalmente, me considero cantante y
después baterista. Por el canto se me dio de muy chiquita; por
ejemplo, hay grabaciones de cuando tenía cinco o seis años cantando
el tango "María", que son una risa. Por el lado de la percusión, se
me dio cuando mi hermano se ponía a tocar el piano y yo le hacía
ritmos en el redoblante, como me salieran. Y a partir de ahí nos
fuimos relacionando con gente, hasta que se destapó todo lo que se
había venido gestando. Pero no tuve ningún impedimento porque en el
núcleo donde empecé a hacer música, que es mi familia, no existe
para .nada el machismo. Pienso que el machismo es una actitud del
hombre frente a la actitud de la mujer, porque lo condicionás (al
hombre) totalmente.
M. C.: Nací en una familia de músicos. Nunca me enseñaron ningún
instrumento, ni siquiera música, por una cuestión de mi viejo, de
él. No machista, porque a mi hermano tampoco le enseñaron, sino
porque no quería que nos metiéramos en la parte musical, ya que él
conoció la parte más fea. Él era músico del teatro Colón. El vivía
la música como una cosa de trabajo y no como vocación.
L. V.: Me acuerdo de que fui a un concierto de la Sinfónica Nacional
—al que asistía por una cuestión de compromiso, porque habitualmente
no voy— vi a un músico escuchando un partido de fútbol en pleno
concierto. Uno de los músicos se iba a los camarines a leer el
diario y cuando le correspondía tocar, volvía.
M. R. Y.: Por eso te das cuenta por qué tuvo que venir el rock.
M. C.: Como mi viejo vivió la música de esa forma, no nos impulsó a
estudiar música, pero no obstante era músico de alma, o sea que
aunque no nos haya enseñado música ni ningún instrumento, sí nos
enseñó un amor a la música de una manera impresionante. Ya desde
chiquita escuchaba a los impresionistas, Debussy y Ravel. Después
con mi hermano, cuando teníamos diez u once años, empezamos a
escuchar lo que había en esa época: Beatles, Simón & Gartunkel. Así
nos pusimos a cantar a dúo. Personalmente, nunca hice trabajos
solistas sino de acompañamiento de voces, en reuniones con amigos,
hasta que se formó el grupo en el que estaba antes, Airón, que creo
que la única que lo conoce es Liliana Vítale. Fue un grupo hermoso,
y actuamos en el '73 y '74. Al poco tiempo, Gustavo (Santaolalla)
nos llamó a Oscar Amante y a mí, cuando estábamos en Airón, donde
también tocaba mi hermano, Willie, que ahora toca bajo en Rayuela.
Así se formó Soluna, que fue lo primero de importancia que hice. Lo
que siempre me copó fue cantar; además estudié órgano y piano, pero
nunca llegué a hacer algo concreto con esos instrumentos. Y en todo
este proceso de crecimiento musical, lo del machismo no lo sentí
para nada. Ni tampoco en Soluna. Después comencé a darme cuenta de
las ondas que tira la gente, aunque no digan nada. De todas maneras,
no necesito que me digan nada, pero siento una vibración, no sólo
conmigo sino en general. Por eso te hablo del machismo, no porque lo
haya vivido particularmente.
M. R. Y.: Mi historia es muy parecida a la de Mónica, porque en casa
se escuchaba mucha música clásica. Mi viejo no era músico pero le
gustaba mucho la música, tenía un aparato impresionante para
escuchar discos. Por otro lado, tenía a mi tío. En ese entonces,
pasaba seis meses con uno y seis en mi casa. Mi tío me hacía
escuchar discos de Peter, Paul and Mary y me llevaba a cantar a los
boliches de Punta del Este. Sentí que no sólo me gustaba la música,
sino que había que mostrárselo a la gente. Mi adolescencia fue un
parate en mi vida: iba al colegio, salía y nada más. No tenía la
oreja muy parada para la música, hasta que un día viene un amigo de
una amiga y me dice: "Hay unos pibes
en el ABC que matan, vamos a verlos". Caí y estaban los Sui Géneris.
Ese día no había luz y estaban Charly con una vela y Nito al lado
con la flauta. Me senté en la última fila y me encantó la música;
que era lo que estaba buscando. A la otra semana, me senté en
primera fila, los vi de cerca y me enamoré del flaco totalmente.
Hice todo para estar con él y lo logré. Eso fue en marzo del '72 y
estábamos como de novios. Un día, Charly fue a verlo a Jorge Álvarez
y grabó. En esa época nos fuimos a vivir a una pensión, y en la
misma semana le empezó a ir bien, a tener shows. Ese fue el año en
que todo el mundo lo conoció. Comencé a cantar con ellos. Iba a la
casa de Germán Escalante a tocar con Raúl (Porchetto), León (Gieco),
Nito y Charly. Ahí comenzó a formarse Porsuígieco. También a veces
subía a cantar con Sui Géneris. Lo demás ya es conocido.
M. C.: Es importante lo que decía antes María Rosa con respecto a
que se encontró con tipos que no tenían ese machismo.
M. R. Y.: O si lo tienen es cosa de ellos.
M. C.: Claro, pero hay otros tipos que no les interesa que haya una
voz de mujer. Por ejemplo, Gustavo (Santaolalla) se preocupó por
tener una voz femenina, aún antes de conocerme, porque el registro
de una voz de mujer es totalmente diferente a la de un hombre.
También se trata de una apertura de parte de ellos.
L. V.: Es un poco por una apertura de ellos pero además por una
cuestión nuestra. Hay gente que nunca se topó con un machista, pero
nunca salió de su casa. Una intervención más polenta de la mujer
sería que además de cantar puedan meterse más instrumentistas.
Siempre a las mujeres se las considera más como cantantes
—personalmente me siento más cantante que baterista— que como
instrumentistas.
M. C.: Lo que posa es que, como históricamente la mujer ha sido
relegada, no sabemos tocar un instrumento. En cambio, un chico se
pone a estudiar o a sacar temas, y nadie se lo impide.
M. R. Y.: La chica generalmente está rodeada por cosas que la
atrajeron en la calle, como la publicidad. Te digo: yo soy misógina,
creo que a la mujer le falta mucho, porque todavía se siente atraída
por cosas superficiales.
L. V.: Por eso pienso que no hay que guiarse estrictamente por lo
que tenés adentro, porque no es sólo por lo tuyo sino por lo que te
metieron. Si vos no te copás en sacar temas, entonces tenés que
esforzarte.
M. C.: Hay una tendencia natural a quedarse en otras cosas, por
ejemplo la pinturita y cosas así, que como están tan metidas en una,
cuesta muchísimo sacárnoslas. A pesar de que nosotras no chocamos
con el machismo, seguramente luchamos de una manera sutil, haciendo
valer lo que nosotras sentimos. Por ejemplo, no dedicarnos a estar
en la "pilcha", no leíamos "Claudia" sino otras cosas. Al menos en
mi se dio de una manera natural, no lo sentí como que estaba
luchando por algo.
L. V.: Hay una cosa que quería decir: el hecho de que nosotras no
hayamos chocado con el machismo no significa que no exista en el
rock. La forma peculiar de encarar su machismo en el rockero es el
desdén, no de bronca sino de indiferencia, aunque en el fondo no les
da lo mismo. Es una forma sutil del machismo.
M. R. Y.: A mí no me sucede eso, es por el contrario.
L. V.: Otra de las normas del machismo es no exigirle a la mujer lo
mismo que se le exige al hombre. Eso lo veo cuando viene un chico
con un disco y le dice a otro chico: "Miró el disco que escuché",
pero a la chica no le dicen lo mismo.
¿Qué esperan que ocurra durante 1978 en el rock nacional?
M. C.: Esperaría que surjan nuevos compositores, pero veo que no
ocurre esa aparición, dicho sin ser pesimista. Pienso de todos modos
que tienen que aparecer. El mayor déficit que hay en este momento es
He composición; no surgen compositores como aparecieron en su
momento Spinetta, Charly o Gustavo. Mi deseo es que aparezca gente
que componga cosas nuevas.
L. V.: Estoy totalmente de acuerdo con lo que decís, pero creo que
eso no se debe exclusivamente al hecho aislado de que aparezca un
nuevo compositor, sino que se debe también a una realidad social
pero fundamentalmente económica. En cierto momento, surgieron
Gustavo o Charly García y estaban dadas las condiciones como para
que ellos trascendieran, o más que dadas, había posibilidades.
M. R. Y.: Si hay un tipo que realmente vale, que tiene talento, se
hace conocer.
M. C.: Lo que pasa es que en este momento eso que decís no se puede
dar porque hay mucha lucha para hacerte conocer. Ahora se necesita
mil veces más polenta para poder llegar. Y en cuanto a la mujer, va
a tener las mismas posibilidades que tenga el rock. La mujer se va a
ir metiendo en la medida en que sus fuerzas y el machismo existente
se lo permitan. Por otro lado, está la mediocridad creativa que
tiene no sólo el movimiento de rock sino el país.
M. R. Y.: He escuchado por ahí que hay muchas expectativas con Los
Desconocidos porque quedan solos, y eso mucho no me gusta. La gente
puede ir con una expectativa mayor a la de ir a escuchar a un grupo
que se brinda todo, a escuchar linda música; después van a ir a
buscar la perfección que no es el rock.
L. V.: Nosotros, es decir MIA, preparamos para octubre,
probablemente, una especie de ciclo con grupos nuevos de aquí y del
interior del. país, conocidos nuestros.
¿Qué planes tienen para este año?
M. C.: Me voy a Estados Unidos en mayo con Gustavo (Santaolalla),
con vistas a quedarme un tiempo equis, que pueden ser tres años.
Tenemos varios contactos y espero poder llegar a cantar; eso es lo
máximo a que aspiro.
M. R. Y.: Me dijeron que en Estados Unidos no hay nada, salvo el
punk-rock, que atraiga al público, y son malísimos, son horribles.
En un primer momento me interesó la onda, hasta que me compré un
disco de Televisión, y son une cosa tan fea: tocan mal, cantan tan
mal la música blanca.
M. C.: A la música de Latinoamérica se le está dando mucha cabida,
por eso se les presta atención a Airto, Flora Purim, Milton. Se le
está dando importancia porque hay una gran carencia de composición.
Con el jazz-rock se distrajo la atención pero no había una onda
compositiva fuerte, era una onda más malabarística.
L. V.: Además, la música latinoamericana es muy rica en ritmos y en
melodías. Y tiene una gran polenta.
M. C.: Pienso que, de surgir, la música latinoamericana va a hacerlo
en amalgama con el rock, es lo que lleva todo. El rock es lo
vivencial, porque ahora nadie está en contacto con las esencias
folklóricas de su país, sino con todo.
M. R. Y.: En cuanto a mis planes, voy a seguir cuidando a mi hijo,
Miguel. En lo profesional, seguiré por ahora con Los Desconocidos.
Con el grupo pararemos un mes y haremos un recital grande. También
vamos a grabar el disco que para muchos va a ser una sorpresa; lo
vamos a registrar en la nueva mesa de veinticuatro canales de Odeón,
y lo vamos a ecualizar a Nueva York. Es posible que yo vaya.
L. V.: En cuanto a mis planes, son demasiado personales como para
comentarlos. En lo profesional, planeamos grabar el tercer disco de
MIA, con una particular forma de producción. Como ustedes saben,
todo lo que hacemos es producido por nosotros con la gente que
integra nuestro fichero, la que nos apoya y que supongo tiene tanto
interés en que salga el disco como nosotros. Pensamos hacer una
especie de pago adelantado del disco, y con el dinero recaudado
hacer el álbum. Este disco saldría para mayo o junio. Sería
entregado a las personas que hicieron el pago adelantado en un
miniconcierto en el teatro Santa María del Buen Ayre.
¿Tienen algún personaje femenino que las represente?
M. R. Y., M. C. y L. V.: Joni Mitchell.
M. C.: Esa mujer es impresionante. Sus letras tienen una temática
totalmente femenina, y libre. Sólo Otra mujer puede entender lo que
ella dice en sus letras.
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