Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

 

La poesía pasa hoy por la nueva canción de la ciudad

Revista del diario La Nación
30.01.1983

A casi veinte años de su nacimiento, el rock nacional sigue ahondando en la búsqueda del nuevo lenguaje poético y musical.

Sin renegar de las fuentes pero buceando siempre en la propia realidad, el rock nacional ha dado forma a una nueva expresión poética y musical con la que se identifica el hombre actual de la ciudad. Hoy, en plena madurez, sus protagonistas evocan los empeños de casi dos décadas y anticipan un tiempo cercano en que "los chicos volverán a tomar una guitarra para expresarse".

HACE algo más de un cuarto de siglo, un joven cantante norteamericano llamado Elvis Presley se erigió, con una velocidad alucinante, en ídolo de los adolescentes del mundo occidental. El producto rítmico que interpretaba, el rock and roll, era la versión blanca de un género musical negro, el rhythm and blues, y en aquella época nada hacia prever que a la larga provocaría una verdadera revolución más allá del sonido y que terminaría encarnando, sobre todo, una forma de vida.
El rock and roll de Presley tuvo otros intérpretes, negros y blancos, y, aunque duró varios años, fue una moda como tantas. Pero a comienzos de la década del 60 el éxito de un conjunto británico indicó que estaba naciendo una música que enloquecía a la juventud, independientemente de los objetivos consumistas de los productores. Los Beatles protagonizaron un movimiento de intensidad no frecuente, que generó transformaciones profundas en América y en Europa, y cuya evolución no se ha detenido.
Más allá de la "beatlemanía", el rock and roll, el twist y el surf pasaron a designarse, en aquella época, con la denominación genérica de música pop: una música netamente urbana a cuyo éxito contribuyeron los medios de comunicación masiva y el vertiginoso desarrollo de la tecnología electrónica. Con el correr de los años, parte de esa música terminó siendo englobada por el llamado rock'n'roll o, más adelante, simplemente rock.

Estoy muy solo y triste acá en este mundo abandonado;/ tengo una idea y es la de Irme al lugar que yo más quiera;/ me falta algo para ir, pues caminando yo no puedo;/ construiré una balsa y me iré a naufragar. ..
La balsa (Tanguito y Litto Nebbia)

Al echar raíces en los países de habla no inglesa, el rock sufrió diferentes metamorfosis y adaptaciones. En la Argentina, como en otros lugares, su primer efecto fue la imitación, a través de conjuntos que daban sus versiones de los éxitos anglonorteamericanos, en el mismo idioma, o que interpretaban sus propias composiciones en idéntico estilo y también en inglés. Surgió luego el híbrido beat en castellano, como se lo denominaba, que pronto se convirtió en rock nacional.
En 1966, con la grabación de La balsa, de Tanguito y Litto Nebbia, Los Gatos Salvajes, capitaneados por Nebbia, pusieron la piedra basal de la nueva música urbana argentina. Ese mismo año, Eladia Blázquez daba a conocer su long play Buenos Aires y yo, en el que ofrecía su versión actual de la ciudad, en una línea que dé alguna manera significaba una evolución del tango. "Ella fue la primera que rompió el fuego con cosas importantes -destaca Norberto Minichillo, autor y compositor cuyos trabajos se vinculan con esa tendencia-. Pero una persona sola no podía hacer mucho."

Ayer arranqué una hoja de mi calendario:/ era un día de esos en que uno quisiera ser otro./ Muchos dicen que una pena de amor con el tiempo se olvida;/ no lo dudo, pero sucede que yo me enamoro seguido./ A pesar de todo, no encuentro motivo para estar preocupado:/ levantarme y volver a empezar es para mí una rutina./ Si es verdad que después de tanto andar llega un hermoso verano,/ pues que llegue nomás porque yo ya estoy preparado.
Un poco de vida (Litto Nebbia)

Con excepción de Eladia Blázquez y de una etapa (más intensa que prolongada) de Astor Piazzolla, es escaso lo que de realmente representativo produce el nuevo tango hacia fines de la década del 60. A partir de Piazzolla, e incluida su propia obra, es una música predominantemente instrumental.
"La música de Piazzolla tiene una temática tan profunda -opina Luis Alberto Spinetta-que acompañarla con palabras resultaría muy arduo. SI a eso le sumamos que no ha habido continuidad y renovación de estilos, ¿quién puede hacerlo? Sólo Horacio Ferrer parece ser el punto intermedio entre el viejo tango y lo que el tango debería ser, más cercano a las líricas rockeras."
"Lo que cantábamos en Los Gatos -reconoce Nebbia- eran canciones que habíamos escrito a los dieciséis años. Me doy cuenta de que hoy hablo de lo mismo que hablaba en aquel entonces. Relaciono La balsa con las letras de tango, en cuanto a que me refiero a la lucha del individuo, solo, desesperado, alienado en la ciudad. Pero hilando fino, hablo insistentemente de la propia responsabilidad, de qué clase de persona quiero ser cada día, y del hecho de decirme a mí mismo: «Hoy tengo que ser un buen tipo, no puedo permitirme otra cosa»."
"Yo no siento una ruptura con eh tango -asegura Charly García-. Sí con lo negativo, con la melancolía, con lo que me resulta anacrónico del tango; pero no con su lenguaje ni con su música. En realidad, mi aspiración es hacer un tango de ahora e incorporarlo como un elemento más en mi propia música."

Vamos a buscar/ al enorme dragón/ a su morada entre las ruinas de oro.../ Lo obligaremos a dar su corazón./ a dar el antídoto/ contra todos los males de este mundo...
Contra todos los males de este mundo
(Luis Alberto Spinetta)

Los pioneros del rock nacional sufrieron desde el comienzo las influencias externas. "Lo veo como una copia del rock de afuera -admite León Gieco-, y seguimos siendo influidos. El rock tiene mucho más sentido en los Estados Unidos que en la Argentina. Pero en este país nunca se dio demasiado apoyo a la música nacional. Entonces, cualquier compositor nuevo va a tener influencias foráneas. Todo depende de la formación de cada uno. Por mi parte, además de escuchar rock extranjero, me compro todos los discos de Atahualpa Yupanqui y también traigo discos de folklore de los países que recorro."
Con referencia a los temas de las letras, aclara Nebbia: "No se puede hablar de etapas porque el rock nacional nunca fue un movimiento homogéneo. Siempre constituyó un fenómeno aislado, individual. La letra ha sido erróneamente relegada a un segundo plano, en parte porque la mayoría de los músicos no dispone de un bagaje cultural, literario, poético, acorde con sus conocimientos musicales".
Uno de los empresarios pioneros en el género, Oscar López, coincide con esas afirmaciones: "Se empezaba por la música y después había que ponerle la letra, que habitualmente era bastante superficial, excepto el material de Spinetta y parte del de Litto Nebbia y Javier Martínez". Y Spinetta agrega: "La letra cobra importancia porque en el mundo empieza a tenerla la comunicación. Un mundo abierto, desconocido, para indagar, para volver a apreciar lo que se dejó a un lado. Entonces, la palabra sirve para expresarlo. De todas maneras, yo pienso que una canción es un hecho musical más que un hecho lírico. Para mí la música es una forma más subrepticia, más interior, de evolucionar".
Charly García destaca su forma de trabajo personal: "Mis canciones surgen de lo que quiero decir. Para mí una canción es también la letra, por más pobre o simple que sea, y no la uso para llenar la música. Creo que sólo ahora están empezando a hacerse buenas letras, porque se ha madurado. Al principio se actuaba a puro instinto. Quizás ahora nos parezca ingenuo lo de antes, pero pienso que aquí siempre se tendió a decir cosas, y quienes escuchan rock nacional no lo hacen tanto para apreciar cómo tocan sino les dicen".

Hombres de hierro que no escuchan la voz,/ hombres de hierro que no escuchan el grito,/ hombres de hierro que no escuchan el dolor./ Gente que avanza se puede matar/ pero los pensamientos quedarán.../ Dile a esos hombres que traten de usar/ a cambio de las armas, su cabeza.
Hombres de hierro (León Gieco)

A diferencia de lo que ocurrió en los Estados Unidos, el rock argentino no ha abundado en letras testimoniales, y a ese respecto las opiniones de sus autores se encuentran muy divididas. "Lo único que me interesa es la gente -afirma León Gieco-, convivo con ella y hago mi vida normal, porque aislarse es una mala política: uno no sabe cómo viven los demás. Mis letras hablan sobre todo de los que pierden, de los que están perdiendo desde hace mucho tiempo. Son sociales, y la gente puede identificarse con ellas.''
"En otra época -observa Miguel Cantilo-, los temas testimoniales eran más frecuentes. Un poco en el rock (Moris, Facundo Cabral) y muchos en el folklore, hubo quienes hablaron de lo social, hasta un punto en el que no dijeron nada más porque se dieron cuenta de que no los dejarían. La canción es uno de los campos que en los últimos tiempos ha recibido más agresiones. La libertad con que puedo hablar a la prensa no la tengo en la música: la canción tiene un gran poder de penetración, y quienes controlan la difusión lo saben."
"Hay que entender lo que está pasando -dice Charly García- y hacerlo a un nivel que no nos coarte creativamente ni nos indigne tanto como para tener que hacer canciones de protesta todo el tiempo, algo que a mí no me gusta. Siendo que mucha gente me exige que proteste. Como realización artística me sería muy fácil hacer canciones como las de Sui Generis. Pero no era una protesta de
fondo, agresiva, sino la del chico burgués, más bien dulce."
Spinetta comparte algunos de esos planteos: "A quienes les gusta liberarse a través de la creación les cuesta hablar de esas cosas, porque son líricos. Yo, por ejemplo, soy muy poco testimonial, porque no me interesa describir lo que está harto descripto. Si quisiera serlo tendría que decir que estamos oprimidos hasta los huesos, y ya me convertiría en un cantante de protesta, y me aburriría, y me sentiría muy mal porque en cualquier momento estaría expuesto a una agresión. Quiero componer música con un lenguaje universal y hablar de algo cósmico, más profundo".
"La canción testimonial también me gusta -disiente Charly García-. Pienso que cualquier cosa que dé fuerzas a la gente es válida, venga por donde venga. Me parece que el rock, como todo lo que se hizo en este país de un tiempo a esta parte, buscó caminos sublimados, por no poder decir lo que pasaba. Además, su gente es muy crítica con lo que hace y ninguno quiere hacer cosas que no sean útiles. Como no veo un lenguaje colectivo en Buenos Aires, no le pido al rock que lo resuma. Pero me parece que a esta altura ya se le podría exigir al rock que dijera lo que está pasando."

Sexo, tu paso es confundir/ los besos con el dolor/ y es por eso...
Sexo (Luis Alberto Spinetta)

Curiosamente, la generación que defendió la libertad en la pareja sólo en forma esporádica se ocupó en sus canciones de temas sentimentales. "El amor es algo demasiado gastado -fundamenta Gieco-, y cuando uno encuentra palabras gastadas se le van las ganas de escribir una canción de amor. Especialmente teniendo en cuenta que hay quienes cantan al amor sólo para vender discos."
"El argentino, sobre todo el de otra generación, no es demasiado erótico -agrega Spinetta-, tiene poca cultura sexual y menos aún cultura erótica. No se siente atraído por la sublimación sino que prefiere ir a lo directo. Y aunque la sensualidad de los cuerpos y la belleza infinita del amor carnal han sido motivo de poesía desde siempre, pienso que la censura ha obrado para que también eso sea un tabú. Además, a los adolescentes el hablar de los hombres de hierro que nos pisan la cabeza les resulta más válido que hacer una canción de amor. Personalmente, siempre estoy hablando a una musa; en mis temas el amor está siempre presente."

¿Qué importan ya tus Ideales?/ ¿Qué importa tu canción?/ La grasa de las capitales/ cubre tu corazón.
La grasa de las capitales (Charly García)

A fines de los años 60, Javier Martínez, del legendario trío Manal, fue el primero en lograr una viñeta actualizada de la ciudad, no sólo como paisaje sino ubicando en ella a sus habitantes. Desde entonces, buena parte del cancionero del rock -como también cierto sector del folklore contemporáneo- se ocupará de incluir crudamente esos ingredientes. La ciudad es tomada, en muchos casos, como sinónimo de violencia. Al interpretar el concepto con demasiada ligereza, el retorno a la naturaleza pasa a ser considerado el único medio de encontrar la paz.
"Me gusta la ciudad -proclama en cambio Charly García-, y si quiero trabajar en ella hago música de ciudad para la gente de la ciudad. Si quiero ir al campo, no hago más música, o la hago para los diez tipos que viven conmigo en una comunidad. Quienes cantan a la naturaleza asumen la actitud de Woodstock, de algo que no vivieron."
García ha encontrado una definición muy personal, y acertada, del clima que vive un joven de una gran ciudad argentina, y lo resume cuando habla de "la grasa de las capitales". "Es burocracia -dice-, es un freno a la capacidad de creación. La distancia sideral que media entre las expectativas de la gente y la posibilidad real de concretarlas, por más simples que sean, hace que el ser humano se vuelva violento. No se puede aspirar a hacer un rock totalmente incontaminado de violencia, alejado de la realidad social. Uno siempre se imagina un cielo, un horizonte, un camino... ¡Pero nadie conoce ese camino!"
"Está bien cantarle a una flor -admite León Gieco-, pero no en todos los temas. El hombre es violento tanto en un medio gigantesco como en un pueblito. ¿Para qué sacarlo de Buenos Aires? ¿Para que sea un extranjero en el interior? Además, nadie puede tomarse esas atribuciones. No se trata de obligar a la gente a que cambie su mundo sino de permitirle que extraiga sus propias conclusiones: vivir y dejar vivir."
"Es muy difícil ponerse a la altura de un místico -objeta Luis Alberto Spinetta- cuando uno vive esta clase de vida. No se puede hablar del retorno a la naturaleza desde un departamento en Callao y Libertador. Quizás en muchos de nosotros haya una desvinculación entre lo que decimos y lo que somos. En cuanto a mí, mis testimonios son mis hijos y lo que va sucediéndome con ellos. Pero el que realmente se aísla, cuando empieza a vivir en la naturaleza, inmediatamente debe de sentir la necesidad de dejar de pertenecer al código que abandonó. Entonces no va a atreverse a volver a la ciudad con una canción en una cassette, para ver si puede editarla."
Miguel Cantilo no comparte ese enfoque: él integró una de las primeras y raras comunidades que, en la Argentina, buscaron vivir en contacto con la naturaleza, y luego de unos años retomó esa forma de vida en la zona de El Bolsón, provincia de Río Negro. "Al principio -comenta- el joven lo ve todo idealizado. Después, cuando llega al campo, se da cuenta de que, para un ser nacido en la ciudad, vivir allí es bastante difícil. Es una aventura que toma su tiempo: del primer contacto, hace más de diez años, los que se quedaron sólo ahora están aprendiendo a vivir en la naturaleza."

Creo que mi canto lo explica:/ una nota es una lágrima,/ y la palabra, el pretexto/ que la sostiene.
La nebbiera (Litto Nebbia)

La nueva música derivada del tango prescindió de una de las características que habían definido al género -su forma de creación colectiva, representada por la trilogía letrista (o poeta) -compositor-intérprete-y se hizo predominantemente instrumental o se expresó a través de cantautores. Con el rock sucedió algo semejante. "Una de las cosas que echaron atrás al movimiento -reflexiona Gieco- fue el trabajar cada uno con lo suyo, mientras que la fusión, tal como la entendieron los folkloristas, llevó adelante a otros géneros. No tenemos intérpretes. Deberíamos combatir ese egocentrismo, lograr un intercambio activo de nuestra obra."
Spinetta completa el concepto: "Si la música fuera muy brillante y de una complejidad que demandará un gran esfuerzo quizás el compositor no se ocuparía de escribir también las letras. Pero no es ése el caso. Hoy por hoy, en la Argentina, hacer rock'n'roll es lo más fácil: basta comprarse una guitarra y aprender a tocar un poco. A esa música es muy sencillo ponerle letra".
El reemplazo de los intérpretes por cantautores también ha contribuido a modificar los patrones de aceptación de los cantantes. "En este tipo de música -aclara Nebbia- basta con que alguien sea capaz de comunicar cosas. El grupo jamás se preocupará por buscar un letrista o un cantante. Así, se corre el riesgo de que haya muchos que escriban muy mal y canten muy mal. Pero lo bueno es que en este género se ha perdido la obsesión por la técnica escolástica."

¡Qué vivos son los ejecutivos,/ qué vivos que son!/ .. .Siempre tienen razón,/ y además tienen la sartén por el mango,/ y el mango también.'
Los ejecutivos (María Elena Walsh)

Simultáneamente con el nacimiento del rock en la Argentina, muchos artistas de las generaciones intermedias comenzaron, a mediados de la década del 60, a canalizar su expresión a través del llamado music hall, que con el tiempo se transformó en café-concert. Dice Marikena Monti: "El café-concert consiguió despojar al teatro de la pacatería y de la gestualidad dura y sin sentido. Cuando uno tiene al público a menos de un metro, sin escenario ni gran iluminación, no puede mentir. Y de la misma forma se siente la respuesta del público".
El auge del género coincide con una de las varias etapas de recrudecimiento de la censura. Sin embargo, sus protagonistas no tuvieron demasiados inconvenientes, aunque si los sufrieron más adelante. "Era una actitud ideológica -explica Monti-: la convicción de que uno tiene que cantar lo que vive y no una realidad que no le pertenece. Surgió entonces el aspecto social, y me remito a Chiquilín de Bachín, al tema de los chicos, del desamparo, de la falta de dinero. Pero en el arte la protesta existe desde siempre, porque el acto de crear implica poner algo en tela de juicio."
"Al principio -continúa-, el café-concert atrajo a los snobs. Después se transformó en el requerimiento de una clase culta que quiso ver reflejadas en el escenario muchas necesidades, a través de artistas que nos manejábamos con total libertad." Con frecuencia se llegó a ironizar acerca de profesiones y costumbres de ese mismo público. "Como Nacha Guevara -dice Monti-, cuya tendencia era 'épater le bougeois', había otros que decían en las narices cosas que a la gente, inexplicablemente, le encantaban. Uno de los que más críticas recibieron fue el ejecutivo, prototipo del hombre aburguesado que hace de su profesión toda su vida y se olvida de lo que no sea prestigio y dinero."
Jorge Schussheim, Jorge de la Vega, Gladys Le Bas, Cecilia Rossetto, Edda Díaz, Nacha Guevara encararon esos temas a través de una fusión entre la música y lo teatral. Poniendo el acento en lo musical, el café-concert albergó también a importantes cantautores como María Elena Walsh, Eladia Blázquez, Chico Novarro, Víctor Heredia y Piero, e intérpretes como Susana Rinaldi, Amelita Baltar y la misma Monti. "Para quienes hacíamos café-concert -dice Marikena-, Joan Manuel Serrat abrió un camino: nosotros estábamos tratando de convencer a la gente de que una música popular con mayor calidad y mejor nivel poético podía llegar a gustar a muchos y a vender muchos discos, y él pudo demostrarlo."
Sin embargo, el género no alcanzó nunca ese nivel masivo, en parte por la imposibilidad de trasladar al disco el clima del un público muy determinado nos complacía e influía para que no hiciéramos esfuerzos por masificarlo. Cuando las necesidades cambiaron generacionalmente, entre 1974 y 1975, el café-concert se terminó."

No sirve de nada/ clavarse el puñal,/ llorando la carta/ del tango fatal./ Tenemos que hacernos/ un mundo mejor,/ porque éste está enfermo,/ y nosotros, no.
La gente del futuro (Miguel Cantilo)

Sin ahondar en los nuevos rostros de la ciudad, hubo y sigue habiendo una carnada tanguera contemporánea que no ha producido obras de gran vuelo. "En general, pienso que les falta honestidad -dice Norberto Minichillo-. La mayoría de los autores busca un boom, o que se lo cante Fulano o Mengano: hacer una letra «a la medida de» y sin quedar mal con nadie. No se habla del verdadero sufrimiento de la gente de Buenos Aires. Se habla del amor, la fe, la esperanza. Una esperanza que es un globo vacío."
Por otro lado, a los poetas de mayor valor -como Horacio Ferrer, Eladia Blázquez, Héctor Negro, Jorge Boccanera y el mismo Minichillo- los más jóvenes les reprochan la recurrencia a un pesimismo que marca la antítesis de esa esperanza hueca. "Yo soy un tipo triste -se excusa Minichillo-, y mi temática, de alguna manera, es siempre la tristeza. Pero soy honesto: soy así, vivo así, y no puedo escribir de otro modo."
Tampoco en el rock surgieron figuras de gran peso en los últimos años. "En nuestro país -afirma Charly García- hubo una época de fuerte silenciamiento, y ése no es un caldo de cultivo propicio para que surja nadie. No hay conjuntos de adolescentes, y sólo un chico podría traducir lo que piensa otro chico. Pero tampoco comprenden a fondo lo que está pasando."
"En los años 70 -rememora Cantilo- había un movimiento impulsivo pero real de compositores y conjuntos. Pero cuando, con la ruptura de la normalidad política, la juventud comenzó a desconfiar de sus conductores y, más aún, cuando empezó a considerarse al rock como algo prohibido y marginado, los jóvenes fueron atemorizándose. Si encuentro a un chico nuevo que canta como lo hacíamos nosotros lo valoro como a una piedra preciosa en el barro, no importa que no tenga el nivel deseable. Hay pocos pero existen, y a medida que la canción argentina vaya reencontrando su camino y progresivamente desaparezca la censura exacerbada, los chicos van a recobrar la confianza y a pensar que pueden volver a tomar una guitarra y expresarse, y hacer de eso su medio de vida: algo que todavía no es posible porque hay miedo."
Sibila Camps

 

 

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