Raúl Porchetto, autor, instrumentista y vocalista de la ópera "Cristo Rock"

COMPUSO Y GRABO CRISTO ROCK, UNA OBRA EN LA QUE SU VOZ Y SUS TEXTOS INTENTAN UN APASIONADO COMENTARIO DEL MENSAJE CRISTIANO EN EL MUNDO CONTEMPORANEO. MUSICO Y SER HUMANO FERVOROSO, RAUL PORCHETTO HABLA CON EL MISMO ENTUSIASMO CON EL QUE COMPONE Y CANTA. SUS OPINIONES, INTENSAS, A VECES DISCUTIBLES, TIENEN LA FUERZA DE LA CONVICCION CON QUE PORCHETTO LAS VIERTE. LAS GENERACIONES QUE NOS PRECEDIERON, EL ROCK, EL TURBULENTO MUNDO CONTEMPORANEO SON ALGUNOS DE LOS TEMAS QUE CONVERSO CON GENTE.
Raúl Porchetto

Tiene algo de ángel y demonio en esa cara joven de inocente que ya nunca más volverá a ser inocente. Una especie de Terence Stamp — el de Teorema—, pero más tímido, más adolescente, un poco a la defensiva. Una mirada verde, cálida y apacible que se transforma a menudo en un delgado filo de indignación sustenta la impresión de dualidad. Dualidad que de ninguna manera se traslada a sus opiniones o a su música: ambas —opiniones y música— son claras y, lo que es más importante, coherentes.
Ahora, mesa de por medio, mientras humean dos cafés calientes, Raúl Porchetto habla como si nos conociéramos desde siempre. Ya no está a la defensiva aunque conserve ese algo de ángel y demonio.
—Quiero ser un verdadero cristiano —dice cuando se le preguntan los porqués de Cristo Rock, su primer y excelente LP—. De pronto pienso que lo que a uno le enseñaron en el catecismo tiene poco que ver con lo que Cristo quiere decir en los Evangelios. Eso lo vi cuando era muy chico y desde entonces pensé que tenia que expresar esa contradicción, tarde o temprano. Cristo Rock nace con esa incipiente toma de conciencia.
Algo sobre Cristo Rock. Con letra, música y voz de Raúl Porchetto, la obra consta de seis temas en las que campea la decepción de Cristo en una hipotética venida a nuestros tiempos. Un Cristo que se queja de lo que han hecho los hombres con su doctrina. Un Cristo hombre que, como dice en uno de los temas, no ha muerto.
—A partir de la Edad Media, cuando la iglesia se institucionaliza, se entibia. Y Cristo estaba con los "calientes", con los "locos". Entonces, la palabra de Cristo se oscurece.
—Entonces, ¿estás contra la Iglesia?
—No contra la Iglesia sino contra una imagen jerárquica, contra la verticalidad por sí misma. Cómo voy a estar contra la Iglesia si la Iglesia somos todos. Estoy contra la forma primitiva, mediocre, chata, con que a veces se trata de explicarnos la palabra de Cristo. Estoy contra el desprecio para con el hombre que eso implica. Y creo que no es cuestión de seguir aceptando siempre esa, digamos, pedagogía deformante. En definitiva, pienso que lo que se nos dice no debe tener fuerza de ley, sino fuerza de espíritu.
Lo dice con cara de echar a los mercaderes del templo. Se lo digo.
—Claro, y ése es otro punto. A veces se ha tratado de aislar a Cristo de su contingencia histórica, como si el asunto de los mercaderes fuera algo secundario al lado de sus grandes parábolas. Cristo fue las dos cosas: palabras y hechos. Echar a los mercaderes del templo fue algo bien concreto, que además tiene un valor simbólico que no se le escapa a nadie.
—¿Sos católico?
—No. Soy cristiano.

LA MUSICA, SUS COMOS Y SUS PORQUES
Cambiamos de tema. Hay otros des cafés humeando. Porchetto parece abstraído.
—¿Cómo tomaste contacto con la música?
—Una guitarra. Cuando era chico mi abuela me regaló una guitarra que había sido de mi abuelo, que era músico. La música me gustó desde siempre, desde que me acuerdo. ¿Quiénes me gustaban? Glenn Miller, Los Plateros, Bill Halley, Elvis Presley, todos ésos. También hacía folklore, cuando todo el mundo andaba en eso. Cuando me hago emergente, hace dos años y medio, más o menos, me metí de lleno con el rock.
—¿Qué es la música para vos?
—Cada individuo tiene su manera propia de creer y de expresarse. Yo me expreso a través de la música. Hay miles de canales de expresión. Yo descubrí el mío en la música. ¿Sabés por qué? De repente netas que las palabras no tienen ningún sentido. Pensás algo, lo estructuras, y cuando lo decís, ya no es lo que pensabas. La música no te traiciona con tanta facilidad. Es más espontánea, certera, más "irracional", bien entre comillas.

LA GENERACION "PERDIDA"
—¿Qué piensan tus padres de lo que hacés?
—No están en desacuerdo con lo que yo siento. Pero tienen miedo.
—¿Miedo a qué?
—Soy hijo único, sabés. Y entonces ellos piensan en mi futuro, en mi seguridad económica. Tienen miedo a las consecuencias.
—¿A qué consecuencias?
—No sé muy bien. Supongo que a las consecuencias de no haber terminado mi carrera de abogado. Para ellos, de pronto, es más importante que su hijo sea abogado que músico. "A mí me gusta lo que hacés, pero ¿de qué vas a vivir?". Es lo que uno suele escuchar. Lo que las generaciones que nos precedieron no terminan de entender es que, para sus pautas, preferimos ser pobres, desdeñar lo superfluo. O, por lo menos, elegir mejor lo que se quiere de la vida.
No hay odio ni resentimiento, ni siquiera decepción en las palabras de Porchetto. Más aún: "Yo quiero mucho a mis padres. Incondicionalmente, te diría. Pero eso no quiere decir que yo vaya a ser lo que ellos son. Nada de eso", dice con la mayor tranquilidad.
—No sé, hace dos o tres generaciones se pretendía que el hijo fuera lo que el padre no había logrado ser. Que el hijo continuara las aspiraciones del padre. Y los padres entendían que ésa era su misión en la vida: lograr que el hijo superara su fracaso. Creo que eso no va a ocurrir con nuestros hijos.
Y entretanto salimos a la calle. Vamos hasta Plaza Congreso. Nos sentamos en un banco.
—Pero, en el fondo, yo no sufro lo que se llama "enfrentamiento generacional". Creo que mis padres han terminado por entender quién soy yo y qué pretendo de la vida. Te digo esto porque pienso que la podrían haber hecho mucho más difícil. No les debe haber resultado nada fácil a ellos, geniales artesanos de "futuros para hijos", que habían hecho todo tan perfectamente para que uno fuera lo que ellos querían, encontrarse con el pelo largo de uno, que además tiene la audacia de decirles: "Ni casa ni mujer quiero hasta que no me encuentre a mí mismo". Pienso que podrían haber presionado más, que podrían haber sido aún más restrictivos...

LA CARRERA DE POSTAS
En la mano derecha, un libro de Jack Kerouac, Los Vagabundos del Dharma, va y viene acompañando los gestos de Raúl.
—¿Qué te parece Kerouac?
—Un precursor de esto que está pasando ahora. La beat generation se impostó en nosotros. Quizá nosotros nos impostemos en otra cosa más lograda.
—Como una carrera de postas en la que el testimonio a entregar fuera una manera de encarar la realidad, la vida...
—Eso. Y yendo hacia atrás, te encontrás con que antes de Kerouac estuvo el surrealismo, y antes, Rimbaud, y antes, Wiliam Blake. Y así para atrás hasta los comienzos.
—¿Qué es lo que ves como común denominador de las personas que nombraste?
—Todos buscaron la verdadera identidad del hombre, su verdadera esencia. Todos miraban su tiempo con sentido crítico y referido a otra cosa. Todos estaban despiertos. Sabían lo que había ocurrido con el mundo y deseaban —y actuaban— para que el mundo ocurriera de otra forma. Bajo una delgada capa de orgullo había una humildad básica, un saber que eso que eran ellos tenía sus limites, sus lamentables pero ciertos limites. Que el mundo no terminaba ni empezaba en ellos.
Tan distinto de la abrumadora mediocridad de nuestra civilización, convencida como está de que no existe otra cosa que ella, sin ver que es el magnífico o deplorable resultado de un trabajo de hormiga.
Los ojos se le encienden con eso que se suele denominar "fuego sagrado" y que, creo, no es otra cosa que pasión. Pasión por la vida, por el hombre, pasión hasta por sus vacilaciones. Alrededor nuestro, palomas, jubilados, gente que camina. Más lejos, autos, humo, el Congreso, la ciudad.

UN PARRAFO MAS PARA LA GENERACION "PERDIDA"
—Lo que pasa con las generaciones anteriores a nosotros es tremendo. Aparentemente, deploran en nosotros una presunta voluntad de autodestrucción. Suponen, equivocadamente. que somos nihilistas, o algo así. Pero, en el fondo, eso esconde otra cosa. Nuestra ética, nuestra forma de vida, les está indicando su decadencia y destrucción. Ellos están abandonados de ellos mismos. Fíjate que ni sus palabras tienen significado para ellos.
—Aclarame eso.
—Te hablan de libertad y viven atados a las cuotas por el televisor, la heladera, el auto. Entonces, ¿qué es la libertad para ellos? ¿Libertad para esclavizarse? Es una libertad tan pequeña, tan a ras del suelo, tan con minúscula que te los pinta de cuerpo entera. Mirá, la libertad hay que tomarla por asalto. Mientras se siga hablando del asunto no habrá libertad ni nada.
Las fotos. Casi un drama. Raúl Forchetto esconde literalmente la cara. No hace falta que diga "le tengo terror a las fotos" para tomar conciencia de que la cámara fotográfica y él son enemigos irreconciliables. Cuando Alfieri termina con su trabajo Porchetto respira hondo y vuelve a sentarse.

MUSICA DE ACA Y DE ALLA
—Lo nuestro es una forma de vida... —arranca nuevamente.
—¿Lo nuestro?
—Sí. lo de los verdaderos músicos de rock, lo de la juventud que ama nuestra música, lo de aquellos que, sin amar nuestra música, podrían llegar a amarla.
—¿En qué consiste esa forma de vida?
—En decir "no" a esta cultura, a este estilo mediocre de aceptar todo lo que venga.
—¿Y qué tienen para aportar en cambio?
—El rock forma parte de un proceso contracultural. Es, por ahora, una manera de disentir. Faltan formulaciones, estructuras que concreten eso que, por ahora, es una disensión un poco en el aire, a la que venga. Pero lo bueno de todo esto es que ya pasó de ser un delirio de unos pocos. Hemos logrado llamar la atención.
—¿De quién, aparte de los jóvenes?
—El otro día se organizó una especie de charla en una plaza. Nada formal, por supuesto. Se trataba de avisar que nos íbamos a reunir y charlar un poco. Fue gente de todos los niveles y edades. Una vieja, por ejemplo, se nos acercó y con cara de estar diciendo la verdad, dijo: "Pienso que tienen razón en mucho de lo que dicen y quiero ayudar, pero, ¿cómo?" Eso ya es algo, ¿no? Claro que también están los otros, esos como el tipo muy formal que, acompañado de su familia, se acercó y dijo que si por él fuera nos ahogaría a todos en el río y después nos metería presos. Algo un poquito contradictorio, como ves, pero significativo.
Ahora caminamos, cruzamos Rivadavia en dirección a Bartolomé Mitre. En un café, completamente aislados del resto de la gente, seguimos adelante. Porchetto está al borde de la exaltación. En su salsa.

SUPERSTAR. HAIR: NADA QUE VER
—Lo increíble, lo sorprendente, es ver cómo enseguida el estilo de vida que es criticado intenta —y a veces logra— absorber los cimbronazos. Así, después de la revolución hippie, aparecieron los Hair y los Jesucristo Superstar. Pero cuando ves la gente que está detrás del montaje de las obras no podés dejar de darte cuenta que el asunto no apunta a otra cosa que a hacer un buen negocio. Lo cual no quiere decir que haya que hacer malos negocios, entendeme bien..., estoy convencido de que hay que aprovechar todas las ventajas que se ofrezcan.
—En el caso de los músicos, ¿cuáles son las ventajas?
—Mirá, en la Argentina el rock vende cada vez más. Luego, las grabadoras tienen interés en grabar y promocionar rock. Entonces, sería tonto decir: "Yo soy puro, yo en eso no me meto", si quieren hacer negocio, bien, allá ellos. El negocio lo hacemos nosotros también: cada vez llegamos a más gente. Para que tu música trascienda los límites de cenáculo hay que acatar ciertas pautas.
—¿Vos estás grabando algo?
—No, estoy a punto de grabar un simple y un long-play.
—¿Cuáles son los problemas graves que tenés que enfrentar como músico de rock en una estructura comercial?
—Los condicionamientos. Aunque en realidad yo puedo grabar con bastante libertad. Es decir, mi música no se modifica. Pero a veces es difícil conseguir una sala para tocar. No hay muchos empresarios que se animen a los recitales de rock. Por los líos, ¿sabés?
No parece gustarle "los líos". Termina su café. Mira hacia la calle.

LO QUE ESTA, ESTA
—Qué corso. Afuera, digo —y señala los coches, la gente, el humo de los caños de escape.
Asiento.
—Pero a pesar de eso —sigue—, hay algo que cambió. Ahora, tenés 18, 20 años y se te escucha. Se te respeta o, por lo menos, se te presta atención. Y aunque todo lo demás se detuviera, lo que está, está para siempre. Eso no se va a perder. Pero yo estoy convencido de que esto no se detiene.
Se levanta, me sonríe, me da la mano —no la mano, el brazo, en el estilo del Imperio Romano— y da por terminada la entrevista.
Mientras lo veo caminar por Rivadavia pienso que así, sin verle los ojos ni auscultar su entusiasmo en un diálogo, cualquiera podría tomarlo por el estudiante de derecho que alguna vez fue tímido, reconcentrado y algo descontento. Eso, sin verle los ojos. Porque en cuanto uno lo mira de frente ve que detrás de esa cara joven de inocente que ya nunca más volverá a ser inocente laten los terribles, Cándidos, reveladores demonios de la música.
EMILIO GIMENEZ ZAPIOLA Fotos: Ricardo Alfieri
Revista Gente y la actualidad
17.05.1973

 

Raúl Porchetto

Ir Arriba