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crónicas del siglo pasado

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Sus Majestades Satánicas
The Rolling Stones

 

 


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¿BEATLES O STONES?
La atención del público británico, en ausencia de The Beatles, se centró en ellos como en una especie de sustitutos, lo que dio lugar a una polémica de sobremesa que dividía a los aficionados en dos grupos en apariencia incompatibles. Como ya había ocurrido con The Beatles, también en el caso de The Rolling Stones las noticias extramusicales empezaron a inundar la prensa de todos los colores, acaparando más atención que las estrictamente profesionales. Así, cuando su homenaje a Buddy Holly «Not Fade Away» -en el que intervino Phil Spector tocando las maracas- llegó al número tres, la prensa elevó al rango de noticia el que un representante del gremio de peluqueros se ofreciese a efectuarles un corte de pelo totalmente gratis.

 

Sin ser el tipo de promoción que OIdham hubiera deseado para sus representados, sabía que todo ayudaba a dar popularidad al grupo. Y no se equivocaba, ya que al anunciarse la comercialización del primer álbum, The Rolling Stones (1964), las cifras de pedidos anticipados llegó a la estimable cantidad de 100 000 unidades.
Con la garantía de éxito que aquella cifra representaba, OIdham añadió un truco más a su estrategia: en la portada del álbum no se indicó el nombre del grupo, algo insólito en la todavía corta historia del disco de larga duración y novedoso en la del rock & roll. La experimental táctica resultó un éxito rotundo: el álbum sustituyó a With The Beatles en el número uno en mayo de 1964.
En junio de aquel mismo año, siguieron a The Beatles en una hazaña tan importante como la de aquéllos: su personal conquista de Estados Unidos. Con el antecedente de Los Cuatro de Liverpool, su calendario se había ajustado al máximo: al día siguiente de su llegada a Nueva York, el 2 de junio, aparecían en «The Les Crane Show»; el 5 iniciaban una minigira; el 10 grababan en los legendarios estudios de Sun Records y conocían personalmente a Chuck Berry, Muddy Waters y Willie Dixon; el 13 intervenían en un programa presentado por el desaparecido Dean Martín, y el 22 regresaban al Reino Unido para actuar en Oxford aquella misma tarde.
La espera de los efectos secundarios, consecuencia de su arrasador viaje a Estados Unidos, se hizo más corta al comprobar que una de las canciones grabadas en Chicago, «lt's AlI Over Now», les reportaba el primer número uno en su país. En contrapartida, sus primeros problemas serios con la justicia acaparaban titulares más grandes que los correspondientes a «Tell Me (you're Coming Back)», «Little Red Rooster» y «Time Is On My Side». Aceptando con placer el papel de «chicos malos» -absolutamente desmesurado por los medios de comunicación-, The Rolling Stones empezaron a sufrir el acoso policial. Se multaban sus excesos de velocidad como revancha por no poder impedirles cantar en conciertos que provocaban actos violentos y algún desgraciado accidente. Ed SuIlivan los vetó en su show en 1964, a la vista de la violencia generada entre el público, pero en el fondo los castigaba por haberse negado a actuar en Suráfrica como oposición al apartheid. En compensación, actuaron en un show celebrado en el Civic Auditorium de Santa Mónica, respaldados por lo más selecto de la música negra del momento: Chuck Berry, James Brown y Marvin Gaye.
De regreso de su segunda estancia en Estados Unidos, la BBC también les volvió la espalda y prohibió temporalmente sus discos. Su delito había sido llegar tarde a un par de programas a los que estaban invitados. En el corazón de ese ambiente general tan contrario, empezaron a surgir las voces que defendían al grupo oficialmente. En el transcurso de una nueva visita de Mick Jagger al juez por infracciones de tráfico, el defensor alegó que la longitud de su melena no era la que debía juzgarse, puesto que los propios miembros del jurado lucían pelucas con ricitos y, además, The Rolling Stones eran jóvenes con estudios que generaban unas sustanciosas entradas de divisas al país.

SIN SATISFACCIÓN

En enero de 1965, su disco de larga duración The Rolling Stones No 2 volvió a reemplazar a The Beatles en el número uno de las listas británicas. La opinión generalizada era que The Rolling Stones era el segundo grupo de rock británico, lo que equivalía a decir mundial. OIdham lo vio como un nuevo reto para dar el paso decisivo y convertirlos en los número uno.
En opinión de OIdham esto sucedería si Jagger & Richard, al igual que Lennon y McCartney, componían sus propias canciones y empezaban a olvidarse de las versiones ajenas. Su puesta en práctica resultó tan poco diplomática como efectiva: los encerró en una habitación hasta que tuviesen algo que mereciese la pena de ser escuchado. Las primeras canciones no eran dechados de perfección, ni siquiera de eficacia, pero les despertó, literalmente, el gusaniIlo creativo. Una noche, el sueño de Keith Richards fue interrumpido por la extrema realidad con que oía en su mente un acorde de guitarra. Totalmente desvelado, empezó a desarrollar la canción que se convertiría en «(I Can't Get No) Satisfaction». Por la mañana, junto con Mick Jagger, desarrollaron la letra y, una vez finalizada, a Richards le pareció una vulgar canción folk de protesta. La opinión de Jagger era muy diferente; confiaba en las posibilidades del tema y su intuición no fue desencaminada, puesto que se convirtió en su primer número uno en Estados Unidos.
En el Reino Unido, «(I Can't Get No) Satisfaction», al ser lanzada en un disco de cuatro canciones no tuvo la misma suerte con las siempre indicativas cifras de las listas de éxitos. No fue impedimento para que el tema se convirtiese en uno de los himnos juveniles en el mismo año en que The Who presentaban «My Generation».
Otras dos canciones. «The Last Time» y «Get Off Of My Cloud», reforzaron el potencial de The Rolling Stones durante 1965, año decisivo en su carrera porque a su equipo de producción llegó Allen Klein y renegoció un contrato millonario con Decca Records. Aftermath (1966), el primer álbum grabado tras el nuevo acuerdo, también fue el primero del grupo que contenía exclusivamente composiciones de Jagger & Richard, una heterodoxa combinación de rock & roll, baladas y misoginia, espléndida de principio a fin: «Stupid GirI», «Under My Thumb», «Mother's Little Helper», «Out Of Time»...
Con Aftermath también se incrementaron los problemas del grupo con Decca Records. El disco Could You Walk On The Water fue vetado por la discográfica, «Have You Seen Your Mother Baby, Standing In The Corner?» se comercializó con unas mezclas nefastas por culpa del desinterés de Decca; las letras eran suavizadas en muchas de sus canciones y en una de sus apariciones televisivas incluso tuvieron que modificar «Lets Spend The Night Together» por «Lets Spend Some Time Together».
En cualquier otro momento, Andrew OIdham se habría sentido satisfecho de su grupo, pero el distanciamiento entre ellos se había acrecentado desde la llegada de Klein, y OIdham ya no estaba interesado en rentabilizar el escándalo. Cuando en febrero de 1967 el diario «News Of The World» incluyó el nombre de Mick Jagger -a quien confundieron con Brian Jones- entre una larga lista de músicos de rock & roll que consumían drogas, se inició un nuevo acoso policial contra todos los integrantes de The Rolling Stones: Jagger y Richards fueron condenados, respectivamente, a un año y tres meses de arresto por posesión de marihuana y anfetaminas y, a pesar de que ninguno de los dos llegó a cumplir condena, su imagen pública se vio muy afectada. OIdham asistió a todo el proceso desde la barrera, y a fines de ese año se separó formalmente del grupo.

SATÁNICAS MAJESTADES

En numerosos frentes se interpretó el acoso a The Rolling Stones como una campaña general que los había elegido como chivos expiatorios. Sea como fuere, The Rolling Stones reaccionaron enérgicamente grabando un single cuya cara A estaba dedicada a los fans que los habían continuado apoyando («We Love You») y la B se abría con sonidos de pisadas y de celdas cerrándose («Dandelion»). Su siguiente álbum de larga duración fue el alucinatorio Their Satanic Majesties Request (1967), en cuya portada se incluía una fotografía tridimensional con la que ganar terreno al Sgt. Pepper's Lonely Hearts Club Band, de The Beatles, que se acababa de editar.
Decepcionante en todos los aspectos, Their Satanic Majesties Request sirvió para que a The Rolling Stones se les añadiese un nuevo estigma: el del culto diabólico.

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«Los ácidos nunca me afectaron el cerebro ni nada por el estilo. Los tomaba antes de que fuesen ilegales» (MICK JAGGER)

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Brian Jones en un escenario de Manchester en 1964

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Charlie Watts, Bill Wyman, Mick Jagger, Brian Jones y Keith Richards

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Brian Jones y Mick Jagger

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la pulcra imagen de los comienzos

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«La gente dice que somos una parodia de lo que éramos hace diez años. Dudo mucho de que quien lo dice nos haya visto hace diez años» (MICK JAGGER)

A ellos, una vez más, esto les pareció una faceta promocional más y escribieron la canción «Sympathy For The Devil» para demostrarlo. Sin embargo, incluso con toda la ambición por convertirse en el centro de la atracción mundial, su conciencia social y política les hizo reaccionar ante los acontecimientos de 1968; modificaron la letra de «Sympathy For The Devil» tras el asesinato de Robert Kennedy y escribieron «Street Fighting Man» a raíz de la revueltas estudiantiles en París.
Definitivamente, The Rolling Stones se habían convertido en un grupo non grato. «Street Fighting Man» se prohibió en muchos países por considerarse una incitación al desorden público; Decca Records les prohibió la portada de Beggars Banquet (1968), en la que aparecía un retrete rodeado de graffiti, y Brian Jones, consumido por las drogas, optó por abandonar el grupo el 8 de junio de 1969, y lo sustituyó Dick Taylor.
Lo que era evidente es que el público los apoyaba incondicionalmente, más aún tras el éxito de «Jumping Jack Flash» y la aparición de Beggars Banquet, uno de sus mejores discos junto con Let It BIeed. Tras la muerte de Brian Jones, apenas un mes después de dejar el grupo, ofrecieron un concierto homenaje en el Hyde Park londinense al que asistió cerca de un cuarto de millón de personas. Su voluntad de repetir la experiencia en Estados Unidos se convirtió en un pandemónium que se saldó con la muerte de un joven negro acuchillado por los Angeles del Infierno contratados para mantener el orden.
Si aquel concierto californiano fue un simbólico final a la utópica filosofía de amor y paz que había planeado por la segunda mitad de los años sesenta, también coincidió con la finalización del contrato de The Rolling Stones con Decca en unos términos igualmente poco amistosos: el grupo propuso como último single «Cocksucker Blues» («Blues del Chupapollas») y Keith Richards sentenció: «Prefiero la mafia a la Decca».

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