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crónicas del siglo pasado

Revistero
de rock

 

 

Sobre la moda
y la música argentina
para los 80

 

 

 

"Me desvelé por mucha gente, y también me desencanté con muchos: muy lindas guitarras pero lo que iban diciendo no me decía...hay gente que lo único que tiene para ofrecer es una bonita voz. Me atrevería a decir que tiene la desgracia de la calandria. La calandria es un ave muy desdichada; tiene la facultad de imitar el canto de todos los pájaros y no tiene canto propio. Los cantores son igual; nos quedan debiendo siempre el adentro."
Atahualpa Yupanqui.

 

Fuente: revista expreso imaginario, noviembre 1980 - Pipo Lernoud

 



 

La Argentina tiene la suerte de poseer un intenso movimiento de música joven que hace doce años viene batallando por expresar lo que pasa por la cabeza de cualquier pibe de hoy, aquí.
Aunque a veces no seamos del todo conscientes, tenemos también un público con muy buena oreja y sentimientos a flor de piel, que es capaz de llenar un Luna Park o un Obras para ver a Mc.Laughlin, Corea, Hermeto Pascoal, Weather Report y otros tantos creadores que en sus propios países pasan desapercibidos en medio del mar de "productos" con que la industria musical invade diariamente el "mercado". Esos músicos de alto nivel creativo dan giras por Europa atrayendo públicos que raramente pasan las mil personas, y apenas son reflejados por la prensa más especializada, mezclados entre los alfileres de gancho y los terciopelos de la moda musical.
Porque existe una moda musical, que llega de Londres, Nueva York o Los Ángeles cada temporada, indicando "qué se usa este año." En un tiempo fue el rock pesado, con sus camisas sudadas y sus guitarras en distorsión el que copó la banca, y Led Zeppelin indicaba el camino para cualquiera que quisiera estar en la onda. Y no es que eso fuera demasiado malo, porque hacía falta un poco de excitación, algunos festivales masivos, un poco de ruido para despertar los sentidos. Es bueno recordar que desde el cuarenta con el tango, y fines del cincuenta con el folklore, en la Argentina no había pasado nada, musicalmente hablando, con la digna excepción de Piazzolla. Y este nuevo fenómeno del "rock nacional" surgido de la imaginación de Moris, Javier Martínez, Litto Nebbia, Tanguito, Spinetta, Miguel Abuelo, al principio tuvo características absolutamente propias, cosa que es fácil confirmar escuchando esos primeros discos. "Pato trabaja en una carnicería", "Avellaneda Blues", "Laura va", "Plegaria para un niño dormido", etc...Allí había tango, folklore, Beatles, Jimi Hendrix, boleros, bossa nova, Bob Dylan, Corrientes y Talcahuano, las playas del sur, Flores, y Barrancas de Belgrano. Esos muchachos, en su casa, escuchaban "lo último" venido de afuera: Canned Heat, Cream, Led Zeppelin, etc. Pero "sonaban" argentinos hasta la médula. Como dice Gismonti: "Les entraba por una oreja y les salía por la otra". Estaban ocupados inventando una música nueva para un público nuevo. La gente grande pensaba que el asunto no iba a durar, que era una onda pasajera. O decían: "Ya se los va a comer el sistema". Pero los muchachos estaban entusiasmados. Pintaban con palabras frescas la realidad del momento, inventando también una nueva poesía. Era: "Yo vivo en esta ciudad"..."Palermo al mediodía los cines de treinta guitas"..."Vía muerta, calle con asfalto siempre destrozado...el humo y el hollín están por todos lados"..."Plegaria para el sueño del niño donde el mundo es un chocolatín ...quizás se sienta gorrión esta vez". El lirismo y la crudeza, el amor y la bronca, todas las expresiones cabían en un lenguaje sacado de la vida nuestra, idioma de la calle que es capaz de reflejar hasta las más secretas realidades del alma.
Pero estábamos hablando de la moda. La moda, que es el método de domesticar los espíritus, masificar los gustos, aplacar la creatividad personal y disolver las características propias de los pueblos. Así fue como, de ser un elemento más de la realidad musical, el rock pesado se convirtió en una moda, en una obligación. Y cada día que pasaba, esos grupos argentinos se parecían más a los ingleses y menos a lo que los rodeaba, al sonido de la calle alrededor. Las letras, en general, se volvieron esquemáticas, simples agresiones a los "tontos" que no tenían el pelo largo. O entraron en una loca espiral de metáforas "cósmicas" que, casi siempre, eran traídas de los pelos. Por supuesto que la cosa no es tan simple como aparece escrita en este papel, y en todo momento hubo canciones extraordinariamente comunicativas, guitarras que te ponían los pelos de punta, voces que tocaban la emoción.
Pero Estados Unidos decretó Crosby, Stills and Nash. Y en vez de ser un dato más para enriquecer el bagaje musical de cualquier joven, esas extraordinarias voces que parecían volar por una playa de guitarras acústicas se convirtieron en la nueva moda de la temporada. Pasemos entonces a las camisas vaqueras y los cielos abiertos. Pero no los de la pampa: los de Tenessee. ¿hace falta aclarar de nuevo que, dentro de eso, también hubo mucho sentimiento real, enormes cantidades de aprendizajes fundamentales? Sí, hace falta remarcarlo, porque a veces los músicos y sus seguidores interpretan este tipo de análisis como una agresión personal, y es por eso que me lo he guardado todo este tiempo. Está claro que a todos nos pasó por encima la moda, incluyendo al que esto escribe.
Inglaterra retrucó con la "progresiva". King Crimson, Emerson Lake and Palmer, Yes, Génesis. Un gigantesco paso musical Toda la armonía de la composición clásica europea, entrando como un vendaval en los instrumentos de rock. Composiciones elaboradas, largos arreglos sinfónicos. Una oleada de "cultural occidental" atravesó al joven hijo de la música afroamericana, y el rock devino sinfónico. Capas de terciopelo, camisas de raso brillante, pedales de efecto y ensambles de cuerdas. Los músicos pasaron a la academia, hablando en poesía europea y tocando variaciones de folklore ruso pasadas por Tchaicovsky. Los grupos ingleses desarrollaron un complejo show de luces y sonido, que les exigía tener una poderosa empresa detrás. El Rock Elefante. En la Argentina casi todo el mundo se puso a comprar sintetizadores y a componer obras conceptuales, hablando del Universo en términos cada día más abstractos. A esta altura, la generación que había crecido en los recitales mañaneros del Coliseo, en 1969, o en B.A. Rock, tenía ya edad de casarse y trabajar enfrentándose a la dura realidad cotidiana nacional, y no se sentía reflejada en las galaxias del nuevo sonido. Entre la poca guita y la falta de identificación, una carnada de jóvenes abandonó la fidelidad al rock. Insistimos: La cosa no es tan simple, por supuesto. Los músicos desarrollaron una maravillosa capacidad técnica, la música se enriqueció con una herencia sonora impresionante, los instrumentos fueron perfeccionados al ritmo de las crecientes necesidades de los intérpretes. Pero Rick Wakeman hay uno solo, como Piazzolla. Robert Fripp hay uno solo, cómo Atahualpa. Un argentino intentando "ser" Emerson o Fripp es un esfuerzo mal colocado y una personalidad creativa que se desperdicia en copias.
Estados Unidos, viendo que el mercado estaba bajo control inglés, produjo una fusión hasta cierto punto novedosa: el Jazz-Rock. La fusión ya existía, y gente como Miles Davis, Soft Machine o Butterfield Blues Band ya la ejercían con increíble profundidad en los últimos años de la década del sesenta y los primeros de la del setenta. Pero las grabadoras (y el periodismo, que necesita que la cosa se mueva y haya novedades) descubrieron sus posibilidades comerciales. Una nueva imagen, más negra, más desenfadada. "¡Sólo quiero hacer música y pasarla bien!". Sacos sport, zapatillas , movimiento en el escenario, rompiendo el estatismo de lo sinfónico. Good Time Music, Ritmo bastante bailable y velocísimos solos instrumentales. Los que lideraban la corriente en Estados Unidos eran viejos músicos de jazz alumnos de Miles Davis: Chick Corea, Herbie Hancock, John Mc.Laughlin, Billy Cobham, Wayne Shorter y Josef Zawinul. etc. Todos ellos tienen más de quince años de tocar jazz. Han mamado a Duke Ellington, Lester Young, Charlie Parker, Thelonius Monk, John Coltrane, Ornette Colemann. Han tocado "Perdido" y "Nefertiti" en boliches llenos de humo y cerveza, en el Bronx, donde cada uno intentaba mostrarle a los maestros sus progresos en el instrumento, sin pensar en formar una banda propia y lanzarse a la carrera del consumo. El momento de la fama llegó años después, cuando la juventud blanca necesitó un poco de sangre nueva, vitalidad y diversión. En la otra punta del continente, en Argentina, los que estaban tocando rock sinfónico pararon la oreja, "¡Cómo toca Al di Meola!".Como siempre, en el norte eran nuevos nombres, nacidos en distintos lugares y con otra educación los que estaban haciendo la cosa. Pero en el sur eran los mismos que habían tocado rock pesado o folk, los que habían seguido la progresiva y desembocado en el jazz-rock. En pocos meses tuvieron que aprender otras síncopas, desarrollar estilos de improvisación, aprender escalas de jazz. De Emerson a Corea, sin pasar por Charlie Parker, Miles Davis o Duke Ellington. De pronto, los boliches llenos de humo y cerveza, que siempre habían existido en Buenos Aires, fueron invadidos por los jóvenes rockeros. Corea dice: "Uno siempre empieza imitando y ésta es una etapa de estudio. Hay que darse cuenta que cuando uno está tocando en el estilo de otro lo que está haciendo es estudiar, absorber descubrimientos de otros. Esa es una etapa, no es el objetivo final. Es el método habitual para estudiar cualquier cosa: aprender lo que se hizo hasta el momento. Aprender los yeites de otros. Pero el artista debe ir más allá de eso. Llega el momento en que tiene que inventar sus propios yeites, desarrollar su propio estilo. Cada individuo debe reconocer y asumir su derecho a experimentar por su cuenta. ¡Cualquiera puede hacer sus propias notas!"
Pat Metheny agrega: "Hay alrededor de 700 guitarristas en Berklee, en este semestre, y cientos quieren tocar como yo o como Al Di Meola o como cualquier otro. Todos quieren tener sus propias bandas y hacer giras por todo el país y hacer esto y aquello, y eso luego no sucede. Existen muy pocos instrumentistas que tengan algo extra que decir aparte de tener la habilidad de tocar bien su instrumento." "Todos los que están en primera línea no son en general los que tocan demasiado bien su instrumento: son los que tienen algo nuevo que decir y saben decirlo de una forma muy personal, original".
En la Argentina, mientras tanto, se oye conversar a dos guitarristas "Mata la onda Larry Carlton en que estás tocando!"
Pero Inglaterra no se quedó dormida todo este tiempo. Los más jóvenes necesitan una música sencilla, con la fiebre de los primeros tiempos del rock, unos pocos acordes y a cantar. Los viejos elefantes son tan grandes que sólo los puede mover una enorme cantidad de dinero. Los shows de Zeppelin o Génesis tienen láser y veinticuatro canales. Los pibes no pueden llegar a eso, pero quieren tocar y divertirse. Y la industria sabe que tiene que empujar algo nuevo, porque sin renovación no hay consumo. La gente se aburre de ver siempre lo mismo. Hay que inventar un nuevo envase para la gaseosa, una nueva imagen para el rock. El periodismo se prende: el Melody Maker y el New Musical Express sólo hablan de Punk y New Wave. Lo que hace un año era glorioso hoy es "un viejo pedo aburrido" como dicen allá. Mezclando los viejos sonidos del 60 (Who, Stones, Beatles) una pizca de reggae y la inspiración de Dylan y Patti Smith, surge, a fuego rápido, la New Wave. Como cualquiera de los otros, no es un fenómeno que se puede juzgar en cuatro renglones, y de todos modos allá era realmente necesario refrescar el ambiente. Europa está vieja, gastada, superpoblada y aburrida. Todo el mundo vive en ciudades gigantes, rodeado por autopistas y supermercados. Alguien tiene que cantar esa realidad. Alguien tiene que escandalizar a papá. Y papá, para un pibe de catorce años, en Londres, es Mick Jagger. Cortémonos el pelo, pongámonos corbatas, parezcamos oficinistas aplastados por la rutina o maníacos sexuales de cuero negro. "Parezcamos", no "seamos". Basta de viejos ídolos del rock, paso a las nuevas generaciones. Otros nombres, otra forma de vida. La industria y el periodismo, contentos, porque hay tema para hablar y discos para vender. En Nueva York, en Los Ángeles, brota la nueva consigna: ¡Frescura! ¡Naturalidad! Los grandes, los entendidos, escuchan Jazz y Jazz-rock. Los negros escuchan Funk, y los muy jóvenes se copan con la New Wave. El mercado está bien organizado. En la Argentina, una vez más, algunos de los que hacían sinfónico, o pesado, o folk descubren la New Wave. Y algunos no la toman como un elemento más, enriqueciendo su propio estilo musical. Asumen como propia la lucha de los jóvenes europeos o americanos, que viven otra realidad distinta, que tienen que surgir por entre los monstruos establecidos de la escena rockera. Dire Straits, Blondie, Police, Elvis Costello son transplantados a la Argentina sin adaptación previa, viviendo una vez más una realidad prestada. En la Argentina, que todavía tiene olor a malvón y barrios silenciosos, llanuras infinitas, montañas sin tocar.
Podríamos meter aquí a Brasil. El único país sudamericano con un movimiento musical gigantesco y propio, apoyado por las grabadoras, los intelectuales, los artistas, los cineastas. Ellos han sumado a su folklore, al sonido de sus ciudades, todos los sonidos del mundo, desde los Beatles hasta el jazz, pasando por el reggae, el clásico, los blues, la salsa, los boleros y hasta el tango. Los brasileños asumen los acentos regionales, las distintas tradiciones heredadas, la geografía y el paisaje que les pertenece. Un movimiento que explora su propio país, utilizando también sintetizadores. Pero, como representa a la gente real de la calle, tiene un público inmenso. No es sólo para los que están en "la última". Milton, Gismonti, Hermeto, Caetano, Gilberto Gil, Beto Guedes, una docena de extraordinarias cantantes femeninas, etc. Algunos argentinos pueden haber descubierto, a través de ellos, la enorme riqueza musical de nuestro continente, pero, por supuesto, tampoco se trata de imitar a Gismonti o a Milton.
En realidad, no se trata de cerrar los oídos a todas las músicas de afuera y dedicarse a cantar tangos o zambas. Se trata de no dejarse arrastrar tan fácilmente por los vaivenes de la moda, arriesgarse un poco a estar "fuera de temporada". Escuchar todos los sonidos incluyendo el que sale de adentro de uno. Tomarse en serio a uno mismo, como decía Gismonti. Creer en nuestros propios sueños. Inventar nuestra propia música, y que vengan a buscarla de afuera, como pasa con los brasileños y con Opa. Abrir un poco la oreja a nuestra propia tradición musical (Corea admira a Piazzolla, Mc.Laughlin a Atahualpa, Milton a Mercedes Sosa),hacer una sopa gigante que huela a lo que nos rodea, y que le pueda gustar a un tipo común de nuestras ciudades, como les gustaba "Muchacha Ojos de Papel" o "Balada para mi muerte" o "Jugo de Tomate frío"o "La marcha de la bronca". Esas canciones marcaron una época en la Argentina. Ese es el más hermoso de los desafíos: hacer la música Argentina de la década del ochenta, con toda la frescura y el dinamismo y el virtuosismo y la calidad de sonido que se puedan poner allí, sin dejar de lado nada de lo aprendido, pero que se parezca a nosotros, a nuestras casas, a nuestro barrio. Hay un universo musical por descubrir, y nadie va a hacerlo mejor que nosotros.

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