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crónicas del siglo pasado

Revistero
de rock

RICK WAKEMAN
RARA MEZCLA DE EPOPEYA Y BANALIDAD

Superar en popularidad a Keith Emerson, el tecladista por excelencia, no parecía tarea fácil. Sólo una inteligente serie de ediciones y un orquestado plan publicitario, sumado al innegable talento de Wakeman, pudo conseguir revertir una posición que parecía inexpugnable. Ahora Wakeman es la primera figura de los tecladistas, las nuevas estrellas del rock.

Fuente: Revista Pelo octubre 1975

 

 

 

Rick Wakeman acababa de terminar, hacía sólo unos pocos días, el álbum que contiene la banda de sonido de la película de Ken Russell sobre Franz Liszt, cuando se enteró de su primera colocación en las encuestas. Wakeman ha producido todas las bandas de esa obra en algunas de las cuales aparece la poderosa, rompiente voz de Roger Daltrey —que hace el papel de Liszt en la película— y las narraciones a cargo de Paul Nicholas, el mismo que hizo de Cousin Kevin en "Tommy".
La música, libremente adaptada de pasajes de Liszt, Wagner y Teresa Brewer, es una extraña mezcla de grandiosidad, banalidad y epopeya. Los momentos de los dramas wagnerianos no pueden disfrazarse ni cambiarse demasiado, así que son los temas de Liszt los que han sufrido más mutaciones en favor del arte pop. "Leibstraum", por ejemplo, se convierte en "Loves Dream" a través de una combinación de rock y twist, con unos trombones intoxicantes que recuerdan éxitos tan pasados como "Music, Music, Music".
Pero hay pasajes realmente espléndidos, donde Rick se expresa libremente con sus teclados, de manera que uno no disfrutaba desde "Las seis esposas de Enrique VIII". La banalidad de algunas partes es intencional, ya que la película es una parodia, pero de todos modos son preferibles las bandas "en serio", como "Master Race", "Wagner's Dream", o la invención surrealista de "Hell" o "Rape, Pillage And Clap".
Russell y Wakeman parecen haber conformado una excelente sociedad creativa que, a pesar de que a veces se dejan llevar por el mal gusto y el sensacionalismo, son capaces, casi siempre, de producir cosas sorprendentes y honestas. La terminación de este álbum coincide con otra explosión de energía de Wakeman, uno de los músicos de rock más entusiastas y activos. Ahora se prepara para los últimos detalles de un programa especial para la televisión, realizado por el mismo equipo que se encargó del programa de David Bowie.
Rick se muestra sonriente como siempre, a pesar del fracaso de la menos triunfante presentación de "El Rey Artero", sobre hielo en el Empire Pool de Wembley, hace ya unos meses. Su interés principal al principio de esta entrevista estaba puesto sobre los cambios en su banda, el English Rock Ensemble.
"Después de lo de 'El Rey Arturo' hicimos algunos cambios, por supuesto a nivel musical. El bajista, Roger, todavía está con nosotros, porque es asombrosamente talentoso. Ashley Holt también se ha quedado. Pero algunos de los demás se fueron, porque no marchaban como correspondía: no ensayaban, no hacían nada coherente, y, además, se habían embarcado en una gran locura de superstars.
"Con Gary Pickford paso otra cosa: con nosotros cantaba, pero después empezó a componer algunas cosas que, aunque eran muy buenas, no encajaban dentro de lo que nosotros estamos haciendo. Así que dejamos que se fuera y tratara de encontrar su camino a través de lo que él realmente desea. Creo que será una buena oportunidad para él.
"Hemos incorporado a dos muchachos que tocan bronces, hacen percusión y cantan; son fantásticos. También tenemos un nuevo baterista, Tony Fernández, que estaba con Toefat. Lo que estamos buscando desesperadamente es un guitarrista.
"Lo que pasó en el Empire puede definirse como la diferencia entre 'bueno' y 'genial'. Reconozco que apenas llegamos a estar más o menos bueno, aunque todavía no sé bien por qué, qué fue le que pasó. A juzgar por el trabajo y el esfuerzo que pusieron todos, tendría que haber sido algo superfantástico, inolvidable. Pero no fue así. Faltó la magia que hubo en, los conciertos de 'Viaje al centro de la tierra'. Si no salió todo tan bien como esperábamos, fue en gran parte debido a que no ensayamos demasiado. Cuando llegó el momento de actuar estábamos todos paranoicos y preocupados; nunca nos había pasado antes.
"Wembley tendría que haber sido tres veces mejor que el Festival Hall. Me sentí muy desilusionado, pero yo tengo la culpa.
"He tratado de balancear lo de 'Arturo' con el álbum de la película de Russell. Me siento muy complacido con los resultados, aunque no fue una tarea fácil. Fue muy difícil hacer que todo fluyera como una unidad, porque hay muchos cambios, músicas diferentes, y tres cantantes. Hay tres temas que interpreta Roger, uno que hace Linda Lewis y otro por Paul Nicholas. Hay una danza diabólica, partes de comedia, números orquestales.
"Ken Russell y yo hemos trabajado estrechamente juntos para esta banda de sonido. Pero una vez que elegimos qué material íbamos a usar, me dejó que terminara las cosas como yo quisiera.
"De esa manera, pude alterar —o destruir, como dice la Sociedad Liszt—, cambiar y arreglar los temas como a mi mejor me pareció.
"Sé muy bien que cuando los fanáticos puritanos de la música clásica vean lo que, hicimos con cosas como 'Orpheus' y la 'Cabalgata de las Valkirias', se van a querer morir.
"Pero se comportarían absurdamente, porque hay mucha gente que no conoce 'Leibstraum', o 'Loves Dream', que es una canción hermosa, y que Roger canta muy bien. Si no fuera por la película de Russell, tal vez nunca tendrían la oportunidad, en todas sus vidas, de poder escuchar ese y otros temas de Liszt. Esta versión puede hacer que muchos se decidan a introducirse en lo clásico.
"Toda la película es muy extraña, verdaderamente rara. Es totalmente asombrosa.
"Conozco muy bien a Ken y sé hasta qué punto se mete con lo que está naciendo, cómo se compromete y va hasta el fondo de la cosa. Hasta que termina. Después, se esconde. Ahora, por ejemplo, está medio recluido en Escocia. Está muy loco con respecto a esta película, porque reconoce que es lo mejor que ha hecho hasta ahora, y siente que tal vez le va a costar mucho superar esta obra.
"Yo vi toda la primera hora de 'Lisztomania', y esa sola hora cubre cualquier emoción, desde la carcajada hasta las lágrimas. Incluyendo escenas que realmente te ponen los pelos de punta. También hay un exorcismo: Wagner (Paul Nicholas) tenía la costumbre de copiarle temas a Liszt, después los arreglaba y los hacía suyos. Ken visualizó esa actitud de la siguiente manera: Wagner desarrolla en la película una especie de personaje tipo Dr. Jekyll y Mr. Hyde, y después se convierte en un vampiro. Droga a Liszt, y, al absorberle la sangre, le saca también la música.
"En la escena del exorcismo hay un gran piano que da vueltas, con el cual logran sacar el diablo de adentro de Liszt". Es una escena indescriptible, increíble, antológica. Hay que verla muchas veces para poder captarla completamente.
"Pero al minuto siguiente, uno se vuelve a reír. Es todo tan vertiginoso, que hoy traspiraba mientras la veía. Además, Paul Nicholas es brillante.
"Cualquier otro director podría haber hecho una vida de Liszt sin mayores problemas, totalmente convencional y complaciente para todo el mundo. Pero de esta manera se convierte en otro 'Tomm'y.
"Ya también, además de hacer la música, he tomado parte de todo el delirio. Un día vino Ken y me dijo que Wagner había creado un dios que debía salir a conquistar el mundo. El dios era Thor, y tenía el pelo muy largo y muy rubio. Así que me dijo que yo tendría que interpretarlo.
"Fui al estudio, me hicieron desvestir, y me pintaron todo de plateado, todo lo que yo tenía que hacer, al principio, era quedarme quieto debajo de una sábana que Wagner descubriría ante los ojos de Liszt, al mostrarle que yo era el monstruo que conquistaría el mundo. Pero después eso le pareció muy aburrido a Ken, y me hizo caminar hacia unos fuegos.
"Pero eso también le pareció poco, y entonces me dijo que, al llegar a los fuegos, debería orinar sobre ellos y apagarlos. Todo iba muy bien, pero esta vez le "dije que no podía garantizarle el hecho de poder orinar en cada toma. Finalmente lo hicimos. Después Wagner me da un rodillazo en los testículos y ahí termina la escena.
"A pesar de estas cosas, creo que no hay nada en la película que pueda llamarse pornográfico. Todo es, simplemente, histéricamente gracioso. Russell no deja de asombrarme.
"Puede que algunos piensen que la película es de terrible mal gusto, pero es su estilo, un estilo que me parece muy respetable porque, de alguna manera, ha contribuido a la formación de un nuevo arte popular."

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