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Charly García y la increíble historia de un grabador que hizo ¡piff!

Pasa en las mejores familias. El número nueve patea penales durante todo el torneo y descose cuanta red encuentra en su camino, dejando arqueros cola para arriba. De pronto, el día de la final en el minuto 44 del segundo tiempo, le toca el tiro de los doce pasos que define el campeonato. El tipo mide, toma carrera y... ¡piff!! levanta dos matas de pasto con el botín mientras la pelota rueda mansa y perezosa a las manos del guardavalla. La tribuna local brama: ¡el nueve a los leones!
Historia es difícil. Durante todo el año lectivo uno fue arañando, mal que mal, los puntitos justos como para no quedar en banda. Llega el día del oral decisivo y fechas y batallas aprendidas en insomnes, interminables madrugadas se transforman en una blanca estepa siberiana que se aloja en nuestro cerebro. Nuestra memoria hizo ¡piff! y marzo se cierne cual nubarrón sobre nuestro escolar horizonte.
Algo parecido ocurrió con vuestro escriba el día programado para entrevistar a CHARLY GARCÍA. Conocedor de su atareada agenda, pude encontrar un hueco entre los ensayos y presentaciones de Seru Giran y concurrí a su domicilio con mi flamante cassettero, dispuesto a sacarle el jugo a la ocasión.
Pero (cuando la suerte que es grela, etc., etc.) hete aquí que al ir a reproducir el generoso producto de nuestro encuentro, descubrí la cruel y amarga verdad: mi flamante aparatejo había hecho ¡piff! en el medio de la sesión.
Memorioso que uno es y auxiliado por los fragmentos salvados del naufragio, pude componer sin embargo mi artículo sobre Charly, deseando que lo que sigue me exima de reunirme con el centroforward compungido y el estudiante trasquilado.

Revistero de rock

 

OTRAS CRÓNICAS DE ROCK

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Pastoral: un paso más

 





 

 

 

Cuando Sui Generis comenzó a ser medianamente conocido en el circuito de recitales de pequeñas salas y clubes -circa 1971/72- el rock argentino atravesaba por la primera de su larga serie de crisis estructurales. Los tres conjuntos que habían monopolizado la atención de las audiencias de rock en los años previos (Los Gatos, Almendra y Manal) se habían disuelto.
Más allá de diferencias estilísticas, los tres grupos mencionados tenían como característica común el haber conquistado a su público a partir de un lenguaje, que expresaba las vivencias de un típico joven de esa época.
Esos jóvenes que se acercaban o apenas sobrepasaban los 20 años y sus hermanos menores recién entrados en la pubertad, fueron la herencia que recogieron Charly García y Nito Mestre. Y Charly, dotado de una percepción singularmente clara de la problemática adolescente, consiguió plasmar sus reflexiones en temas como Canción Para Mi Muerte, Aprendizaje, Confesiones de Invierno,: Quizás Porque y varias más.
De un análisis medianamente cuidadoso del contenido de sus letras se desprende que el cuestionamiento que Charly proponía en Sui Generis iba bastante más allá de la tímida rebeldía que muchos asocian con acné y edad del pavo.
Detrás de su melodía dulce y simple, Canción Para Mi Muerte era en realidad un diálogo "a suerte y verdad" que contaba la pérdida de la inocencia y la aceptación del carácter finito de la vida; una madura reflexión que cabía en el marco de tres estrofas.
Aprendizaje resumía la dicotomía clásica del joven sumiso, en la superficie, formal, cortés, que se corta el pelo una vez por mes pero que por dentro reniega de una escala de valores implantada a presión y personificada en un profesor que salió conoce su ciencia y el deber pero que, en última instancia, "nunca se animó a decir una verdad".
En el segundo LP del grupo, el protagonista de Confesiones de invierno, tema que da título al álbum, nos mostraba un cuadro de alienación límite que muchos congéneres del grupo estaban experimentando en carne propia, sólo que ninguno de los medios tradicionales se ocupaba de reflejar, enfrascados en resaltar el arquetipo del adolescente despreocupado que solo debe existir en los avisos de jeans.
Pero junto con las parábolas de situaciones extremas, los temas de Charly también tenían su carga de esperanza, de fe, depositada en el amor que da fuerzas y redime. Viñetas de ciudad que capturaban él sabor especial de un lunes perezoso, de un viaje entren con amigos o de algún romance furtivo contado con un guiño cómplice. Charly y Nito hurgaban en las situaciones cotidianas y las presentaban con ese acento entre cándido y satíricamente grandilocuente con que se cuenta un cuento a los chicos. Aun cuando los personajes resulten antagónicos con el modo de pensar del grupo y de sus oyentes, como el acartonado protagonista de Natalio Ruiz o el despótico monarca de Tribulaciones, Lamentos y Ocaso de un Tonto Rey Irnaginario o No, la descripción del dúo siempre les ofrece la redención de un rasgo de humanidad que nos mueve a la comprensión o a la piedad antes que al desprecio.
El tercer LP de Sui Generis, Pequeñas Anécdotas Sobre Las Instituciones iba a marcar el pico Creativo del grupo y de esta primera etapa de Charly como letrista y compositor.
La sátira al censor cinematográfico, ese funesto personaje que decide por nosotros lo ''mejor" para nuestras pupilas y nuestra pobre cabecita inmadura, resultaba imperdible por la sutileza con que lo desenmascara la trama envolvente del tema Las Increíbles Aventuras del Señor Tijeras, que semejaba en sí mismo un guión cinematográfico: En este mismo espectro irónico y mordaz desfilaba El Tuerto y Los Ciegos, un sórdido relato de corrupción en los altos niveles. En el plano musical, además, la evolución de Sui Generis desde las simples estructuras acústicas de Vida, su LP debut, hasta la multiplicidad de arreglos de Anécdotas... era sorprendente. En el corto proceso de tres años, Sui Generis había pasado de ser un grupo de barrio a constituir el conjunto más popular y vendedor del rock nacional. Al mismo tiempo, sin embargo, las exigencias de un ritmo de vida cada vez más intenso y las presiones, derivadas de un entorno, acorde a la popularidad recientemente adquirida habían desgastado ese "algo", esa química interna que debe existir para que un grupo siga produciendo creativamente.
Cuenta Charly: "La separación de Sui Generis fue algo natural y decidido de común acuerdo. Llegó un momento en que nos juntábamos para tocar, pero ya no pasaban cosas... algo se había perdido... Entonces nos dimos un plazo para ver qué sucedía y como la cosa no se alteró decidimos seguir cada uno por su lado..."
Charly y Nito firmaron el "no va más" de Sui Generis en setiembre de 1975 tras el "grand-finale" de un Luna Park repleto para las dos funciones de despedida.
A esta, altura la "persona pública" de Charly había entrado ya en el terreno de la polémica; desgraciadamente, de una polémica nacida no de un análisis racional de su obra sino de viejos prejuicios. Los abogados del rock "serio", acostumbrados a la simplista falacia de asociar, rigidez escénica con autenticidad, y sobriedad en el vestuario con credibilidad artística, no podían comprender que a Charly García se le antojase bailar de un costado al otro" del escenario, ser extrovertido con el público o ponerse una galera multicolor para tocar en el Luna Park. ¡Charly era un cirquero!. En Argentina el músico no podía darse el lujo de disfrutar bailando sobre el escenario. Nuestro rock debía ser sufrimiento, parto con dolor...
Reconoce Charly: "En algún momento llegué a contenerme cuándo tenía ganas de bailar o hacer palmas con la gente. Pero lo pensé bien y me pareció estúpido cortar algo qué a mí me salía espontáneamente. A partir de allí no me preocupé más por lo que pudieran decirme..."
Deseoso de experimentar con una estructura musical que ofreciese mayores posibilidades, Charly armó la base instrumental de su nuevo conjunto en torno a una dupla de teclados que formarían el mismo y Carlos Cutaia, compartiendo el frente de ataque con uno de los mejores guitarristas de la nueva carnada: Gustavo Bazterrica, y la base rítmica de José Luis Fernández al bajo y Oscar Moro en batería. El nombre del grupo demostraba que Charly no había perdido el humor. Inspirado por un chiste de Crist, la banda fue bautizada La Máquina de Hacer Pájaros.
"Yo tenía muchas ganas de cantar en mi nuevo grupo" comenta García. "Pero me di cuenta de que tocando todos los teclados yo, no iba a ser posible. Así me vino la idea de incluir otro tecladista y entró Cutaia."
Tras un ciclo de recitales que comenzó en "La Bola Loca" y siguió con Luna Parks, Coliseos y demás, resultó obvio que La Máquina de Hacer Pájaros era el grupo musicalmente más competente de su momento.
Publicado a mediados de 1976, el primer LP de La Máquina... mostraba un singular equilibrio entre ajustada instrumentación, trabajados arreglos y una energía colectiva arrolladora. Las letras de Charly, más herméticas que lo acostumbrado en él, estaban no obstante cargadas de ironía y nos daban claves ocultas pero decodificables sobre su propio proceso post-Sui Generis, evidente especialmente en Boletos, Pases y Abonos.
El público —entretanto— seguía dividido. En los recitales de La Máquina estaban quienes bailaban con el grupo en un frenesí de entusiasmo y también quienes rumiaban a la salida acerca de riffs copiados entre alabanzas a tal o cual LP importado.
Paralelamente, el rock nacional parecía haber perdido el tren. Pasada la "primera gran oportunidad" (por utilizar un versículo de moda) de ser reconocido por mérito propio como una rama importante del quehacer artístico argentino (después de todo ¿cuántos artistas de otros rubros llenan varios Luna Park al hilo?) comenzó una marcada pendiente. Al boicot no declarado pero existente en la práctica de los medios masivos (reticencia de las radios e indiferencia absoluta de la televisión y los diarios) se sumó la falta de fe y/o la incapacidad de productores de grabadoras, desconocedores de las más elementales estrategias de "marketing" del género de rock.
Compartiendo este cuadro poco promisorio con los pocos músicos sobrevivientes que seguían peleándola mano a mano (Luis Alberto Spinetta, Litto Nebbia, León Gieco, Raúl Porchetto, Nito Mestre, Gustavo Santaolalla y un puñado más) Charly y la Máquina entran al estudio a principios de 1977 para grabar Películas, sin duda el LP más importante de ese año y otro de los picos en la carrera de García.
Musicalmente el grupo mostraba una coherencia inédita y, en el plano lírico, Charly había explotado otra vez con un cúmulo de observaciones sobre la sociedad que lo rodeaba. Su prosa era más "redonda", su ironía más quemante, como cuando le canta al Buenos Aires 77 (¿78, 79, 80?...) ¿Qué Se Puede Hacer Salvo Ver Películas? o cuando como resumiendo el estado espiritual de su audiencia nos dice "no te dejes desanimar" o "la paranoia es nuestro peor enemigo". Pero si esto conmovía por lo cercano de las circunstancias, la sátira de El Vendedor de las Chicas de Plástico con su precisa radiografía de las chetitas de Santa Fe brindaba un enfoque tan lúcido sobre frivolidad femenina como en su momento lo fue el 'Elena' de Javier Martínez.
Hacia fines de 1977 y cuando todo hacía suponer que lo mejor estaba aún por venir, La Máquina de Hacer Pájaros pierde su principal engranaje y el mecanismo se desbarata.
Charly: "me sentía sujeto a un montón de presiones. Llegado a un extremo tomé la decisión de irme y le ofrecí al grupo que continuaran con el nombre. Necesitaba parar..."
Luego de una multitudinaria reunión de músicos amigos que bautizó "Recital del Amor" y que organizó personalmente junto a David Lebón en noviembre del '77, Charly le ofrece a David formar un nuevo grupo juntos. Entran Pedro Aznar en bajo y Moro sigue tras los parches para hacer realidad a Seru Giran. Acantonado junto a la banda en la playa brasileña de Buzios, García se tomó el tiempo necesario como para planear cuidadosamente sus próximos pasos. Este período de relax se traduciría en un excelente primer LP. El álbum, denominado simplemente Seru Giran, es algo íntimo, con paisajes melancólicos, cargados de símbolos: los infinitos carteles de una autopista, barcos anclados en mares helados, un mendigo en el andén de un pueblo fantasma... El LP también sugería ansiedad. La quieta ansiedad de Seminare y un amor que no se concreta porque los personajes ven la vida desde ángulos distintos. La ansiedad de Voy A Mil, en cambio, pone el dedo en la llaga del "vale todo" del show-biz, donde el artista es arrojado dentro de un remolino que lo confunde y lo gasta. La historia se repite en Separata, donde un músico no soporta más la tensión y habla en primera persona de su "brote" esquizoide antes de un recital. "¡Al diablo con esa etapa!" concluye Charly. Y él sabe de qué está hablando.
El sonido del álbum mostraba una característica que se volvería constante en el grupo. Un cuidadísimo trabajó de arreglos vocales e instrumentales, con el agregado eficaz de partes orquestales registradas en Los Ángeles y dirigidas por Daniel Goldberg.
Los primeros pasos de Seru Giran tras su retorno a la Argentina no fueron sencillos. Tras un manoseado pre-debut en el funesto "Festival De la Genética Humana" en el Luna Park, el grupo aparece en un controvertido recital de noviembre de 1978 en el estadio de Obras Sanitarias. Para Charly es el punto de partida de un puñado de encuentros poco felices con la prensa. Desarrollando esa triste habilidad que confunde sagacidad periodística con sensacionalismo de dudoso gusto, ciertos escribas, armados de la pregunta del millón: "¿se muere el rock argentino?", salieron a "cazar" a García en busca de la "nota polémica" que levantase las ventas.
"Nunca me molestó demasiado lo que dijeran de mí" dice Charly. "Porque mi verdad se ve sobre el escenario. Pero me reventaba que publicasen mentiras lisas y llanas o que tergiversaran totalmente mis declaraciones..."
1979 vio a Charly y Seru Giran ganando confianza y sonando cada vez mejor. En octubre de ese año aparecía el segundo LP, La Grasa De Las Capitales y es preciso detenerme aquí un momento para una disgresión que —creo— viene al caso.
Con la casi exclusiva excepción de la columna que escribe Miguel Grinberg en un matutino porteño, la mayoría de las crónicas efectuadas sobre el proceso de rock nacional en medios masivos a través del tiempo, han bordeado siempre lo anecdótico, debido al desconocimiento de críticos que limitan su investigación (en el mejor de los casos) a una superficial acumulación de datos y, en el peor, a una simplificación del género que lo reduce al nivel de una inocua travesura infantil.
Pero, guste o no, el rock nacional ha sido y sigue siendo el medio expresivo de una considerable legión de jóvenes en nuestro país. Jóvenes que han reconocido en sus melodías y en las letras de sus canciones un mensaje valedero y útil.
En este contexto se inscribe La Grasa De Las Capitales, un diario "a corazón abierto" de una cultura joven que ya ha cumplido su primera década.
La Grasa... es el producto de una maduración que se consiguió a fuerza de golpes, metafóricos y de los otros... Un balance que nos muestra un Debe de soledad, frustraciones varias e ilusiones que se desvanecieron con el paso de la adolescencia a la adultez pero que al mismo tiempo exhibe un Haber de experiencia, vivencias acumuladas y ¿por qué no? esperanza. Esperanza porque a partir de la conciencia de que la ilusión de los chicos de la flor quedó atrás, podemos construir otra más tangible, más real; esperanza porque a pesar de todos "los que no pudieron más" los que quedaron se están juntando con una nueva generación que trae sangre nueva y una actitud vital sana.
Charly: "Nosotros, a la vez que somos un grupo de rock para la gente, somos personas. Y las personas van cambiando todo el tiempo. Lo que nos pasa a Moro, David y a mí es que hay una especie de desencantamiento con respecto a lo que pensábamos de chicos que era el rock, o lo que era vivir en la música. Pero a la vez hay una nueva toma de conciencia y una nueva "polenta" que surge precisamente de esa toma de conciencia. Y eso nos hace sentir muy bien, por ejemplo, nos da energías para ensayar 10 horas seguidas y no sentir el cansancio... Y lo de la nueva conciencia lo noto también en la gente, en periodistas, taxistas. Me siento conectado con la gente..."
Con el efecto catártico de La Grasa de las Capitales todavía fresco, Charly y Cía. presentaron en Obras Sanitarias los temas que se transformarán en el tercer LP de Seru Giran: Bicicleta. Junto al marco de una delicada escenografía de Renata Schussheim, Seru Giran brindó sencillamente el mejor par de recitales de su carrera. Todo, desde el sonido, al repertorio, pasando por las performances individuales, luces y chiches escénicos fue de primera.
Charly. "Hace rato que tenía el título 'Bicicleta' en mi cabeza. Fijate que hasta llegó a barajarse como posible nombre para el grupo en un momento. El primer tema que compuse para el próximo LP fue —precisamente— 'Bicicleta', ese instrumental medio clasicón, medio tango, que empezó los recitales de Obras. Y un poco comencé a componer el resto en base a esta idea; a lo que me sugería el tema de la bicicleta tomada literalmente y en su acepción sinónima de engaño.
"Así fue que empezamos a ensayar con Seru y a planear el recital de Obras. Respecto del disco te aclaro que todavía no está grabado, ni siquiera sabemos qué estudio vamos a usar, fechas, ni nada de eso, pero lo que queríamos era demostrar que estábamos muy embalados con tocar juntos y presentar cosas nuevas..."
De acuerdo a lo visto en Obras y a las letras impresas en el programa —una iniciativa que debería prender en otros conjuntos— "Bicicleta" continúa la "toma de conciencia" a la que se refería Charly, con temas como Canción de Alicia, Inconsciente Colectivo o Cuánto Tiempo Más Llevará pero al mismo tiempo introduce un saludable elemento de humor reflexivo en canciones como Nueva Ola, A Los Jóvenes de Ayer o el desopilante José Mercado. Es un poco temprano para vaticinios, pero si la grabación registra fielmente lo escuchado en Obras, Bicicleta posee una seria chance de ser "el" LP de 1980.
El párrafo final de este tipo de notas siempre me ha producido una sensación extraña por el olor a "fórmula hecha" que tiene eso de sacar conclusiones, que rubriquen el carácter del entrevistado o protagonista del artículo en cuestión.
Sin embargo, en este caso es sencillo y sincero. Me parece altamente reconfortante saber que Charly García, tras haber acompañado durante diez años los vaivenes y los sube y bajas de nuestro ajetreado rock nacional, sigue haciendo una música excelente y reflejando la realidad a través de una poesía lúcida y sensitiva.
¡Ah, y antes del próximo reportaje prometo exorcizar el grabador!
ALFREDO ROSSO Fotos: ARTURO ENCINAS
revista Hurra
julio 1980