El espíritu romántico del rock, sus fuegos más secretos,
parecieron reverdecer en el comienzo de la primavera en Ezeiza.
Después de un largo invierno, que sin duda venía perdurando
mucho más que la cronometría de la estación, un festival
programado en dos días por el disc-jockey Pont Lezica consiguió
demostrar, en parte, que todavía es posible practicar la esencia
fraternal de la música de rock.
Aunque la organización cuidó detalles hasta la perfección,
varios puntos convergieron para que el evento no lograra
convertirse en una verdadera fiesta musical y bucólica. Pero,
sin embargo, el principal de ellos estuvo en cierta parte del
público que se mostró agresivo con todos los artistas que
subieron al escenario, aunque —según parecía— la música que
tocaban les gustaba. Este nuevo fenómeno de amor-odio puede
ocasionar graves perjuicios a lo que pretendió el rock argentino
en toda su historia: una música inteligente y sincera cuyo
objetivo básico es la confraternidad y el entendimiento entre
los hombres a través de la expresión artística.
El "Prima Rock" que organizó Pont Lezica quiso que ese viejo
espíritu estuviera presente. Una parte del público que pareció
no entenderlo (¿es otro público?) y cierto paternalismo
pontificante de Berugo Carámbula, una especie de innecesario
animador-anunciador del festival, fueron quienes más
contribuyeron a desperdiciar la mejor oportunidad que tuvo el
rock, en muchos años, para demostrar la validez artística de su
mensaje y la calidad humana de su público.
Con todo, algo quedó seguro: se pueden hacer festivales y el
rock puede lograr una fiesta de paz. Pont Lezica piensa
reincidir, para entonces tal vez corrija algunos detalles y
cuente con un mayor apoyo del rock. De todo el rock: los que lo
hacen y los que lo escuchan.
• De excepción. Así puede calificarse el trato que tuvo la
prensa, los músicos y sus promotores, y todos los invitados
especiales. Detrás del escenario se montó un completo
restaurante al aire libre, en el que se pudo comer y beber
atendidos por un equipo de mozos. Algo realmente insólito en
este tipo de eventos, y que reafirma que la producción trató de
hacer todo lo posible para que todos se sintieran cómodos.
• El público que asistió a este festival, sobre todo el de la
primera fecha, fue heterogéneo y se comportó contradictoriamente
todo el tiempo. Por momentos escuchaban pacíficamente, y en
otros —sin ningún motivo aparente— bombardeaban el escenario, y
los que circunstancialmente lo ocupaban, con toda clase de
objetos.
Curiosamente, esto también ocurrió en los momentos de mayor
euforia, lo que habla de una peligrosa dualidad de
atracción-rechazo.
• Los primeros en abrir el fuego fueron los Dulces 16. Con toda
la polenta de este grupo de rock'n'roll se abrió el festival
pasadas las doce. Inmediatamente se pudo constatar uno de los
peores v más notorios problemas que tuvo este festival: el
sonido. Frente al escenario, a cien metros, no se escuchaba
prácticamente nada. Afortunadamente, la escasa concurrencia
ayudó a que el problema fuera menos grave de lo que parecía.
• Durante el asado realizado detrás del escenario, hubo una
verdadera confraternización entre músicos, periodistas,
productores, organizadores y demás involucrados en el evento. En
realidad, allí parecía residir el clima festivo y el espíritu de
reunión que faltó frente al escenario. Eso demuestra que las
intenciones de todos fueron las mismas: hacerlo lo mejor
posible.
• Nito Mestre realizó un buen show, tranquilo, en momentos en
que el público parecía preocupado simplemente por escuchar. El
grupo sonó ajustado, y las nuevas composiciones de Nito parecen
gustar definitivamente al público. En un momento dado, Mestre
hizo referencia a un tema de su último disco, y deslizó
sutilmente la noticia de la reunión de Sui Generis. Nadie, salvo
los que la conocían de antemano, se dio cuenta. Para cerrar su
show, Mestre cantó un viejo blues del legendario dúo: esa si la
agarraron todos.
• Fue uno de los momentos más tensos del festival y ocurrió
durante la actuación de María Rosa Yorio. A pesar de la buena
voluntad de María y sus músicos, y de la bonanza de sus temas, a
la gente se le ocurrió que era un buen blanco para probar
puntería. Estos pequeños héroes anónimos le tiraron de todo:
frutas, botellas, piedras, basuras de todo clase. María resistió
hasta donde pudo, pero recibió varios proyectiles en el rostro.
Presa de la histeria, dejó de cantar y preguntó por qué esa
violencia, y si después podíamos quejarnos de que no nos dejaran
hacer música en paz. Las. respuestas son demasiado obvias.
• Con toda la carga "ambiental", Miguel Cantilo y su grupo Punch
conversaron largamente sobre la forma de encarar el show. De
todas las tendencias, se impuso la de Cantilo que quería
dialogar con la gente para intentar una actuación en paz. Y lo
logró, a pesar de que también recibió varios proyectiles;
finalmente consiguió que la gente escuchara todo su repertorio,
desde los viejos éxitos hasta los temas más nuevos, y se fue con
la mayor ovación del día. Fue algo totalmente merecido, su show
fue el que mejor sonó y, gracias a su predisposición, consiguió
que la gente se calmara y escuchara las letras de las nuevas
canciones, que son realmente inteligentes.
• En uno de los momentos de mayor violencia del show de Cantilo,
Luis Alberto Spinetta, que actuaba después, apareció sobre un
costado del escenario haciendo ostensibles gestos de que "la
cortaran". Pero parece que ya nada podía detenerlos. Spinetta
también tuvo sus problemas; a la conocida demora para armar que
siempre tiene su grupo, se sumaron varios inconvenientes
técnicos. Recién cincuenta minutos después de empezar el armado,
el grupo atacó su primer tema, "Amenábar". Dentro de la
vertiente musical que ya es clásica en Jade, la banda sonó bien
y ajustada. El grupo ha tenido un intenso fogueo que se refleja
en el relax con que tocan. Lo único objetable son las
composiciones que tienen cierta monotonía y continúan estando
muy lejos del Spinetta compositor de otras épocas.
• Nito Mestre, Cantilo y Punch y Spinetta-Jade fueron algunos de
los artistas que participaron de la filmación de la película
semi-documental del festival. El film se titulará "Con cierto
amor" y su rodaje fue bastante dificultoso, dada la poca
colaboración que brindó el público. Por lo que se vio en Ezeiza
la película pretende ser algo serio, ya que se desplazó una
importante infraestructura de cámaras, iluminación y personal.