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dos pequeñas crónicas de 1971

 

Revistero de rock

 

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RECITALES
VIENTO, NO CORRAS TAN APRISA

Casi no se realiza. Dos días antes, el 24, los administradores del Odeón intentaron, por terror al vandalismo de los jóvenes beats, prohibir el recital Pero en la trasnoche del 26, Edelmiro Molinari, 23, (violero), Luis Gambolini, 20 (batería) y Vitico Bensiartúa, 20 (bajista), desplegaron sus petates en el escenario, para regocijo de 700 vándalos que, extrañamente, para asombro del nutrido y expectante grupo policial, se sentaron, escucharon música y, con calma chicha, se dispersaron en la madrugada lluviosa del domingo.
Este fue el debut protocolar de 'Viento'; el otro, el de fogueo, culminó, en la escuela Pestalozzi, con una ovación de 1.500 estudiantes. Esta vez les tocaba aplaudir a los entendidos seguidores de recitales y a sus seguidores, el batallón de "azules" —según la metáfora que un melenudo de collar asestara a la Policía— que, finalmente, optaron por escuchar, ofendidos, por la indiferente parsimonia de los supuestos destructores de teatros.
Durante varios meses, encerrados en una quinta del Tigre, el trío elaboró sus discursos pentagramados, en un continuo intento de cambiar los cifrados signos con que anteriormente se habían expresado: Molinari en Almendra, Gambolini en Papo's blues y Vitico en Alta Tensión.
Finalmente, con grata felicidad, embolsaron, gastos pagos, 1.000 pesos de los viejos cada uno. No está mal para empezar. Ellos lo decían: "Anda empezando / mi sueño sin destino, mi barba al viento dice / larga vida al sol / larga vida al sol." 
revista primera plana
06/07/1971

 


MÚSICA
UNA ENVIADA DEL CIELO

Un baterista uruguayo, Oswaldo Fattorruso —quien celebrara sus primeros quince años en Buenos Aires acompañando al saxo nortearhericano Bud Shank—, festejado ídolo pop, integrante de Los Shakers, refugiado ahora en Nueva York, se acaba de despachar, ácidamente contra un grupo musical, "esos que se levantan a las 8.13 de la mañana, toman el desayuno con un vaso de leche y después limpian la cocina, hacen las camas y qué sé yo... " Esa prolija secta, el viernes 24 estrenará una suite en el Teatro Coliseo: Dañáis.
Son los miembros de Arco Iris, Gustavo Santaolalla, 20 (guitarra acústica y eléctrica), Ara Tokatlian, 20, egipcio (flauta dulce y traversa, saxo alto y tenor), Guillermo Bordarampe, 19 (contrabajo), y Horacio Gianello, 30 (batería y percusión). Junto a otros cinco personajes, comparten un hogar en San Telmo, practican yoga en todas sus variantes bajo la batuta de Dana, hija de un yogui que atravesó los monasterios del Tibet durante diez años.
"Tratamos de ejecutar buena música —destella el creador de la suite, Santaolalla—, y únicamente música es lo que se desprende de la suite, sin poseer por ello una calificación. La resultante es una consecuencia, y entraría en el campo pop si obtiene una aceptación masiva, pero se trata nada más que de música. Danáis significa «enviada del cielo», y trata de la llegada de seres del cielo a un planeta."
Los movimientos de la obra, según el autor, son seis: "1) Despertar, que es puramente instrumental; 2) Iluminación, escrito para recitado con textos de Dana y cantado dentro de la estructura del Aleluya; 3) Visiones celestiales, totalmente cantado; 4) Juegos de
paseo, instrumental; 5) Virgen interplanetaria, cantado; 6) Despedida y Elevación, instrumental y coral, vale decir que se vocaliza sin letra". Danáis fue concebida para guitarra española, contrabajo eléctrico, flautas, batería y percusión; dura veinte minutos que, lógicamente, se habrán de estirar por culpa de las improvisaciones.
Al parecer, el estreno del viernes será el preludio de una pieza monumental, una cantata. Para los cofrades, Danáis "es nuestra forma de creer en la existencia, de creer en la reencarnación, de creer que en esencia somos todos iguales y no creer en la casualidad sino en la causalidad. Nuestra intención es colocar a la juventud planteando un recto modo de vivir, sin egoísmos, una disciplina aplicada con todo el mundo y en todo instante. Para nosotros, la única religión es la verdad y esa verdad es Dios. Nos regimos por una serie de normas: no mentir, no abrigar malas intenciones, no tener malos pensamientos, no cometer malas acciones. Esto, sin duda, no condice con la realidad".
Mientras la suite agota una cinta magnetofónica, el grupo explica el nombre de Arco Iris. "Al principio, sólo fue un capricho del primer productor; ahora, es el significado de nuestras vidas." Además, la secta presume de un símbolo: un triángulo con la letra T y un círculo en su interior. "Tiene que ser equilátero —aclara Santaolalla—, significa evolución; por lo menos, ése era el significado para los egipcios. La T es el símbolo cristiano; la línea que asciende representa al espíritu. Nuestro círculo, la mente." La actitud espiritual del conjunto, el reconocimiento musical que no han dudado de brindar público y crítica, suponen la posibilidad de no desperdiciar el tiempo. Se confía que la austera disciplina, el carácter de los signos y la enjundia de los jóvenes sirvan para rescatar una obra memorable, una contribución ál tímido mundo beat que, desde la muerte de Almendra, amenaza conformar sólo a los conformistas.
Revista Primera Plana
21-09-1971