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Paul McCartney
"La naturaleza no espera"

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La separación se trasformó en divorcio. El último día de 1970 Paul McCartney presentó una demanda judicial contra John Lennon, Ringo Starr y George Harrison para disolver la sociedad Beatles & Co., con sede en Londres. La principal acusación de McCartney estaba dirigida contra el representante de los intereses del cuarteto, Allen Klein, aduciendo que su inoperancia había convertido en desastroso el estado financiero del grupo parapetado detrás del nombre Apple. Fue así como el tenso silencio que había acosado a los ex emperadores de la música beat se trasformó, de golpe, en una guerra de papeles y palabras. En el curso de una entrevista concedida al periódico underground Rolling Stone, John acusó a Paul de hacer siempre todo lo posible por manejar al grupo: "Nos hartamos de ser sus segundones", acusó. George, por su parte, confesó que en una oportunidad estuvo a punto de separarse individualmente de Los Beatles porque no podía tolerar "la actitud de superioridad que, musicalmente hablando, Paul tenía hacía mí", Ringo, por su parte, adujo que también él había soportado las iras de McCartney cuando se discutió la fecha de publicación de un disco: "Completamente descontrolado, me dijo, amenazante: Te voy a liquidar".
El lunes 26 de abril John, Ringo y George se vieron obligados a ceder ante la demanda presentada por Paul para disolver legalmente los negocios comunes de Los Beatles. La pérdida del juicio, en primera instancia, les obligó a desembolsar 240 mil dólares en concepto de costas. Desde el 12 de marzo pasado, un tribunal británico puso a la Apple Corporation en manos del síndico James Douglas Spooner, reemplazante del cuestionado Klein.
Hasta ese momento, Paul McCartney había guardado silencio, sin contestar a la agresión periodística de John y negándose a dar su versión sobre el conflicto. Pero poco después de la resolución judicial que fallaba a su favor y aprovechando una visita a Los Ángeles para el lanzamiento do su nuevo álbum, Ram, accedió a hablar para la revista Life. Apenas una excepción, una breve pausa en su trajinar cotidiano porque "cuando no hago nada empiezo a frustrarme. Tenemos que volver a plantar semillas. La naturaleza no espera". Un testimonio que SIETE DÍAS publica con carácter exclusivo.

El asunto Beatles es el mismo de años atrás. Para comprenderlo es necesario retroceder en el tiempo. Los Beatles están liquidados, terminados, y ahora sólo importamos cada uno de nosotros, viviendo nuestras vidas a gusto. Creo que cuando Los Beatles estaban en onda —verdaderamente no puedo usar otra palabra— ninguno de estos pequeños problemas interfería porque nos comprendíamos. Es igual que en un matrimonio. Cuando empezamos, todos teníamos el mismo objetivo. Creo que los problemas empezaron realmente cuando ya no queríamos lo mismo; concretamente, cuando dejamos de hacer giras, en 1966.
Durante la grabación del doble longplay de tapas blancas, Ringo abandonó el grupo alegando que no iba a "seguir adelante" con el resto. Pero volvió a los dos días. Por la época en que hacíamos Abbey Road, con John criticábamos abiertamente nuestras respectivas músicas, y yo sentía que a John no le importaba mucho interpretar nada que no hubiera escrito él. Cuando hicimos el álbum Let It Be, George se separó después de una agria pelea a causa de la interpretación de algunas canciones. También dijo que abandonaba el grupo. Algunos días más tarde hubo una reunión en casa de Ringo y acordó volver, por lo menos hasta que se terminara la grabación.
Así es como sentí que se acercaba la separación. Y John seguía diciendo que musicalmente no avanzábamos. Una noche —esto fue en el otoño de 1969— Linda y yo hablábamos sobre el asunto y pensé: "Eso es lo que extraño, y lo que ellos también extrañan: tocar". Porque no habíamos tocado verdaderamente para nadie durante mucho tiempo. Y ser un buen músico actual requiere este eterno contacto con la gente. Lo humano.
De manera que se me ocurrió ir a los salones de pueblo, donde caben unas doscientas personas; hacer que alguien alquilara el salón y pusiera carteles anunciando, tal vez: "Sábado a la noche Ricky y sus Redstreaks". Y nosotros apareceríamos allí en una camioneta, y la gente llegaría y estaríamos allí. Creí que era sensacional. John sólo dijo: "Estás chiflado".
En esa época John tocaba para 200 mil personas porque había estado en un gran festival o algo por el estilo. El quería hacer eso. Y ahora puedo darme cuenta de lo que pensaba; puedo ver de qué manera ve John el progreso. Algunas veces yo lo veo de otra manera.
Hablábamos en las oficinas de Apple. Ringo estaba allí —él estuvo de acuerdo— y quizás George no lo estaba. Entonces John dijo: "De todos modos dejo el grupo". Y agregó: "Quiero el divorcio". Lo dijo así, literalmente, y por primera vez con total convicción.
Eso impresionó a todos. Nos dimos cuenta de que esta gran cosa de la que habíamos formado parte ya no existiría. Este fue el golpe de gracia. Es algo que impresiona a cualquiera, no importa de qué se trate. Es como dejar la escuela cuando una la quiere. O algo que se quiera. Lo nuestro eran Los Beatles.
La manera de vivir de Los Beatles era como la de un chico ingresando al gran mundo, con sus amigos, y conquistándolo totalmente. Y eso era fantástico. Una experiencia increíble. De manera que cuando la idea de una ruptura surgió verdaderamente no creo que ninguno de nosotros quisiera aceptarla. Era el fin de la leyenda, aun en nuestras propias mentes. Marilyn Monroe llegó a creer eventualmente que ella era Marilyn Monroe. Ahora recién siento cómo llegaron a ser Los Beatles; conste que hablo por mí mismo. También ustedes eran muy beatles ante sus propios ojos, y en cierto modo todos lo somos aún.
Rememorando, creo que lo dicho por John fue sensacional. Sus palabras fueron: "Miren, de alguna manera, todo encaja perfectamente". Ahora estoy de acuerdo. Habíamos hecho un álbum que se llamaría Get Back, y en la cubierta había una foto mostrándonos exactamente en la misma posición del primer álbum que hicimos; las letras y el fondo estaban exactamente reproducidos. John dijo: "¿Saben?, es un círculo perfecto".
Creo que lo que John hizo fue tremendo desde todo punto de vista. "Está bien, de manera que verdaderamente vamos a seguir nuestros propios caminos". No se puede estar tan unidos como lo estuvimos nosotros durante largo tiempo a menos de compartir ideas plenamente. Desde entonces en adelante fue cuestión de vivir la propia vida, mi primera oportunidad durante mucho tiempo, y coincidió con mi encuentro con Linda. A principios de 1970 le hablé por teléfono a John y le dije que también yo abandonaba a Los Beatles. Contestó: "¡Bien! Ya somos dos en aceptarlo mentalmente".
Creo que si se hubiera tratado nada más que de nosotros cuatro, si no hubiéramos estado rodeados de problemas, hubiéramos llegado a una disolución —detesto estas palabras ampulosas— el día después que John dijo lo suyo. Habríamos tomado nuestras valijas y nos hubiéramos largado. Y todavía sostengo que es la única manera, ir y hacerlo, sin tomar en cuenta las cosas comprometidas a nivel negocios. Pero, por supuesto, no somos cuatro tipos. Somos parte de una gran maquinaria de negocios. Aunque Los Beatles se hayan detenido verdaderamente, el asunto Beatle continúa: cambiar las portadas de los álbumes, cambiar algunos surcos, y los compromisos de televisión que se nos vienen encima. Por eso decidí recurrir a la justicia para disolver a Los Beatles, para hacer a nivel comercial lo que deberíamos haber hecho a nivel humano. Sentí que esto tenía que llegar.
En las conferencias de prensa solían preguntarnos: "¿Qué van a hacer cuando estalle la burbuja?" Hace unos días hablé con John y dijo algo al respecto: "Bien, la burbuja va a estallar". Y yo respondí: "Ya estalló". De eso se trata. Por eso tengo que hacer esto, apelar a la Corte. No piensen que disfruto haciendo algo semejante. Tuve que hacerlo porque la burbuja ha estallado, en todas partes menos en los documentos". Ese es el único lugar en que actualmente estamos atados.
Se hizo un contrato de sociedad —años atrás— para mantenernos juntos durante diez años. Cualquier cosa que alguno de nosotros quisiera hacer tenía que estar apoyada por el permiso de los otros. A causa de lo que éramos entonces, ninguno de nosotros lo miró dos veces al firmarlo. Lo firmamos en 1967 y lo descubrimos el año pasado; un contrato que nos ligaba por siete años más.
El problema reside en que a los otros tres les aconsejaron no anularlo, les dijeron que en caso de romperlo las consecuencias serían desastrosas para ellos. Para mí el asunto comenzó a parecerse al voto de tres contra uno. Así fue como Allen Klein llegó a ser representante de Apple. Yo no quería, pero ellos no necesitaban mi aprobación.
No se trata de los muchachos. No son los otros tres. Creo que los cuatro todavía nos queremos mucho. No creo que haya resentimientos, no de mi parte por lo menos. Hace poco hablé con los otros y tampoco me lo demostraron. Se trata de una cuestión de negocios. Es Allen Klein. A principios de 1969 John lo tomó como gerente y quiso que hiciéramos lo mismo. Esa fue la diferencia irreconciliable entre nosotros.
Klein es increíble. Cree que el dinero puede comprar cualquier cosa. Hay muchas cosas de las que no querría hablar pero desgraciadamente tendrán que esclarecerse para el caso. Tendremos que salir a litigar, algo que no me gusta.
Durante todo el verano que pasé en Escocia luché contra mí mismo pensando si debía hacer algo parecido. Fue espantoso; tenía permanentemente un nudo en el estómago. Traté de pensar en la manera de llevar a Allen Klein ante la justicia. Pero la acción tendría que llevarse a cabo también contra los otros tres.
En un principio me negué. "Viviremos con eso a cuestas", me dije. Pero siguieron ocurriendo todas esas pequeñas cosas, trivialidades comparadas con lo que había pasado. Mi disco, McCartney, salió a la venta. Linda y yo lo hicimos totalmente —el disco, la cubierta, las promociones—, todo presentado a la compañía grabadora. Después empezaron a aparecer pequeñas propagandas. En la parte inferior del disco decía On Apple Records, lo que me parecía bien. Pero alguien había agregado An Abkco-managed company. Esa es la compañía de Klein y no tiene nada que ver con mi disco. Daba la sensación de que Klein se arrogara parte del crédito de mi disco.
Quizás esto parezca mezquino, pero puedo dar otros ejemplos. Todas estas cosas siguieron pasando, haciéndome sentir como una persona de poca importancia en la grabadora, como si Klein fuera el jefe y yo nadie. Bien, no es así, mi opinión es tan buena como la de cualquiera, especialmente cuando se trata de mis cosas. Y es algo emocional, uno siente como si no tuviera nada de libertad. Me di cuenta de que tendría que imponerme o me aplastarían.
Las ganancias del álbum McCartney están todavía en manos de Apple; aunque Linda y yo somos los únicos que trabajamos en él.
John tiene un nuevo disco con una canción llamada Power to the People. En ella hay un verso —una especie de grito al gobierno— que dice: "Dennos lo que nos pertenece". Y para mí Apple representa al gobierno. Denme lo que me pertenece.
Comenzamos a hablar una y otra vez sobre la demanda. Me di cuenta de que no iba a salir del asunto. En mi última conversación telefónica con John llegué a la conclusión de que pensaba de la misma manera, porque dijo: "Bien, ¿cómo vas a salir de esto?".
Mi abogado, John Eastman —un buen muchacho— vio la posición en que estábamos y lo comprendió muy bien. Nos reuníamos en las colinas escocesas y dábamos largos paseos. Recuerdo el momento en que decidimos el asunto de la demanda. Estábamos parados sobre una gran colina, con un lago a nuestros pies; era un día hermoso, aunque un poco frío. De pronto coincidimos: "Tenemos que hacerlo". La otra alternativa era continuar siete años más con la sociedad; seguir de la misma manera durante otros siete años.
He cambiado. Lo curioso, que el responsable de gran parte de mi cambio es John Lennon. De alguna manera seguí sus pasos. John había manifestado: "Ya no quiero ser eso. Voy a ser esto". Y yo pensé: "Es sensacional". Me complace que lo haya hecho, y yo lo haré por mi parte. Él ha dado su aprobación.
En Inglaterra, si una sociedad no marcha y no trabaja bien —como un matrimonio que no prospera— se tienen bases razonables para disolverla. ¡Es sensacional! ¡La vieja justicia británica! Pero antes de seguir adelante tuve que interrogarme a mí mismo: ¿es que existe la justicia? Quiero decir que en esta época la gente no cree en la justicia; yo creo verdaderamente que la verdad siempre triunfa, pero no es un pensamiento popular. Pero es que toda mi vida he amado a los "buenos" cuando luchaban contra los "malos".
Pueden escuchar a la otra parte y pensar que yo soy el sinvergüenza. Creo que tengo razón. Pero, ¿no lo creemos todos?
Por haber llevado a cabo esta acción contra los otros la gente cree que nos detestamos. En mi caso no es así, todavía quiero a los otros tres. Pero por el momento no estoy satisfecho; no es una cuestión de diversión, no los amo. Pero sé que cuando todo haya terminado los querré de verdad.
La gente dijo: "Es una lástima que algo tan lindo tenga que terminar de esta manera". Yo también lo creo, es una lástima. Me gustan los cuentos de hadas. Me encantaría ver a Los Beatles envueltos en una nube de humo, con ropas mágicas. Pero en la vida real, algo hermoso no se rompe con algo igualmente hermoso.
No hice caso de la entrevista que John concedió al periódico Rolling Stone. La leí y lo comprendí por decir lo que pensaba. Creo que la gente se pregunta por qué John necesita hacer cosas como ésa. Creo que se habló de muchas inconsistencias, porque en una página John habla sobre cómo Robert Zimmerman cambió su nombre por el de Bob Dylan; él lo considera una hipocresía. Pero John cambió su nombre por el de John Ono Lennon. Y la gente comenzó a preguntar: "Pero, ¿qué es esto?". La entrevista no me molestó. Era tan delirante que verdaderamente la disfruté. Creo que hay elementos de verdad en lo que dijo. Y una abierta hostilidad que no me molestó. Es muy de John.
No puedo decir qué rumbo musical tomaré porque cambio continuamente. Tengo mis influencias personales que llegan de todas partes. Sonidos que oigo en la radio. Sonidos de mi padre tocando el piano. Sonidos de rock and roll. Sonidos que hizo el grupo. Mi música es todo eso —muy personal—, especialmente ahora que la trascribe una persona en vez de cuatro. Hago lo que siento. Me siento cómodo en un buen trabajo.
Linda y yo nos hemos dedicado a escribir canciones juntos, y mis editores me demandan porque no creen que ella las escribió conmigo. Pensaron: ella se casó con él y súbitamente escribe canciones.
Pero la verdad es que un día le dije: "Te enseñaré a escribir canciones, aunque tenga que atarte al taburete del piano", porque de todos modos yo puedo escribir música, compongo de oído. Me gusta colaborar con otros. Escribimos juntos unas diez canciones y descubrimos que se parecía cada vez más a un trabajo de equipo. Lo tomamos muy en serio y yo nunca fui una persona seria.
Cuando decidimos hacer el nuevo álbum lo hicimos por diversión, porque nada tiene valor si uno no se divierte haciéndolo. El álbum aparecerá en mayo; después pienso crear una banda porque no me gusta sentarme y no hacer nada. Me gusta tocar.
En cuanto a mi rumbo musical trato de que sea música no demasiado romántica; sin embargo, hay cierto contenido romántico. Personalmente no me gustan las cosas demasiado graciosas, exceptuando los bebés. Creo que mi mejor música es una mezcla de dureza y suavidad.
Pero hay compensaciones. Algunas veces no se quieren compartir esos momentos. El momento es temporal, como todo en la vida. Nada perdura verdaderamente. Es hermoso que las cosas pasen para que lleguen las nuevas. Hasta se puede agregar belleza a algo al aceptar su temporalidad.
Creo que musicalmente compito con los otros tres, les guste o no. Competir es humano. Pero creo que nos beneficia. Creo que George demostró recientemente que no es ningún tonto. Individualmente somos todos buenos.
Saben, es como si mi vida se dividiera en tres períodos. La época en que estuve en la escuela y el período inmediato a mis estudios. Solía leer muchísimo: Dylan Thomas, obras teatrales, Tennessee Williams, cosas que me recomendaba mi profesor de literatura. Solía sentarme en el imperial de los ómnibus leyendo y fumando en pipa. Después llegó el asunto Beatle. Y nuevamente ahora creo que puedo hacer lo que quiero. De manera que se trataba de mí, después la fase Beatle y ahora soy yo nuevamente.
La vida es algo muy serio; no se puede vivir como si se tuvieran nueve vidas. A menudo lo hago, creo que todo el mundo lo hace, diciéndose mentalmente: "Lo conseguiré mañana". Pero ya no lo puedo hacer.
Como matrimonio, Linda y yo nos hemos unido mucho a causa de estos problemas y las decisiones. Lo que he pasado ha sido muy real.
El asunto Beatle era algo fantástico. Me encantó cada minuto vivido, era hermoso. Pero era una vida muy protegida. Había alguien que me llamaba por teléfono en la mañana y decía: "Tiene que estar en Apple dentro de una hora". Era como tener una niñera. Si uno es un verdadero ser humano tiene que despertarse solo. Hay que tomar responsabilidad de las pequeñas cosas tediosas porque del tedio surge la alegría de la vida. Este año me harté de Apple a causa de los árboles de Navidad. Nos preguntaron si queríamos uno porque la oficina iba a comprarlos para todos. Odié esa burocracia; lo que hicimos fue robar el árbol de un campo, en Escocia.
Amo mi vida actual porque puedo hacer cosas mucho más sencillas y eso es lo que me aporta una gran alegría. En muchas oportunidades somos más simples que la gente sencilla.
Cuando estamos en Nueva York, vamos a Harlem en subterráneo para pasar una gran noche en el Apollo. Caminamos por el Central Park en horas de la noche; es posible que algún día nos encuentren asesinados. La última vez que estuvimos allí nevaba.
Nunca tratamos de organizar demasiado nuestras vidas. Hacemos las cosas por impulsos. Estábamos en Escocia cuando decidimos hacer un viaje a las islas Shetland. De manera que apilamos nuestras pertenencias en el Land-Rover, las dos nenas; Martha, nuestra perra ovejera inglesa, todo lo que pudimos llevar. Al segundo día llegamos a un pequeño puerto llamado Scrabster, en el extremo norte de Escocia. Pero perdimos el ferry.
No nos desesperamos. En vez de eso tratamos de conseguir un pequeño bote pesquero, y cuánto deberíamos ofrecer por él. La idea romántica fue que ellos preferirían un salmón o una botella de whisky en vez de 30 libras.
Visité muchos botes, pero no iban a las islas Orkney. Por fin el capitán de uno de ellos aceptó llevarnos por 30 libras.
Era un botecito fantástico llamado Enterprise; el capitán se llamaba George y usaba un hermoso sweater Shetland. Trasportamos todas nuestras cosas a bordo; había marea baja y tuvimos que acarrear a Martha en una gran red pesquera. Un pequeño grupo de lugareños se nos acercó para despedirnos. Cuando zarpamos, el capitán nos invitó con cerveza. Linda trató de imitar a los muchachos tomando como ellos. El cruce a las Orkneys es muy accidentado. La pequeña Mary vomitó durante todo el viaje. Yo empecé a sentirme mal y traté de disimular charlando con el capitán. Nos descompusimos todos pero terminamos en las islas Orkney y desde allí fuimos en avión hasta Shetland. Fantástico.
Hacemos cosas como ésa; en forma excéntrica porque tenemos el dinero como para hacerlas. Me pregunto qué fue de esos maharajaes que solían hacer esas cosas. Tratamos de que nuestras vidas tengan algo de eso.
Algunas veces la gente nos reconoce, pero respeta nuestra intimidad. Es algo hermoso. Si uno se presenta como una estrella, lo tratan como tal y hay muchas desventajas. Anoche, por ejemplo, nos negaron la entrada en dos restaurantes porque estábamos vestidos con blue-jeans.
Me encanta descubrir que, aun en estos días donde todo es de cemento, hay caballos vivos y lugares donde el pasto crece en cantidades ilimitadas, donde el aire es todavía puro. Escocia lo tiene. Nadie lo ha tocado todavía. Simplemente crece. Me alivia saber que no todo es contaminación. No todo es el Hudson. No todo es problema de drogas.
Cuando estamos en Escocia, plantamos verduras; y las dejamos allí, para que crezcan naturalmente. Y
no solamente crecen sino que son buenas para comer.
No comemos carne porque tenemos corderos en la granja; en una oportunidad comimos cordero y nos dimos cuenta de que comíamos un trozo de algo que triscaba cerca nuestro. Pero no somos estrictos. No quiero ponerme un gran cartel que diga: "Serás vegetariano". Quiero permitirme cosas; tener una especie de autoindulgencia.
Pienso que tenemos que vivir nuestras propias vidas. Parece una frase estereotipada, pero resulta necesaria. Especialmente en mi caso, porque es posible que a alguien se le ocurra vivir parte de mi vida.
Ahora querría dejar de hablar, levantarme y trabajar. Hoy no he hecho nada y empiezo a frustrarme. Tengo que terminar un tema nuevo. Tenemos que volver a plantar semillas. La naturaleza no espera.
Revista Siete Días Ilustrados
24 de mayo de 1971