No hay que cegarse: todo lo que está distorsionado y
tendiente al blues o el rock reconcentrado no es
necesariamente. Y no toda la música complaciente está mal
hecha. Razonable es reconocerlo dentro de todos los
lineamientos musicales hay cosas buenas y malas. Porque en
realidad sólo hay buena o mala música, más allá de los
estilos. Eventualmente, entre las pilas de producción diaria
complaciente de los centros musicales como Inglaterra o
Estados Unidos surgen productos interesantes. Conjuntos y
temas que si bien no están en el underground o en la
vanguardia, conservan un mínimo de honestidad, de trabajo
serio y responsable. Ese parece ser el caso de los hermanos
Carpenters, un dúo compuesto por un muchacho de 23 años y
una hermana apenas un año mayor. En pocos meses obtuvieron
(con un único álbum) un suceso que otros sólo logran después
de varios años y con muchas ediciones en su haber.
Tampoco hay que confundirse: Carpenters no está indicando el
camino de la verdad en música. Pero tienen algo esencial en
toda expresión artística: el gusto por la belleza, por lo
creador. Sus producciones, analizadas con los mismos
elementos que ellos otorgan, es decir sin demasiada
profundidad, son realmente originales y transitan por unos
arreglos corales tan inéditos que sería difícil para el más
experto encontrar algo comparable. La que sigue es la
historia del grupo, sencilla, a veces trivial, pero
auténtica. Un poco como la música que ellos emiten: LAS
CARAS INTERCAMBIABLES Con los Carpenters sucede algo
extraño. Si bien conforman un dúo de agradables vocalistas y
compaginan correctos arreglos, carecen de una imagen
definida y de una producción prolífica. En la tapa de su
long-play y en las fotos promocionales aparecen los hermanos
uno junto al otro, idénticos, con sus caras fácilmente
intercambiables, rodeados de un cierto halo de inocencia.
Una cándida reencarnación del desaparecido dúo Sonny & Cher.
A pesar de esta indefinida presencia alcanzaron un gran
suceso en los Estados Unidos y en Europa, y también en
Argentina. Probablemente el origen de este éxito resida más
que nada en una especie de "boom" de la sencillez que abarca
distintos medios, como el ejemplo del libro "Love Story" que
relata una simple y fresca historia de amor. LA CHICA DE
LA BATERIA Los dos hermanos son originarios de
Connecticut (al este de los Estados Unidos). Richard
Carperter, veintidós años, se inició musicalmente a temprana
edad tocando el acordeón a pedido de sus padres. "Dejé el
acordeón muy pronto y me dediqué al piano, que era muchísimo
mejor — cuenta. No entiendo por qué mi madre siempre me
empujó hacia el acordeón, si ya teníamos el piano." Después
de tres años de estudio comenzó a actuar profesionalmente en
bares danzantes y en pequeños clubes. Por aquella época
empezó a crear propias composiciones y realizar arreglos.
Trasladada la familia al Sur de California fue Karen, tres
años menor que su hermano, la que comenzó a sentir vocación
por la música. "Probé un montón de instrumentos cuando era
niña — cuenta— como muchos otros chicos hacían. La mayoría
de mis intentos duraban una semana; luego cansada, cambiaba
de instrumento. La batería es lo primero que verdaderamente
me atrajo, y se transformó en mi preferido." EL SOLO DE
TUBA Al cabo de adquirir cierta madurez musical, los
hermanos se unieron y con un contrabajista amigo formaron un
trío de jazz. Llegaron a participar en 1966 en un festival
de Hollywood ganando un premio y una contratación pasajera.
"Fue excepcional —comenta Richard—, nuestro contrabajista
era también un gran intérprete de tuba y en nuestro tema
final de esa noche hizo un solo de tuba que los dejó a todos
nocaut. Fue tan bueno que nos ayudó a ganar la competencia y
nos valió un contrato con una empresa de primera línea." El
trío se disolvió y los Carpenters comenzaron a incursionar
en el rock. Con algunos amigos formaron un sexteto
denominado "Spectrum", Richard tocaba el piano, y Karen la
batería. El grupo adquirió cierta importancia pero terminó
por disolverse a fines de 1968. El dúo continuó su carrera
artística compartiendo la dirección de los coros en grupos
grandes. La compañía discográfica A & M se interesó en ellos
y les ofreció un contrato. No se equivocaron en elegirlos
porque pronto les proporcionaron buenos dividendos. DE
SPECTRUM AL DUETTO Los hermanos buscaron la ayuda de
cuatro amigos para formar la banda. A los que habían
conocido en la Universidad Estatal de Long Beach
(California): Dan Woodhams, de 23 años, que ya los habían
acompañado en Spectrum (bajo y es además vocalista), Garry
Sims (guitarrista) y Doug Strawn (clarinete eléctrico) que
es quien mejor acompaña vocalmente a los hermanos y Bob
Messinger (flauta y saxofón). El tema que los llevó a la
fama fue "Junto a vos", incluido en el long play que lleva
el mismo nombre. (Editado en la Argentina). Las canciones,
en su mayoría, son arreglos de Richard sobre viejos éxitos
de Burt Bacharach. Hay también un arreglo bastante original
del tema "Socorro" de los Beatles. LO SUPERFICIAL Y LO
CORRECTO En el long play aparecen sólo cuatro
composiciones propias, sin duda la más original as "Mr.
Guder", una inteligente sátira a los guardianes de
Disneylandia. Entre los arreglos, probablemente el más
loable es el tema "Acabamos de empezar" en el cual se
asemejan mucho a los Mamas & the Papas. En general las
canciones dan la sensación de ser algo superficiales. Pero
el acompañamiento musical es por lo demás correcto; quizás
eso se deba a la inclusión de dos grandes músicos
profesionales: Joe Osborn en contrabajo y Hal Blaine en
batería, que entre otros acompañaron a los Mamas&the Papas.
EL PUNTO DEL MEDIO Las presentaciones en vivo sirven en
gran medida a desmitificar a los artistas, ayuda a
comprenderlos a ellos y a su público, y la primera impresión
que uno recibe de los Carpenters es una desconcertante
presencia en la escena. No existe un centro de atención, son
seis personas cantando y tocando varios instrumentos, sin
poder encontrarles un nexo visual. Si se logra descansar la
vista se descubre que individualmente son muy peculiares.
Karen Carpenter es la vocalista principal, y además toca la
batería —lo hace correctamente, falla pocas veces—, pero esa
función la hace desaparecer completamente detrás del equipo.
Con Carpenter nadie va a descubrir los pasos nuevos de la
vanguardia, ni la prostitución de la música comandada
siniestramente por los reyes de las moscas. Pero representa
exactamente el punto intermedio. Que es a !a vez uno de los
más altos estratos de la complacencia, pero que tampoco
significa que sea el más bajo de la música progresiva. Lo
intermedio de este dúo, más su grupo, reside en hacer las
cosas de siempre con honestidad y gusto. Aún las
aparentemente fáciles. Y ellos demuestran bien con su
producción que lo fácil no siempre es sinónimo de tonto.
Revista Pelo 05/1971
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