Revista Panorama

PANORAMA
Director Interino
Norberto Firpo Secretarios de Redacción
Roberto Aizcorbe, Hugo Gambinl, Juan Merino, Ernesto Schóó
Año VIII - Nº 163 - Buenos Aires, 9 al 15 de junio de 1970

Esta semana
En los pocos momentos que los periodistas de Buenos Aires encontraron un respiro, la semana pasada, supieron reconocer que estaban siendo testigos de un clima de tensión sólo comparable al que precedió la caída de Arturo Illia, hace cuatro años. Acaso fuera el único motivo de total coincidencia: arrasados por las versiones y los rumores, no siempre antojadizos, no siempre desglosados del contexto social y político que sufre la Argentina, hurgaron detrás de cada interrogante y sirvieron a la pesquisa que provoca más crispaciones en la historia del país. A la zozobra que desató el secuestro del general Aramburu y las declaraciones del capitán de navío Aldo Molinari (foto), se sumó la preocupación que entrañaron las palabras del presidente Onganía, leídas a medianoche del martes 2: "No se quiere reconocer —dijo— que estamos en guerra en defensa de la libertad, y por eso corremos el peligro de merecer la paz humillante de la esclavitud". Una semana de nervios tensos, conciliábulos más o menos secretos y rebeldías obreras en Córdoba, arroja un saldo poco propicio para alcanzar —en plazos breves— "el bienestar y la tranquilidad de la República". Un recuento de la situación, hasta el domingo a la noche (jornada de intensos trajines este Día del Periodista), se edita entre las páginas 10 y 13. Desde la 14, la revisión de un suceso pavoroso —los fusilamientos del 9 de junio de 1956—, cuyo recuerdo utilizaron los supuestos captores de Aramburu para explicar sus móviles.
• En el curso de los últimos dieciocho meses, la censura cinematográfica argentina prohibió la exhibición de Teorema (Pasolini), La chinoise (Godard), If (Lindsay Anderson) y Satyricon (Fellini); obligó a cercenar decenas de otras películas, restringió la propia producción nacional e, indirectamente, incubó el flagelo de la autocensura en los distribuidores. Lo que al principio era una vigilancia sobre los espectáculos cinematográficos, con el propósito de determinar si eran aptos para menores de edad, se convierte en un rígido control sobre los criterios de la gente adulta. Sus víctimas son Bergman, Visconti, Antonioni, y por supuesto también los espectadores. Pero, al fin de cuentas, la censura local es apenas una manifestación — la última— de las presiones que el cine soporta en diversas etapas de su producción. Sobre este rispido asunto trata el Cuaderno Nº 5, titulado Los laberintos de la censura en el cine, escrito por el prosecretario Homero Alsina Thevenet e incorporado entre las páginas centrales de esta edición.
EL DIRECTOR
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