Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Siete Días Ilustrados

En este número
*Juan José Pizzuti, director técnico del seleccionado argentino de fútbol, se ha convertido en centro de agrios reproches tras la reciente serie de partidos que disputo su equipo, la representación de la AFA, en efecto, dio muestras de no escapar a la mediocridad general del fútbol argentino. De eso trata la nota que empieza en la página 16, en donde entrenadores, futbolistas, comentaristas deportivos y otros idóneos vierten su propia opinión. Por supuesto, el propio Pizzuti también deja oír su voz.
*Exultante estricto consigo mismo, polémico siempre, Francisco Manrique, ministro de Bienestar Social, ofreció a SIETE DÍAS la imagen de un funcionario atractivo, dotado como pocos de la necesaria capacidad de comunicación, a extremos de incidir en la crítica de la actual circunstancia argentina sin deslindar las responsabilidades que le caben al gobierno que integra. Es, por lo menos, una actitud insólita, que el ex oficial de la Marina exhibe con esa misma apasionada naturalidad que, en otras épocas, desplegaba como periodista. A esta conclusión arribaron Ricardo Cámara, Rodolfo lo Blanco y Jorge Moreau, los hombres que compartieron con Manrique un día entero de trabajo. A las 8 de la mañana del martes de la semana pasada, SIETE DÍAS lo sorprendió en la puerta de su domicilio y se despidió de él, allí mismo, veinte horas después. Todo lo que ocurrió en el curso de esa jornada es el tema de la amplia nota que comienza en la página 70.
*Hay un pueblo, en el norte de la provincia de Santa Fe, que merece inspirar una doliente, nostálgica novela de costumbres: se llama Villa Ana, y agoniza sin remedio desde que la factoría maderera más grande del mundo —instalada a su vera— cayó en quiebra. Ocurrió en 1957, y desde entonces la aldea recorre lo que parece el inexorable camino hacia la extinción. Entre las páginas 52 y 57 se revela la intimidad de esa caída, todavía más dramática a partir de las fantasías que elaboran algunos de los escasos moradores vanamente aferrados a aquel esplendor.
*Realmente, ¿cuáles son los derechos y obligaciones de la intelectualidad soviética? ¿Hasta qué punto su pensamiento, su arte, debe ser fiel a la doctrina partidaria? Estos interrogantes resultan oportunos luego que el Kremlin negó autorización a Alexander Solyenitzin para viajar a Estocolmo y recibir allí el premio Nobel de Literatura 1970. Es que, un año antes, el escritor había sido expulsado de la Unión de Escritores Soviéticos, un organismo que dictamina la probidad de las letras rusas. Desde la página 24, un informe exclusivo ofrece pautas suficientes para responder a tales preguntas.
Revista Siete Días Ilustrados
25.01.1971

 

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