Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Primera Plana

CARTA AL LECTOR
Juan Francisco Guevara es un hombre extraño. Cuando no hace mucho irrumpió en la vida política de este país, algunos argentinos sonrieron socarronamente, otros se persignaron y algunos se apresuraron a ponerle motes y rótulos (¿Católico? ¿Nacionalista? ¿Nasserista? ¿Marxista ultramontano?). En la Argentina, las cosas no clasificadas, no rotuladas, no encasilladas, suelen producir inquietud.
Los primeros pasos de la flamante vida política de Guevara fueron —es innegable— desconcertantes. Primero, resultó sospechado de menesista (partidario del comisario Meneses) a raíz de ciertas comentadas declaraciones a la prensa. Después, fue sospechado de legalista a raíz de haberse declarado rebelde y —módicamente— prófugo; hasta que entró, y salió con las manos vacías, en un Campo de Mayo controlado por los legalistas en rebelión.
¿Quién es Guevara? ¿Qué representa? ¿Quién es este extraño coronel que, en una reunión de conspiradores, cuando se le preguntó con qué fuerzas contaba para una eventual sublevación, respondió; "Con las de mis propias principios"?
En páginas 19 a 22, el "caso Guevara" es analizado por nuestros comentaristas políticos; en páginas 36 y 37, por nuestro asesor en astrología.

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Buenos Aires, como todas las grandes ciudades, soporta sobre sus hombres un rutilante mundo afanoso, tenso, frivolo, desubicado, crispado: la vida incierta de la high society.
La auténtica high society muy poco tiene que ver con el sencillo, aunque brillante, mundo bidimensional que Hollywood ha divulgado.
En realidad, tiene más puntos de contacto con el reseco submundo retratado en "Tormenta sobre Washington", aquel film de calidad discutible, pero, en todo caso, de tono documental no habitual.
En fin: Un mundo que comienza "after six", en cuyas entrañas los no iniciados sólo consiguen toparse con cierto resplandor puesto allí, precisamente, para eso: encubrir. (Páginas 23 a 25.)

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Un muchacho de veinte años acaba de graduarse de abogado. En realidad, no ha cometido una hazaña. Ya no es exageradamente joven (en el siglo XX, los hombres de veinte años han vuelto a ser casi tan viejos como lo eran en Grecia o Roma, cuando la gente moría a los 25 ó 30), ni el derecho, en este país, es una disciplina excesivamente árida. Es, sencillamente, un muchacho normal, aparentemente inteligente, que se zambulle con impetuosa alegría en un mundo donde la normalidad es una anormalidad, donde la inteligencia debe soportar el cerco de la estupidez masificada y donde la alegría es... ¿qué es la alegría? (Página 47.)

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En la Argentina, los empresarios no quieren co-gobernar. Son pudorosos: no quieren interferir, no quieren presionar, no quieren perturbar a los atareados ministros.
Por supuesto, ello no es verdad. ¿Qué se esconde, entonces, tras las insólitas declaraciones producidas en la reciente Convención Empresaria? (Páginas 57 y 58.)
Hasta el próximo martes.
El Director.
APARECE LOS MARTES 
AÑO I Nº 4
4 DE DICIEMBRE DE 1962
DIRECCIÓN JACOBO TIMERMAN

 

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