Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

Dibujo de la Revista Mutantia
Revista Billiken

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Es una antigua tradición de muchos países europeos la de encender grandes hogueras en la noche del 5 al 6 de enero. Esto se hace en recuerdo de las hogueras que encendieron los pastores cerca del establo de Belén para indicar a los Reyes Magos el lugar exacto donde estaba el Divino Niño. Generalmente se canta y se baila alrededor del fuego.
Nadie sabe ni el lugar ni el año en que los reyes nacieron, como se ignora dónde reinaron y cuándo murieron. Sólo se dice que procedían de Persia, la India y Abisinia, y que sus nombres eran Gaspar, Melchor y Baltasar. Gaspar era lampiño, rubio y joven; Melchor, un venerable anciano de barba blanca, y Baltasar, un negro de tupida y rizada barba. Es la representación de un símbolo, y su procedencia quiere significar a las diversas razas humanas. Asimismo, sus ofrendas explican que fueron hechas en oro, como si Jesús fuera rey; en mirra, como si fuera hombre, y en incienso, como si fuera Dios.
Al partir la tradicional Rosca de Reyes, los campesinos italianos reservan siempre una porción llamada "la parte de Dios". Ese trozo se entrega al primer pobre que llega a pedirla.

Los reyes de Oriente con su pompa real
llegan al umbral 
del pobre portal; 
los viejos monarcas de barbas de lino 
arrullan el sueño del Niño Divino, 
los Magos que saben la cifra ideal 
del inexcrutable libro del destino...
Son sabios astrólogos, raros nigromantes, 
-los mantos de armiño llenos de diamantes-, 
reyes centenarios que en sus dromedarios 
traían simbólicos y amables presentes 
desde sus remotos reinos legendarios
que tienen magníficos nombres refulgentes.
EMILIO CARRÉRE

Lunes 6 de enero de 1964

un aporte de Héctor Álvarez

Dibujo de la Revista Mutantia

 

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