Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Primera Plana

CARTA AL LECTOR
El protagonista de un cuento de Fenimore Garret quería asegurarse la libertad nocturna sin soportar las iras de su mujer. Entonces compró secretamente un robot de material plástico, idéntico a él, y empezó a dejarlo en su lugar cuando iba de juerga.
Al cabo de unas cuantas sustituciones conyugales, el robot terminó entusiasmándose y asesinando a su dueño para reemplazarlo en forma definitiva. Pero un día se descompuso. Desfalleciente, tembloroso, pera evitar que llamaran al medicó, debió confesar la inesperada verdad.
—Nunca me vas a perdonar que sólo sea un muñeco de plástico —farfulló con acento sombrío.
—¡Qué importa! —-contestó ella, alegremente, dándole un codazo en el tórax—. Yo maté a la señora hace siete años. —Y se destornilló su atractiva, brillante, sonriente cabeza de plástico.
El nuestro es un mundo que se plastifica. Ríos de materia sintética —adecuadamente polimerizada— visten, alimentan, comunican, transportan y hospedan al hombre contemporáneo. Los polímeros moldeados se introducen en la vajilla familiar, viajan en la nariz de los cohetes espaciales y tapizan con un manto púdico la tierra de cultivo.
Hay suntuosos edificios que se construyen con la misma técnica de engrudo que antes se reservaba para las maquettes. Y si no existen todavía los robots de Fenimore Garret, al menos se modelan arterias, corazones, riñones y orejes artificiales pera dotar de compensaciones sintéticas a los organismos vivos pero incompletos. De este nuevo mundo también participa la Argentina.
Después de los escarceos de los pioneros, en las décadas del 30 y el 40, la gran expansión de la industria plástica estalla en el país al levantarse en 1955 las medidas aduaneras que impedían la importación de equipos y materiales básicos. El jueves pasado, la Cámara que agrupa a las ochocientas empresas vinculadas con este decisivo sector de la economía nacional cumplió veinte años. Era, sin duda, algo más que una fecha.
PRIMERA PLANA entendió que era: también un símbolo, un índice de la Argentina privada que crece, de su pujanza, de su urgencia por convocar el porvenir, A mediados de noviembre, cuatro redactores recibieron una orden abrumadora: hacer un reportaje a los fabricantes y transformadores del plástico, trazar su historia, evaluar sus posibilidades, revelar sus proyectos.
Al cabo de esa campaña, se reunieron varios centenares de carillas mecanografiadas, seis gruesos tomos de bibliografía accesoria e innumerables ejemplares de revistas técnicas. Todo eso fue compilado, organizado y reducido a lo esencial para brindarlo con responsabilidad y calidez, para convertirlo en una visión coherente e incisiva. En las páginas 58 a 74 se puede juzgar si los investigadores Carlos Hirsch, Sergio Morero y Mario Sekiguchi, y el escritor Carlos Villar Araujo cumplieron con su misión.
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Para no desatender el resto de la información, hemos agregado 16 páginas a nuestro volumen habitual. Ninguna sección quedó fuera, ningún tema de trascendencia, desde los vaivenes políticos hasta la muerte de Francisco Canaro, desde la elección del presidente italiano basta el insólito espectáculo del vivo-dito. Se publican, además, tres curiosos materiales: un análisis de la apertura de la Iglesia Católica y de la personalidad de su Pontífice, firmado por Emmet John Hughes (pág. 40); los vaticinios de un grupo de especialistas sobre la economía argentina en 1965 (76), y un examen de la magra realidad financiera del fútbol profesional (83-84).
Feliz Navidad.
EL DIRECTOR
22 de diciembre de 1964

 

 

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