CARTA AL LECTOR
Meses atrás se formalizó, en Buenos Aires, un elogiable
acuerdo:, el ministerio de Relaciones Exteriores aceptó
enviar a las embajadas y consulados argentinos, de manera
estable, publicaciones provistas sin cargo por las empresas
afiliadas a la Asociación de Editores de Revistas. El jueves
pasado, en el Salón Verde del Palacio San Martín, se
formalizó el intercambio: un simbólico paquete, atado con
una cinta celeste y blanca, quedó en manos de las
autoridades. Dentro de ese paquete, sin embargo, no había
ningún ejemplar de PRIMERA PLANA.
La selección de las publicaciones, por deferencia, se confió
al ministerio; y el ministerio decidió proscribir la única
revista que informa, con la mayor periodicidad, sobre la
actualidad local. Prefirió que en el extranjero no se sepa
de nuestro país, apenas que se lo intuya.
Naturalmente, la cancillería no brindó una explicación
documentada del criterio aplicado para excluir a PRIMERA
PLANA. Se sirvió de comunicaciones marginales: "PRIMERAPLANA
no va porque ataca al gobierno", dijo un funcionario del
Palacio San Martín a un representante de la Asociación de
Editores, Era la única explicación posible; pues de haberse
empleado cualquier patrón periodístico —como indicaba la
lógica—, esta revista debió ser colocada no sólo dentro del
paquete atado con la cinta celeste y blanca: al tope de ese
paquete.
Quizá el ministerio de Relaciones Exteriores olvidó que sus
embajadas y consulados y los sueldos de sus altos y bajos
empleados son pagados, en una proporción nada despreciable,
por los lectores, los avisadores y el personal de PRIMERA
PLANA, Olvidó, tal vez, que con su actitud ejercía una nueva
y sigilosa forma de la censura de prensa, prohibida por la
Constitución. Y olvidó, también, que el ministerio pertenece
a la Nación, no a un partido político o a un grupo de
hombres a quienes se designa para que, durante un lapso
determinado, velen por el presente y el porvenir de millones
de habitantes y promuevan, fuera de las fronteras, una
imagen coherente de lo que esos millones construyen. En el
caso que reseñamos, la situación se vuelve más ridícula al
pensar que, desde el 12 de octubre de 1963, el grupo
gobernante lo hace por la voluntad del 20 por ciento del
electorado y la resignación del otro 80 por ciento.
Como PRIMERA PLANA recuerda tales antecedentes
fundamentales, a partir de este número llegará a las
embajadas y consulados por su cuenta para señalar, una vez
úiás, que sus páginas no atacan, critican; no se ensañan,
juzgan. Y, en cuanto al gobierno, que cree en el diálogo.
Dos ejemplos al azar: el espacio que concedió en agosto
último al propio canciller, el que ahora otorga al titular
de Economía.
Hasta el martes próximo.
EL DIRECTOR
DIRECTOR • EDITOR VICTORIO I. & DALLE NOGARE
1º DE DICIEMBRE DE 1964
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