Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Primera Plana

CARTA AL LECTOR
"El tiempo que destruye es el tiempo que preserva." La frase del inglés John Donne, escrita en el siglo XVII, parece pensada para los días que corren; en su presunta paradoja arde tanta verdad como agudeza metafísica. Al investigar y describir la realidad, el periodista descubre que todo cuanto el tiempo más se empeña en destrozar, lo sobrevive. Una lista de los grandes acontecimientos estallados entre noviembre de 1962 y noviembre de 1964, daría la razón al religioso Donne: desde el asesinato de Kennedy —el primer rostro que cubrió las tapas de PRIMERA PLANA—, repudiado por las recientes elecciones norteamericanas, hasta el triunfo de la línea renovadora de Juan XXIII, consolidada en la tercera reunión del Concilio Ecuménico, otra de las portadas de esta revista.
Ahora, al inaugurar su tercer año de actividades, quienes hacen PRIMERA PLANA tienen presente una premisa tan valedera como la que los conduce, semana a semana, a sumergirse en los laberintos del tiempo que destruye y preserva. Más que premisa, certidumbre dura de capturar pero fructíferas la de que son los hombres quienes digitan la historia y no al revés, y que quizá como nunca antes esa tarea se cumple hoy en las tribunas de la política o en el caballete de los pintores.
Es una suma, un bosque al que no ocultan sus árboles, el coro que nadie puede dejar de escuchar, menos aún quienes intentan reconocer sus voces y descifrarlas. Cuando PRIMERA PLANA albergó en su portada, veinte días atrás, al narrador Julio Cortázar, sabía que no era un riesgo quebrar la tradición argentina según la cual el periodismo sólo constituye un eco rutinario de los hechos, no una llamada de atención. Aquel número, las cifras lo probaron después, no modificó el nivel de ventas. Los 200.000 lectores de PRIMERA PLANA han aprendido, junto a quienes para ellos redactan estas columnas, que ninguna zona de la actividad humana debe descuidarse, que el mundo lo comparten Harold Wilson y Federico Fellini. El trasegado concepto de la revista política, donde los demás temas se tocaban por encima y sin fervor, se desmoronó hace media centuria en el exterior y está ya superado en nuestro país. No es un desplante, sino una evidencia, decir que PRIMERA PLANA fue el artífice de esa superación. El vasto espacio concedido a materias generalmente despreciadas como libros o medicina, el aporte de humor y comentarios firmados, los servicios de prestigiosas publicaciones internacionales, el envío intermitente de corresponsales al corazón de cada evento, marcan el modo elegido para cubrir las páginas. Pero atestiguan, además, el modo elegido para convertir al periodismo en un estado de ánimo, un vínculo, una comunicación cálida entre habitantes de una misma y maravillosa aventura.
Recorrer esta ruta poco transitada, advertir que la espontaneidad beneficia y la improvisación deteriora, ha sido obra de estos dos años y lo seguirá siendo en los venideros. Los resultados se palpan, sin pausa, en la lluvia de cartas, en las llamadas telefónicas, en el visible circuito de afinidades que comienza un lunes, ante las máquinas de escribir, y se cierra otro lunes, en los quioscos de la Capital y las provincias y de muchas ciudades extranjeras. Suele palparse, a veces, en la cordialidad y los elogios que directivos de L'Express y Newsweek (con la cual acaba de renovarse el contrato de suministro de material informativo) brindaron, días pasados, en Nueva York y París, a los representantes de esta revista. Si es fundamental, para PRIMERA PLANA ser una publicación argentina, lo es porque así trasciende las fronteras.
El Nº 106, puerta del tercer año es un símbolo más del compromiso que PRIMERA PLANA asumió el 13 de noviembre de 1962, a volcarse en calles y casas. Un compromiso hecho de seriedad y auto crítica, de conciencia y adultez, de perseverancia y humildad, Haber llegado hasta aquí y continuar quizá sean las mejores pruebas de que no nos equivocamos al preferir la reflexión a la impaciencia.
Hasta el martes próximo.
EL DIRECTOR
17 de noviembre de 1964
DIRECTOR - EDITOR VICTORIO I. S. DALLE NOGARE
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