Chica de la tapa: Juanita Bullrich
DETRAS DE LA ESCENA
Es una suerte estar en la profesión, en esta profesión de
periodista. El hecho de tener que hacer GENTE, por ejemplo,
le exigió a uno de los nuestros —Emilio Giménez Zapiola—
unir, enfrentar, hacerlos hablar hasta llegar al tono subido
de una polémica, a TODA UNA FAMILIA. La idea era meternos
—realmente meternos— dentro de una familia compuesta por
hombres y mujeres con edad suficiente como para vibrar ante
todos los estímulos que la vida de hoy nos pone frente a los
sentidos, la conciencia, gustos y pasiones. En apariencia,
una nota fácil, en realidad algo muy difícil, tan difícil
"como barrer una escalera para arriba", como dice nuestro
balcarceño coleccionista de dichos camperos, Robertson Abel
Díaz, La dificultad está en llegar a romper el hielo. Cosa
que sucedió, porque los González Victorica tenían dentro de
sí mil cosas para decir, unas ganas saludables para discutir
y porque la misma madre lo reconoció, "el hecho de que
estuvieran ustedes (refiriéndose a los hombres de GENTE)
hizo que todos nos forzáramos a decir más de lo que la
costumbre nos exige". Hasta tal punto se produjo la
intercomunicación que por momentos los sectores acaudillados
por Ferni (19 años) por un lado y Ricardo (24), por otro,
subieron de tono sus arrebatos, se pelearon (al estilo de
las mejores familias, y en esto no hay chiste) y demostraron
(por favor, remítanse ai diálogo de la nota) que Cada
familia es un mundo (por favor, nada de endilgarnos
etiquetas como fabricantes de frases hechas). Lo que se
vivió fue directa y puramente un diálogo vivo. Y GENTE no
perdió tiempo ni se intercaló gratuitamente: dio
sencillamente el diálogo vivo. Porque no hay nada mejor.
Cuando al comenzar estas líneas decimos que es una suerte
estar en esta profesión fue porque ella nos permite entrar
debajo de la piel de toda una famiiia o bien la charla
larga, intimista, en la que cada pestañeo, movimiento de
manos o silencio tiene su importancia, El mismo Giménez
Zapiola vivió ambas experiencias y las dos, bien opuestas,
están en este ejemplar de GENTE: la de la familia que se
abre a los temas del HOY y la conversación densa que dio
motivo a la nota-reportaje de Thelma Biral. Son las delicias
del periodismo. Y hoy no entramos al tema de las contra
delicias. Nos quedamos "sin pasar al fondo". Porque, claro,
siempre hay un fondo.
No está —desde hace unos días— con nosotros Renée Sallas.
Inquieta, buscatemas y haciendo alarde sonriente de sus
logros periodísticos, la extrañamos en nuestra cotidiana
fábrica de material de lectura. Está en los Estados Unidos.
Fue con un par de objetivos. Los podríamos adelantar, pero
si lo hacemos correríamos el riesgo de explicar después —si
es que algo no se concreta— por qué no los logró. Y como
nuestros errores no son pocos... ¿Para qué sobrecargarlos
con promesas que después no se cumplen? Baste por ahora la
información de que Renée está buceando para ustedes.
El viernes a las ocho y media de la noche se decidió: hay
que viajar a Mar del Plata para hacer una indagación de la
desaparición de un joven y acaudalado industrial. Rodolfo
Braceli y el fotógrafo Juan José Pérez, partieron a las
cinco de la mañana del sábado. Luego de trabajar arduamente
para reconstruir el extraño caso retornaron el domingo a la
tarde, en la camioneta de GENTE. Una hora antes de la vuelta
a Buenos Aires, el chofer le sacó esta foto a Braceli y a
Pérez. En ese momento los dos pensaban en una sola cosa:
llegar, darse un baño y dormir. Pero al joven Pérez lo
esperaba una sorpresa: el secuestro del cónsul inglés.
Enterado de la noticia, de inmediato se ofreció: "Ya que
estoy aquí, si quieren sigo". No sólo queríamos sino que
necesitábamos que de inmediato partiera. Tomó el bolso,
renovó su ropa y salió con Mario Mactas rumbo a Rosario,
olvidándose de todo su sueño acumulado, dispuesto a beber la
noticia, a vivir los acontecimientos que a cada momento nos
depara esta profesión de periodistas.
Revista Gente y la Actualidad
27.05.1971
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