Revista Gente y la Actualidad
05.10.1972
El número anterior fue una sucesión de "primeras veces".
Este, una sucesión de sorpresas. La primera fue doble.
Alberto Oliva, en Nueva York, consiguió un reportaje íntimo
y exclusivo a uno de los personajes que el periodismo
mundial considera entre los "imposibles": el campeón mundial
de ajedrez Bobby Fischer. Sorpresa grande para nosotros
porque pensábamos que después de nuestro viaje a Islandia no
volveríamos a toparnos con Bobby. Y sorpresa para Oliva,
porque el campeón norteamericano le habló en lunfardo (dijo
"chanta", "piola"), le confesó que sólo usa zapatos y ropa
argentinos, y añoró mucho, mucho, nuestra comida y nuestra
ciudad. Tanto que Oliva nos escribió en una carta aparte:
"Fue toda una sorpresa. El monstruo del ajedrez es un
porteño por adopción".
La segunda —o tercera-— sorpresa nos hizo poner muy anchos.
Después de muchos días de persecución, Luis Más consiguió
entrevistar al embajador chino, uno de los personajes más
notables de la semana. Fue un diálogo fresco, amable, en
plena calle. Pero eso está en la nota. Lo otro, la anécdota
que nos importa, ocurrió al principio, cuando Más se
presentó y le dijo que era de la revista GENTE. El embajador
sonrió y le contestó: "Oh... GENTE... People Magazine..."
Evidentemente este hombre que vino del otro extremo del
mundo conocía bien nuestra revista. El episodio, por sí
solo, ahorra cualquier estudio o consideración acerca de
nuestra penetración como medio periodístico.
La otra sorpresa fue una especie de alegre invasión. Cuando
menos lo esperábamos, en medio de una tarde de intenso
trabajo, aparecieron dos "periodistas" y nos ametrallaron a
preguntas. Llevaban gorras y alpargatas y hablaban
comiéndose las eses, pero no dudamos de su "oficio". Claro,
porque eran nada menos que Minguito y El Preso, redactor y
fotógrafo de "La Voz del Rioba", uno de los grandes hits de
la televisión. El papel de entrevistados lo hicimos lo mejor
que pudimos, pero las estrellas indiscutibles fueron ellos.
Y además nos hicieron pasar una tarde muy divertida.
Pero todavía nos esperaba otra sorpresa. Triste, por cierto.
Durante mucho tiempo Emilio Giménez Zapiola había propuesto
hacerle una nota a Alejandra Pizarnik, una. de las mejores
poetas argentinas de la década. El tema nos interesó
siempre, pero como tantos otros temas, sufrió las
postergaciones que impone la actualidad y el ritmo de la
revista. De pronto, el otro día, recibimos la noticia:
Alejandra, Pizarnik se había suicidado. Cuando el secretario
de redacción lo llamó para encargarle la nota, Emilio se
quedó helado. No había, tenido oportunidad de meterse en el
extraño mundo de la protagonista en vida, y ahora tenía que
escribir sobre su muerte.
Hasta la próxima
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