Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 


Revista Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
30.07.1973
AUMENTOS. Aunque ya se conocía, la ley 20.507, que establece un aumento general de sueldos de 200 pesos, no había sido promulgada. Con fecha 17 de julio, el Poder Ejecutivo la puso en vigencia.
ANASTASIA. El Ente de Calificación Cinematográfica —un organismo que se especializa en mutilar o directamente prohibir películas— parece volver a la buena senda. Una prueba de ello es el permiso otorgado para la exhibición de La betía, un film italiano que anteriormente había vetado como no apto para argentinos. Anastasia, sobrenombre que, cariñosamente, recibe la Censura, está quizá cansada de ser mala. Con todo, su buena voluntad no llega a extremos: media docena de excelentes películas duermen —todavía— el sueño de la interdicción en sus latas plateadas.
NIDO DE RATAS.
El Departamento de Policía Municipal de Buenos Aires ha iniciado una campaña tendiente a desinfectar a un buen número de hoteles y pensiones que no ofrecen a sus huéspedes condiciones elementales de higiene y comodidad, y que, sin embargo, mantienen tarifas de establecimientos de categoría. Suciedad, moblajes desvencijados y hasta alguna que otra rata fue lo que encontraron los funcionarios en esos albergues ubicados, en su mayor parte, en céntricas zonas de la Capital Federal.
PRECIOS. Una nueva lista de precios máximos —alcanza a 60 productos— ha sido decretada por a Subsecretaría de Comercio Interior. La medida, que pone coto a aumentos experimentados en el arroz, fideos, harinas, azúcar y fiambres, entre otros alimentos, se toma por considerar que merecen un precio protegido porque son "de consumo generalizado e indudable incidencia en la economía familiar".
BIEN COMIDOS. Según un informe de las Naciones Unidas, luego de Australia y de Nueva Zelandia, cuyas poblaciones son las mejor aumentadas del mundo, la Argentina ocupa el tercer lugar. Pese a la carestía de la vida, y a la escasez de combustibles, el dato es algo positivo para contabilizar.

MEMORANDUM:
DE POR QUE EN SIETE DIAS MUCHOS VAN A EXTRAÑAR A ALGUIEN QUE SE VA Y QUE DEJA POR LO MENOS TRES VACIOS DIFICILES DE LLENAR.
Salvo que en los talleres gráficos se olviden de testar su nombre, ésta es la última edición en la cual aparece en e! staff Mario Bohoslavsky como jefe de Redacción. No es que haya sido trasferido a otro cargo, sino que —como es frecuente en el oficio— decidió irse a trabajar a otra publicación. Quizás una de las mayores injusticias de la profesión resida en que cuanto mayor es su responsabilidad, con menos frecuencia aparece el nombre de los periodistas al pie de las notas; a causa de eso, quizás el nombre de Mario Roberto Cachalote Sohoslavsky (34, casado, bahiense, licenciado en Cinematografía y ex estudiante avanzado del doctorado en Física) sea, para los lectores de Siete Días, menos conocido de lo que merece. A lo sumo algunos chistes referidos a su contundente humanidad (1,83 metros, 120 kilos y hay que verlo comer parrillada) pueden haber acercado al público algo de su personalidad extraprofesional; faltaría, para apuntar al menos sus datos mínimos, decir que es hincha de Vélez Sársfield, aficionado al turf ("Pero sólo cuando hay buen tiempo", asegura), fanático del mochilerismo y de todo lo que tenga que ver con el mar —desde la pesca de superficie o la náutica hasta el buceo autónomo—, admirador de Camus, Hemingway y Onetti (de éste dice que escribió el único cuento "objetivamente insuperable" de ia lengua castellana: Historia del caballero de la rosa y de la virgen
encinta que llegó de Liliput), "nacionalista de Perón" (una definición política que sólo él entiende), trasnochador y gregario, provinciano y taurino, sentimental y científico. Profesionalmente se inició como "cronista de policiales, lotería y meteorológicas" en Gaceta de la Tarde (un vespertino platense, al que ingresó a principios de 1964) y fue redactor de Primera Plana y secretario de Redacción de Panorama antes de afincarse en Siete Días, en una época en la que junto con Rozenmacher, Jaunarena y Ananía completaba una "línea de cuatro" risueña y demoledora. Pero todo eso es historia: ahora sólo cabe desearle buena suerte, confiar en el reencuentro, cargarlo por última vez con lo de la gordura (va en el título de este Memorándum) y agradecerle sus rezongos y sus afanes durante seis años en los que fue muy grato trabajar junto a él.

 

 

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