Revista Gente y la Actualidad
22.05.1969
Chica de la tapa: Cristina
LAS REVISTAS CASTIGADAS
Es conciencia en altas esferas del Gobierno —por lo menos en
el ámbito de Economía— Que existe en el país una sola
Industria Argentina aue carece de todo beneficio y
protección frente a la producción extranjera: la Industria
Editorial.
Cuando en marzo de 1967 se desvalorizó nuestra moneda, el
ministro de Economía y Trabajo, doctor Krieger Vasena,
manifestó: "Debe terminarse con la «aberración» que
significan los recargos a las materias primas para productos
que terminados entran libres de derechos; esto es
incomprensible, pues equivale a una protección a la
producción extranjera".
La Industria Editorial soporta esta "aberración", y pese a
lo contundente de la afirmación del señor ministro, a más de
dos años no sólo no se corrigió la situación sino que en tan
amplio período el doctor Krieger Vasena nunca dispuso de un
mínimo de tiempo para conceder una audiencia a la Asociación
Argentina de Editores de Revistas a fin de tratar sobre el
tema, pese a reiteradas peticiones.
A lo largo del tiempo, el conocimiento de esta especial
situación de la actividad editorial (que soporta la
competencia de publicaciones foráneas que entran libres de
recargos con el agravante de pagar recargos de importación
sobre parte de su materia prima) ha llevado a todos los
gobiernos a la convicción de promulgar una ley de Fomento
Editorial.
Durante el gobierno de la Revolución Argentina se comenzó el
estudio en el ámbito de la Secretaría de Prensa, luego pasó
a Economía, para volver posteriormente a la Secretaría de
Difusión y Turismo. Aquí se creó un grupo de trabajo formado
por representantes de la actividad, que sesionaron con la
presencia del doctor Federico Frischknecht, y que al cabo de
un tiempo articuló un proyecto, que tampoco pasó de esto,
pese a la expresa manifestación del señor Presidente de que
el mismo debería estar terminado en octubre de 1968.
Ultimamente se consideró el proyecto en el ámbito de
Economía, concretamente en la Secretaría del doctor Peyceré,
donde se estima se ha dado término a su confección. Los
beneficios de esta ley serían muy reducidos en comparación
con los que proyectaban los intentos anteriores.
Empero, no es esto lo que hoy nos preocupa. Sumándose a esta
frustración crónica de los editores; en materia de recargos,
nos inquieta ahora que se afirme que se dispondrá un nuevo
recargo que gravará la importación de papel diario,
fundamental materia prima de la actividad y que no se
produce en el país.
Los motivos serian la necesidad de instalar en la Argentina
una fábrica de papel diario.
El plan en gestación contiene una novedad.
A través de este recargo el Estado se capitalizaría a fin de
intervenir en la fábrica de papel con el 49 % de su capital.
No se niega la necesidad de contar con una industria para
disponer en la Argentina de tan fundamental producto sin
depender enteramente de los mercados extranjeros. Los
Editores de Revistas siempre han compartido tan ponderable
propósito, colaborando en todas las oportunidades. Pero lo
que no es razonable es que los capitales que se formen a
través de los nuevos gravámenes queden en manos del Estado.
El capital aportado por consumidores debería ser
capitalizado por ellos y no por el Gobierno.
En tal sentido, editores de revistas han expresado su deseo
de que, de establecerse un recargo a la importación, se
disponga automáticamente la posibilidad de obtener su total
reintegro en acciones de la nueva fábrica a construir.
En esta forma no cabrían dudas: se generaría la formación
del capital necesario; la instalación de la fábrica sería
una realidad en manos de los propios consumidores
interesados; no se aumentarían los costos de las
publicaciones argentinas, aumentos que indefectiblemente
repercutirían sensiblemente en los precios, lo que a su vez
las pondría en mayor desventaja frente a las revistas
extranjeras, que día a día ven facilitada su penetración en
el mercado nacional gracias a la "aberración" puntualizada
anteriormente.
Si el Estado quiere realmente que se instale una industria
básica fundamental, es aceptable que facilite su concreción
y aun que la fuerce; pero resulta inadmisible que pretenda
capitalizarse en perjuicio de la única Industria Nacional
que no goza de beneficio o protección alguna.
Es de esperar que las más altas autoridades del Gobierno
reflexionen y reconsideren su posición, facilitando el
diálogo con los interesados y afectados, que hasta ahora se
efectuó, pero de manera insuficiente.
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