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Revista Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
18.10.1971
En este número
Normalmente, y aunque mil acontecimientos sorpresivos alteren todo cálculo, la redacción de SIETE DIAS maneja la información según ciertas pautas, tendientes a armonizar la producción de notas "normales" con la cobertura ágil y eficiente de hechos del todo imprevisibles. Dentro de ese esquema operativo, varios días antes del cierre de la edición ya es posible anticipar qué notas conformarán el número, salvo varias páginas destinadas a la información-sorpresa de último momento. Por eso, sucesos como el levantamiento militar del viernes 8 exigen siempre una movilización de recursos fuera de lo común: no es exagerado decir que desde el mediodía del viernes hasta el sábado a la noche, también el personal de SIETE DIAS estuvo acuartelado.
La primera medida en la emergencia, claro, fue cubrir los acontecimientos en los lugares en que se producían: antes de las 17 horas del viernes —y con el consabido cepillo de dientes en el portafolios como único equipaje— el redactor Alejandro Marti y los fotógrafos Daniel León y Eduardo Nuñes se encontraban ya a casi 100 kilómetros de Buenos Aires, en la ruta 3, con rumbo a las ciudades de Azul y Olavarría, asiento de las principales unidades sublevadas. Una vez en el teatro de los hechos, los periodistas de SIETE DIAS debieron multiplicarse para reportear telefónicamente al teniente coronel Fernando Amadeo de Baldrich —segundo jefe del Regimiento 10 de Caballería Blindada con sede en Azul, que detonó la insurrección (en la foto, un blindado de esa unidad retorna a su cuartel)—; cubrir la conferencia de prensa convocada por el jefe del alzamiento y de aquella unidad, coronel Manuel Alejandro García; acompañar a las patrullas en su desplazamiento —desde su asiento hasta diversos objetivos militares—; recoger información producida por el bando rebelde (y, más tarde, también por las fuerzas gubernamentales); asistir, en fin, a los pormenores de un proceso vertiginoso, preñado de anécdotas mayores o minúsculas, a veces emotivas como fue el encuentro —presenciado por SIETE DIAS— entre el general Federico Mourglier (un jefe leal que actuó como "amable componedor", según sus propias palabras) y la hija de éste, casada con un oficial rebelde.
No fueron las únicas tareas que exigieron a Marti, León y Nuñes rapidez y sangre fría: la presunta presencia de un general de la Nación, de civil, en un auto particular y dirigiendo ostensiblemente el desplazamiento de las tropas insubordinadas por la ruta provincial 51, alertó a los enviados de la revista, que intentaron fotografiarlo, individualizarlo y cambiar algunas palabras con él; no lo consiguieron, y una brusca maniobra del misterioso auto —Dodge, beige, sin chapas— casi logró embestir a Marti, uno de los dos únicos testigos de tan enigmática presencia. El infirme se brinda a partir de la página 14.
Si esos acontecimientos exigieron la permanente atención del teniente general Lanusse, otros hechos, de muy distinta índole, lo privaron de todo descanso en los días siguientes: el sábado 9 se casó su hija Estela con el cantor Rimoldi Fraga (página 84); el miércoles 13 el presidente iniciaba su viaje por las costas del Pacífico, un periplo que lo llevó primero a Perú y luego a Chile (página 10 y siguientes).

 

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