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Revista Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
14.02.1972
EN ESTE NUMERO
Por experiencia, los redactores de SIETE DIAS saben que los ídolos populares son gente contradictoria: por demasiado ocupados, por demasiado comprometidos, por no tener ganas de asumir ningún compromiso, por responder a una imagen comercial, por estar aburridos de mostrar esa máscara y por otras mil razones, lo cierto es que el diálogo periodístico con los personajes que más concitan la adhesión de las masas depara la mar de sorpresas. La más notable, en los últimos tiempos, acaba de proporcionarla el juglar catalán Joan Manuel Serrat, quien la semana pasada dedicó a SIETE DIAS, en su suite del Alvear, algo más de dos horas. Desde luego, SIETE DIAS no tenía la menor intención de hacerle un reportaje complaciente ni de machacarlo con las preguntas que seguramente tendrían a flor de labios las decenas de chicas que en ese momento, penitentes, montaban guardia en la puerta. Básicamente, se trataba de rescatar los fundamentos del fenómeno Serrat, un suceso incuestionable, que nadie puede dejar de reconocer. El diálogo obedecía, pues, a la intención de aportar datos nuevos para un análisis que explicara al carismático Serrat en términos objetivos, sin rebusques frívolos. La nota que empieza en la página 10 responde tan exactamente a esas consignas que difícilmente pueda satisfacer a su enorme legión de suspirantes. Es que SIETE DIAS, por el predicamento que goza entre lectores adultos y poco proclives a idolatrías, no podía utilizar otro enfoque. Ahora bien, y volviendo al principio, el encuentro con Serrat se ajustó puntualmente a las leyes de juego: contradictorio, a menudo hierático, se diría que "harto de estar harto", contenido a extremos de no mostrar atisbos de humor, prodigó en cambio suficiente cúmulo de respuestas como para trazar la más minuciosa radiografía de su personalidad. La nota, en suma, se había logrado: ahora es posible saber quién es este parco, introvertido e irascible sembrador de delirios.

 

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