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Revista Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
10.07.1972
EN ESTE NUMERO
En la redacción de Siete Días a veces faltan sillas o pocilios de café (cuando algún redactor tiene que entrevistar a varias personas al mismo tiempo), líneas telefónicas libres (cada vez que se saturan los 20 canales externos del conmutador central), o fotógrafos como para cubrir los acontecimientos del día (no se sabe por qué, pero es rigurosamente exacto el aforismo según el cual "las cosas pasan siempre todas juntas y en el peor momento posible"). Lo único que nunca ha llegado a faltar es buen humor: en medio de un remolino de notas, viajes, reportajes y fotos, o en instantes de relativa calma (que redactores y diagramadores suelen aprovechar para trenzarse en furiosas partidas de ajedrez), la redacción no deja lugar a la solemnidad, excluye cuidadosamente todo atisbo de pompa y se solaza, en cambio, con la ironía, la broma bien armada y el chiste rápido acerca de los hechos cotidianos. A veces la nota que alguien está investigando o escribiendo da pie a la sonrisa, pero aun los que están trabajando en informes sobre temas nada risueños suelen hacer como los médicos, que a veces se inclinan al humor negro para poder mantenerse a distancia profesional de una tarea demasiado inquietante. Sea por lo que fuere, entre quienes hacen Siete Días el humor es una constante; esta semana las bromas estuvieron dirigidas a los redactores Luis Laplacette y Abel González y al jefe de redacción Mario Bohoslavsky (aludidos por su volumen físico en la nota sobre el Fat Power o Poder Gordo), al prosecretario Ricardo Cámara (un extraño personaje quiso hacerse pasar por él en varias provincias: ver Hechos y Protagonistas) y al equipo de la Edición Internacional: es que las ediciones impares del Siete Días local tiene varias páginas centrales en común con la versión latinoamericana, y entonces es común ver a los "internacionales", semana por medio, preocupados porque Siete Días no diga pomelos sino toronjas, ni colectivos sino autobuses y para nada tomacorrientes sino más bien contacto, un cuidado lógico pero que invita a la chanza.

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