Revista Siete Días Ilustrados
17.07.1972
EN ESTE NUMERO
¿Cómo imagina el lector la jornada de un periodista de Siete
Días? El contacto con decenas de personas que intentan
iniciarse en este complicado oficio a través de
colaboraciones free-lance (esto es: esporádicas, sin
continuidad) enseña que la mayor parte de los no-periodistas
tienen una imagen absolutamente idealizada —para bien o para
mal— del métier: hay quien cree que un redactor de revista
dispone de meses enteros para investigar un tema
determinado, y por otro lado no faltan quienes suponen que
los cronistas deben ser necesariamente solteros,
desarraigados y con vocación de suicidas. En verdad, ni
tanto ni tan poco: lo cierto es que los hombres de Siete
Días si se casan (dos terceras partes de casados contra una
tercera parte de solteros: un porcentaje bastante alto si se
considera que la edad promedio no supera los 30 años), no
disponen de tiempo libre en abundancia, sí corren de un lado
a otro del país, no soportan tantas penurias (usualmente),
sí se ven envueltos en mil aventuras insólitas, no tienen
personalidad ni aspecto de aventureros, sí necesitan saber
"un poco de todo" (todos tienen estudios secundarios
completos, y una media docena completaron también alguna
carrera universitaria), no son un puñado de exquisitos (el
equipo de fútbol de la revista suele propinar humillantes
derrotas a otros teams de aficionados), sí conocen la
Argentina de punta a punta y unos cuantos países de América
y Europa. No es cierto que el periodista de Siete Días es un
personaje de leyenda ni tampoco un pacífico, sedentario
burgués: sí, apenas (y no es poco), un profesional curioso,
inquieto, que no deja de rezongar de su oficio diciendo que
querría una vida más tranquila y que sin embargo vive
imaginando notas aun cuando está fuera de su trabajo. La
mayor gratificación que obtiene es la posibilidad de tener
un acceso directo a la realidad: los que confeccionaron la
presente edición, por ejemplo, tuvieron ocasión de conocer
personalmente y a través de largos diálogos al pianista de
jazz Lalo Schifrin (un argentino que triunfó en USA), al
psicoanalista Emilio Rodrigué (autor del libro en que se
basa el film Heroína), al músico Rodolfo Sciamarella
(creador de innumerables jingles políticos y de varias
canciones de gran éxito durante décadas), a los jóvenes
dirigentes de la Nueva Fuerza y a los integrantes de un
centro de genética que bregan por ayudar a la población a
evitar el riesgo de tener hijos defectuosos.
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