Revista Siete Días Ilustrados
18.09.1972
EN ESTE NUMERO
Forzosamente, una revista como Siete Días debe reunir en su
plantel a un conglomerado de temerarios, amigos del aire
libre, de la montaña, de la caza submarina. Lo curioso es
que el director no se esmeró en reclutarlos conociendo a
priori esa cualidad, ya que muchos no la poseían en el
momento de su ingreso. Parece más valedero suponer que la
propia identidad de la publicación permitió que afloraran
ciertas aptitudes, ciertas debilidades, y, para decirlo
rápidamente, el gusto por el periodismo épico. La historia
de Siete Días está moteada de "gestas" que suelen provocar
una elogiosa ponderación en los corrillos de prensa, y que
más frecuentemente desatan el saludable y estimulante
aplauso de los lectores. (Por principios la sección Correo
no publica aquellas cartas que sólo contienen alabanzas y
felicitaciones; y no es éste un excesivo acto de modestia;
es más bien la consecuencia del celo por reservar ese
espacio a los lectores que aportan más información o un
punto de vista opuesto —sobre determinado tema— al ofrecido
por la revista.) Lo cierto es que casi no pasa edición sin
que ese fervor por la aventura, esa pasión por redescubrir
la Argentina y el mundo, no queden registrados en sus
páginas; y tan cierto como eso es que dos de los hombres más
empeñosamente dedicados a producir ese tipo de material son
el secretario Francisco N. Juárez y el fotógrafo Mariolino
Castellazzo, trotamundos impenitentes, tenaces montañistas,
y, por lo tanto, muy proclives a flirtear con el peligro.
Ambos aparecen en la foto, ya que casualmente se cruzaron en
Bariloche la semana pasada: Juárez volvía a Buenos Aires con
la nota sobre el Campeonato Argentino de Esquí que aparece
en este número; Castellazzo se aprestaba a trasponer la
Cordillera rumbo a la Isla de Pascua, para documentar los
avances realizados en uno de los flamantes paraísos
turísticos de América latina.
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