Revista Siete Días Ilustrados
18.06.1973
POLICIA. Bastaron diez minutos de disertación del flamante
ministro del Interior, Esteban Justo José Righi —el lunes 4,
en el microcine del Departamento Central de la Policía
Federal— para que quedara la sensación de que algo había
cambiado profundamente —y/o que debería cambiar— en la
relación profesional y humana entre los custodios de la ley
y la población. Su insólita franqueza al aceptar en sus
conceptos un desprestigio de la institución, su cuidado en
no culpar a los hombres individuales de los males políticos,
y su precisión al definir la importancia de los derechos
individuales, sienta doctrina e implica un grave, positivo
compromiso del Ejecutivo. Se trascriben a continuación
párrafos de ese discurso:
• Es habitual llamar a los policías "guardianes del orden".
Así seguirá siendo. Pero lo que ha cambiado, profundamente,
es el orden que guardan. Y, en consecuencia, la forma de
hacerlo. Un orden injusto, un poder arbitrario impuesto por
la violencia, se guarda con la misma violencia que lo
originó. Un orden justo, respaldado por la voluntad masiva
de la ciudadanía se guarda con moderación y prudencia, con
respeto y sensibilidad humana.
• La función policial no será combatir esas manifestaciones
(refiriéndose a tensiones y conflictos). Sólo encauzarlas,
ponerles razonables límites, impedir desbordes. Los hombres
de la policía pueden sentirse aliviados; ahora nadie
pretende que de sus armas deba salir la solución de los
conflictos.
• La policía tendrá nuevas obligaciones ... [la de] no
reprimir los justos reclamos del pueblo; de respetar a todos
los ciudadanos, en cualquier ocasión y circunstancia; de
considerar inocente a todo ciudadano, mientras no se
demuestre lo contrario; de comportarse con humanidad,
inclusive frente al culpable.
• En la Argentina nadie será perseguido por razones
políticas; nadie será sometido a castigos o humillaciones
adicionales a la pena que la justicia imponga.
• Las reglas del juego han cambiado; ningún atropello será
consentido, ninguna vejación a un ser humano quedará sin
castigo. El pueblo ya no es el enemigo, sino él gran
protagonista; ésa es nuestra convicción y nuestra mejor
garantía. Seamos dignos de ella.
• Los hombres de la policía tendrán derecho a una
retribución que les permita vivir con dignidad; a una
vivienda que merezca ese nombre; a una efectiva protección
para sí y para sus familiares, en caso de incapacidad o
muerte. De esta forma serán acompañados por el afecto del
pueblo.
• Nuestra terapéutica es reconstruir, no reprimir.
MEMORANDUM:
De cómo la diferencia de opiniones, ejercida impunemente,
desata equívocos que conviene aclarar.
El director de una obra teatral que se representa
actualmente en Buenos Aires quiso saber la opinión del jefe
de Redacción de Siete Días. Mario Bohoslavsky, quien desde
luego había visto la pieza, le respondió que a su juicio era
bastante buena, tal vez una de las mejores actualmente en
cartel, y abundó en consideraciones (casi siempre elogiosas)
con respecto a los actores. El director preguntó entonces
cómo podía entenderse que la revista, en la sección Mirador,
haya publicado una crítica adversa, negándole a la obra y a
su puesta en escena los méritos que él acababa de
adjudicarle. Era, entendía, un contrasentido. Y como más de
una vez este equívoco fue señalado por hombres del
espectáculo, cuando fortuitamente se tropezaron con
representantes de la plana mayor de Siete Días, quizá
convenga de una buena vez precisar que la opinión de los
críticos especializados de la sección Mirador no representa
sino eso: su propio punto de vista, un criterio respetable,
avalado por su dedicación y experiencia profesional, pero no
necesariamente afín al criterio de sus jefes. Dos ejemplos:
el director cree que el film Juan Moreira merecía, por lo
menos, el mismo puntaje (en Cartelera de Buenos Aires, ver
página 91) que Los siete locos; Bohoslavsky hizo similar
reflexión con respecto a El señor Galíndez y el show de Nati
Mistral. Pero discrepancias son amores, y así se escribe el
periodismo.
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