Revista Siete Días Ilustrados
25.06.1973
20 DE JUNIO: DE AQUI EN ADELANTE
La llegada de Perón a la Argentina, su patria, puede ser
avizorada desde distintos ángulos: el de los opositores
recalcitrantes, convencidos de que se produce en un momento
inoportuno por la efervescencia que reina en el país (fruto
de la abrupta "descompresión" de las masas, según evaluó el
ministro del Interior), y que indujo a la toma de medios de
comunicación, de hospitales, entidades públicas —incluso la
Dirección de Parques— e institutos de enseñanza media y
facultades; el de los observadores más o menos
independientes, atribulados por la prodigalidad de motines
(como el de Olmos, la cárcel de encausados), cuya finalidad
concreta es la de sumar protestas, a veces pasibles de
apresuramiento, cuando no de oportunismo; el de los propios
—y flamantes— funcionarios del gobierno, precisados a
postergar el tratamiento de las cuestiones que inspiraron su
mandato para consagrarse a la dilucidación de ríspidos
problemas marginales, explicables sólo a través de la óptica
de quienes pretenden restañar su impaciencia de años a menos
de un mes de instaurado el nuevo régimen.
Desde luego, el gobierno —cuya dinámica de trabajo parece
hasta ahora inobjetable— se muestra empeñado en el
cumplimiento de su tarea, conforme al orden dé prioridades
enunciado en sus cartas programáticas, avaladas luego por 6
millones de electores. Ese espaldarazo resulta lo
suficientemente contundente como para suponer que los
desbordes sectoriales y, sobre todo, la puja entre las
tendencias que provoca un trágico desconcierto en José León
Suárez (el sábado 9, en homenaje a las víctimas de la
llamada Operación Masacre) merece, por parte de quienes
propiciaron tan enfrentamiento, un sereno compás de
meditación. El presidente Cámpora fue del todo explícito
cuando, en la entrevista que concedió a Siete Días (número
317), destacó que "el gobierno del pueblo va a hacer todo lo
que el pueblo necesita", pero que "los hombres no pueden
hacerse justicia por sí mismos sino a través del gobierno
que los representa". El propio Perón abundó, últimamente, en
expresiones de esa misma magnitud: aludiendo a las razones
de su caída en 1955, dijo que "no nos vencieron nuestros
enemigos externos ... Fueron las líneas de nuestro propio
poder las que defeccionaron" (Siete Días, número 311). Eh
suma, uno y otro reclaman una dosis extra de fe y
disciplina, esa serenidad que sólo es atributo de los
fuertes, para afrontar con éxito los ingentes problemas que
soporta la Argentina. Ergo, si los argentinos que ejercen
mayor o menor influencia sobre el cuerpo social (unos desde
la Casa Rosada, otros todavía en la semiclandestinidad) no
estrechan filas en torno a los objetivos comunes —que los
hay, y son los más importantes, los que monopolizan la
atención de una notoria mayoría—, la acción del gobierno se
verá injustamente perturbada, sufrirá demoras y
frustraciones. A menos de un mes de esta segunda etapa del
justicialismo en el poder, la propagación de esta clase de
obstáculos constituye una agresión gratuita y extemporánea,
ajena a la voluntad de quienes el 11 de marzo votaron por el
cambio, en paz, en libertad y sin revanchismo.
Desde siempre, Siete Días prefiere servir a sus lectores
reflejando sin tapujos la realidad contemporánea, con
objetividad y sin incurrir en complacencias. Así, fue la
única revista que decidió la publicación de ediciones extras
para trasuntar en toda su dramática crudeza las alternativas
del Cordobazo (29 de mayo de 1969) y el jubiloso y por
muchas razones Inquietante regreso de Perón, el viernes 17
de noviembre de 1972. En cumplimiento de esa consigna, que
rige a la revista, esta Dirección diagramó un vasto
operativo de trabajo encaminado a documentar los hechos
registrados el miércoles 20, puesto que —a criterio de los
responsables de esta publicación— resumen un acontecimiento
con escasos parangones en la vida nacional. Los resultados
de esa faena pueden apreciarse a partir de la página
siguiente, e incluyen (hasta las 23) los hitos fundamentales
de un proceso social y político que acaso signen a la
Argentina del siglo XX.
Por razones técnicas, estas líneas se escriben 48 horas
antes del momento previsto para el aterrizaje de Perón en
Ezeiza; por razones éticas —inspiradas en la perentoria
necesidad del entendimiento argentino— es oportuno reiterar
entonces el deseo de que Perón encuentre, ya en Ezeiza, a un
pueblo enfervorizado por la convicción de que todas las
condiciones están dadas para emprender el camino hacia su
grandeza. Definitivamente y con una energía exenta de
violencia.
Norberto Firpo
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