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Revista Siete Días Ilustrados 21.11.1975
carta Como
ya habrán podido apreciar los lectores, Siete Días acaba de operar
algunas transformaciones físicas: la búsqueda de una mayor
funcionalidad de su tamaño —una corriente inaugurada en Europa por
otras publicaciones de este tipo, como la alemana Stern y la
italiana Epoca— provee, de paso, sustanciales ventajas técnicas.
Ahora es posible acelerar el proceso Industrial mediante un más
dinámico ordenamiento de pliegos, una conveniencia que asegura
cierres más inmediatos y la posibilidad de que cada edición de la
revista recoja los temas de estricta actualidad. A nadie escapa
que esta obsesión del periodismo moderno está avalada por el
sentido común: en un mundo en que las distancias se acortan día a
día, y en el que los hechos se suceden con idéntica
vertiginosidad, resulta indispensable adoptar los mecanismos
idóneos para que un semanario de temas generales —es nuestro caso—
sea un mensajero testimonial rápido y eficiente. El módico cambio
de formato no sólo permite ganar en agilidad, también ofrece la
ventaja de incrementar el volumen de páginas a la medida de las
verdaderas necesidades. La oportunidad parecía propicia, en fin,
para remozar algunos criterios estéticos y editoriales; una
diagramación más flexible, nuevos caracteres para la presentación
de las secciones fijas, un contenido revitalizado por la
incorporación de textos literarios condensados (ver página 82, y
en el próximo número el best-seller Infierno en la torre, por
especial acuerdo de la editorial Pomaire), una dosis mayor de
notas de una página. Así, entonces, ahora sólo resta certificar
que estamos contribuyendo a nutrir la sólida personalidad de Siete
Días, taxativamente apreciada por los cientos de miles de lectores
de cada semana. EL DIRECTOR
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