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Carta Una Argentina en paz, próspera, unida por comunes ideales
de grandeza. Estos postulados, mancillados por sucesivas
frustraciones, por el tremendismo irracional de sectores negados
al debate civilizado, por un empobrecimiento galopante que ubicó a
nuestra moneda en el peor nivel de su historia, vuelven a ser
enarbolados a través de proclamas y enunciaciones: desde la semana
pasada, producido el pronunciamiento militar, la ciudadanía denota
un esperanzado respiro. Quienes invertimos las mayores energías en
nuestro trabajo, quienes lo realizarnos a sabiendas de que nada
anhelamos tanto como legarles un mundo mejor a nuestros hijos, la
firme expresión de un propósito tan trascendente (basado en el
bienestar general y en el respeto por la condición humana,
cláusulas imposibles de marginar en toda sociedad moderna y
progresista) compromete nuestra adhesión. El futuro habrá de
justificarnos si nuestra voluntad y nuestra honradez, ejercidas a
cada momento y en cada gesto, perseveran en el empeño de una
Argentina justa y saludable, sin rencores ni miedos, cuya
prosperidad pueda ser amasada con sudor antes de que con sangre o
lágrimas. Ese destino, que sintetiza nuestros mejores sueños, no
se abastece de slogans, reniega de la barbarie, desoye toda forma
de venalidad, no incuba revanchas. Por el contrario ese destino
florece tan simplemente como una espiga en un campo fértil
desbrozado de malezas. En tal sentido se orienta la esperanza que
recién nace. EL DIRECTOR (Norberto Firpo) Foto de la
portada: Mario Paganetti. Revista Siete Días Ilustrados
02.04.1976
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