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Tapas de revista
Revista Siete Días Ilustrados

Siete Días Ilustrados
02.07.1973
MEMORANDUM:
De cómo los ruegos de una nena llamada Mafalda obligan a una rauda zambullida en el archivo.
En las tiras habituales de las últimas cuatro semanas, Mafalda, su hermano y sus amigos ofrecieron abundantes pistas de que algo raro les estaba ocurriendo. Lo que pedían —encarecidamente— era tomarse un descanso, después de nueve años casi ininterrumpidos de repartir sonrisas y reflexiones a través de los fenecidos Primera Plana y El Mundo, y luego en Siete Días, a partir del número 60. Las insinuaciones lucubradas por Joaquín Quino Lavado, largamente charladas con el director, motivaron —como cabía esperar— un alud de cartas y llamados telefónicos, todos los cuales confluían en estas preguntas: ¿es que Mafalda deja Siete Días? En tal caso, ¿dónde se va? Una cierta procelosa maledicencia estalló en interpretaciones siempre antojadizas y descabelladas, pero tan persistentes que la simple —aunque cruda— verdad pareció una excusa más bien ingenua. Quino considera que su Mafalda necesita tomarse un descanso lo suficientemente amplio como para volver algún día con las ínfulas que la hicieron famosa en todo el mundo. Su creador exigía esa misma licencia y por eso, tras las charlas, los cabildeos y cumplir los adelantos del material que apareció en estas tres últimas ediciones, armó sus valijas y se fue de vacaciones. Cuando estas líneas estén en la calle, Quino estará de vuelta y habrá de decidir si el paréntesis ha sido ya bastante y cuáles son las nuevas ideas, que habrá de desarrollar siempre en Siete Días. Por lo tanto, agotado el stock de su tira, la página 80 de este número revive su primera entrega para la revista: del minucioso buceo en el archivo surgió la idea de que esa reedición constituía la prueba más significativa dé cuánto queremos a Mafalda y de lo bien dispuestos que estamos para perdonarle esta última travesura.

 

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