Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

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Tapas de revista
Revista Siete Días Ilustrados

Revista Siete Días Ilustrados
20.08.1973
MEMORANDUM
De cómo el anuncio de ciertos temas, y el olvido de otros, configura una quisquillosa arbitrariedad.
Guste o no, la costumbre (la tradición) ha hecho que las tapas conformen un estilo que está fuera de toda discusión. Hay lectores que siguen escribiendo para señalar que la imagen frívola, atrevida, picante que proveen las niñas allí instaladas no responde a las características intelectuales del contenido; que la revista no es frívola, que ni siquiera responde a las expectativas de un público dispuesto a "pasar el rato", interesado apenas en "ver figuritas". Notas como la del número de la semana pasada —"Jujuy: Una realidad escalofriante"— bastan para probar que esos lectores tienen, objetivamente, toda la razón del mundo. Pero (¡cuándo no!) también están los que interpretan que las chicas de la portada son un atractivo adicional imprescindible, una presentación jubilosa y estéticamente válida. La vez que Siete Días postergó a una señorita en beneficio de un personaje político o deportivo, o de un hecho que de pronto acaparó la atención pública, también arreciaron cartas de reproche: si Siete Días inventó esta clase de tapas, dicen, y si con ellas ha conseguido identificarse en toda América, ahora (mal que les pese) debe ser leal a su personalidad. Remanido y todo, el tema de las portadas es inacabable: el último retoque, el de sumariar los reportajes que integran la edición, responde a no pocas sugerencias en ese sentido. Ocurría que el criterio de selección de títulos para anunciar en tapa no congregaba al espectro de público que transita quioscos y adquiere el ejemplar sólo cuando descubre un ítem de su interés. Se supone, en fin, que la nueva fórmula contribuye a perfilar más nítidamente la verdadera imagen de Siete Días en beneficio de potenciales lectores todavía confundidos.

 

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