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Revista Siete Días Ilustrados
29.10.1973
MEMORANDUM:
De cómo la preocupación por definir a Siete Días puede convertirse
en un laberinto sin salida
A los lectores habituales de la revista, y aun a quienes no lo son
tanto, no les cabe la menor duda de que Siete Días es una de las
pocas publicaciones latinoamericanas abiertas a todos los temas, e
interesada en reflejarlos tal como son, sin aviesas
interpretaciones y sin falsos pudores. Generalmente, es esto lo
que los hombres de la redacción explican a los frecuentes curiosos
que, hasta asombrados, quieren saber los secretos (?) que
convierten a Siete Días en una revista tan seductora, tan
difundida y a la vez que goza de tanto prestigio. Por supuesto,
aquella definición es tan global que casi no dice nada: es
evidente que una edición no puede alojar (por el eterno asunto de
las limitaciones físicas) todos los hechos que conmueven,
encrespan o divierten a la opinión pública. Es aquí, entonces,
donde empiezan a funcionar algunos intrincados mecanismos
tendientes a mensurar la intensidad, color e índole de cada uno de
los temas en danza, a los efectos de proceder a una selección.
Como no se ha inventado un aparatito capaz de realizar esta tarea,
esa evaluación se borda a mano. Iniciado el debate, el plenario de
jefes sólo está seguro de dos cosas: que está prohibida la
indiferencia y que a la postre algo hay que decidir. Toda
definición sobre la personalidad de Siete Días (vertida para
satisfacción de colegas, maestros y alumnos de periodismo, de los
entrevistados y de aquellos lectores deseosos de visitar "la
cocina") debe, necesariamente, incluir esta acotación: si bien la
compleja estructura de Siete Días ha sido concebida para responder
a las inquietudes de un público inteligente, amplio y comprometido
con su tiempo, es un joven y bien ensamblado equipo de periodistas
(muchos de los cuales nacieron a la profesión aquí) quien infunde
a la revista el soplo de vitalidad, la frescura y la fuerza que
tanto dan que hablar
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