Mágicas Ruinas
crónicas del siglo pasado

 

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Año III Buenos Aires, 29 de junio de 1965 Nº 138
CARTA AL LECTOR __ Una pieza de Arnold Wesker, Raíces (una de cuyas escenas muestra la tapa de este número), cosecha en Buenos Airee su segundo año de éxitos; otra, Hablando de Jerusalen, va por el mismo camino; y una tercera, Sopa de pollo con Cebada, está por estrenarse. Wesker tiene compañía: Lutero, de John Osborne, sirvió para inaugurar una sala en la calle Florida; en el Colonial se representa Un pequeño dolor, de Harold Pinter; y en Paseo Colón e Independencia hay un escenario listo para The Knack, de Ann Jellicoe. Esta deslumbrante invasión inglesa se repite en todas las grandes ciudades de Occidente, de Nueva York a Milán, de Santiago de Chile a Oslo. Hay un teatro nuevo, y este acontecimiento se yergue como uno de los hitos culturales de la segunda mitad del siglo; para examinarlo, no basta conocer aquel rosario de obras, era obligatorio acercarse a sus artífices: con esa misión, Ernesto Schóó pasó 20 días en Gran Bretaña; su reportaje ocupa las páginas 48 a 52.
Del exterior, otros hombres de Primera Plana traían noticias: Julián Delgado, sobre el petróleo venezolano; Osiris Troiani, sobre el clima político de Paraguay, a cuatro meses de significativos comicios; y, desde Madrid, el corresponsal Armando R. Puente trasmitía un desconocido entretelen de la guerra dominicana. Tan desconocido como uno de los testimonios que se incluyen en "La historia del peronismo": el del general Eduardo Avalos, el militar que enfrentó a Perón en 1945 y casi produce un vuelco trascendental. Es la primera vez que Avalos, hoy de 73 años, habla sobre aquellos acontecimientos.
* * *
Meses atrás, un fotógrafo de Primera Plana fue expulsado de la Residencia de Olivos, por la esposa del Primer Magistrado; en noviembre de 1964, al formalizarse el envío a embajadas y consulados de un núcleo de publicaciones argentinas, la Cancillería excluyó a Primera Plana; varias fuentes oficiales nos niegan acceso e información, y la Casa de Gobierno sigue sin acreditar a nuestros reporteros. Por otra parte, en mayo pasado, desde Canal 7 de televisión —que controla el Estado— se lanzaron dos ataques sucesivos contra esta revista.
El martes último, las trabas se agravaron: un redactor político, mientras cumplía su labor, fue conducido por dos funcionarios policiales a Coordinación Federal. Allí debió dejar que revisaran sus apuntes y materiales profesionales, y sólo después de tan intempestiva indagación se le permitió retirarse. Esto sucedió 15 días después de que el Presidente Illia, dirigiéndose a periodistas, expresó: "Les deseo que gocen siempre en nuestra patria del ambiente de paz y tranquilidad necesario para desarrollar su tarea y exponer sus ideas. Con nosotros, no tengan dudas que lo tendrán en forma permanente." Hasta el martes próximo. EL DIRECTOR

 

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