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"Quédese, quédese, doctor. Usted tampoco se vaya. Dejen la puerta abierta." Campechano, acentuando deliberadamente su personalidad extravertida, Alberto Serú García (44 años, tres hijos) recibe en su despacho del Movimiento Popular Mendocino y procura que siempre haya testigos en sus reportajes. Su bufete de abogado ha quedado definitivamente en manos de dos socios (José Antonio Villanueva y José Alberto Bazán, también peronistas) "para que él pueda dedicarse de lleno a la política".
La residencia legal está fijada en Mendoza, donde vive con su mujer, María Rosa Yazlli, y los chicos (Graciela, Laura y Fernando Martín Gabina), pero su banca de Diputado nacional lo obliga a instalarse temporariamente en el tercer piso de Constitución al 1900, "un departamento que compré en Buenos Aires para estar cerca de todo aquello". "Aquello" significa el contacto regular con los vértices del peronismo, que Serú no descuida desde que la insurrección interna lo proyectara a primeros planos, en 1960, al fundar Tres Banderas en su provincia y repudiar así la abstención preconizada por Perón.
La desobediencia al "Líder" ("¡Soy el primer rebelde!", se jacta) y su postura concurrencista rindieron finalmente frutos. Con los primeros 50 mil votos obtenidos por Tres Banderas en 1960 gestionó la unificación con el Partido Blanco que capitaneaba Ítalo Cremaschi ("Le hablé por teléfono y lo convencí en seguida"), a través de una nueva sigla, el Movimiento Popular Mendocino, que ahora pisa los talones al poderoso Partido Demócrata. El MPM, cuya presidencia ejerce, lo ungió ahora candidato a Gobernador por el frente electoral pactado con el Partido Justicialista y Unión Popular.
Debajo de sus anteojos oscuros, apoyados en largas patillas, suele dibujarse una sonrisa ancha, jocosa; también flota una blusa deportiva. Practicó polo y equitación aunque las copas que se alinean sobre una repisa de su casa fueron ganadas en torneos de ajedrez. "Ahora —anota— juego sobre un tablero más apasionante: el país." El único hobby todavía indemne es la carpintería alternada con los tiernos cuidados que prodiga a su Citroen 2CV, "lo más barato que pude comprar". Serú es argentino pero nacido en Florencia donde por ser hijo del Cónsul fue nacionalizado automáticamente. Su padre, además de cargos diplomáticos, también recibió de los conservadores un nombramiento de juez. Sin embargo, los antecedentes políticos más valiosos los heredó de su tío abuelo Juan E. Serú, que integrara la primera fórmula conservadora que enfrentó a Yrigoyen en 1916, y también de su tío Gilberto Suárez Lago, Senador nacional y presidente del Partido Demócrata entre 1938 y 1942.
Tímidamente, Serú García se asomó por primera vez a la aventura política en junio de 1943, la tarde de la revolución, cuando acompañó a un hermano suyo que era capitán, hasta un regimiento alzado. Tenía 22 años y asistió azorado a la caída del gobierno nacional como quien espía por el ojo de la cerradura. Años después, mezclado ya entre los actores, trepó a una banca de Concejal y de allí a la legislatura provincial. El estallido de 1955 lo barrió abruptamente hasta una celda, prometió fusilarlo ("Como usted ve, no lo hicieron") y resolvió luego que la deportación a Chile sería el mejor antídoto contra su incurable manía de conspirar.
A orillas del Mapocho, en la misma clínica donde Jorge Antonio se reponía de su costosa y espectacular fuga, la mujer de Serú dio a luz su primera hija, Graciela ("Jorge tenía que ser su padrino y lo fue"). A fines de 1957 voló a Caracas a ver a Perón y un mes después, en vísperas de comicios presidenciales, quiso regresar a Mendoza amparado en una amnistía, pero su automóvil se despeñó en la cordillera y, en lugar de curarle las heridas, la policía volvió a detenerlo. "Aprovecharon para fraguar una orden de voto en blanco y meterla en mi valija. No dio resultado; Frondizi ganó igual con nuestros votos. Pero la tardía asistencia médica dejó sus huellas en mis huesos. Mucho no me preocupa, porque, como dice Izetta, soy el rengo más ligero del país."
Las elecciones parciales de 1962 le otorgaron una banca nacional que no pudo ocupar: "La primera vez que me eligen Diputado y resulta que me corren a sablazos por la calle". Cegado por los gases lacrimógenos, Serú resolvió volverse a Mendoza; al bajar del ómnibus, su mujer lo recompensaba con el nacimiento del primer hijo varón. Al año siguiente tornó a rebelarse contra el voto en blanco ordenado por Perón y reconquistó su escaño.
Entonces, regresó a Buenos Aires, y la prensa acuñó para él y otros disidentes el calificativo de "neoperonistas". Durante 20 meses, los dardos de la "ortodoxia" volvieron a rondar a Serú; pero en marzo de 1965 la propia "ortodoxia" iba a las urnas y triunfaba. El 2 de abril, en fin, el peronismo inició su cohesión interna al constituirse el bloque único de Diputados, en cuyo estado mayor figuraba Serú García.
De esa época data su acercamiento al sector vandorista y su respaldo a la conducción local, dos influencias que le permitieron cimentar su candidatura a Gobernador sobre bases aún más sólidas y diluir a su rival peronista, Ernesto Corvalán Nanclares. Las eternas desobediencias y su creciente amistad con Augusto Vandor le impidieron ser recibido por Perón en una visita a Madrid de la que regresó quince días atrás.
"Coincido con Vandor en que mientras algunos no esperan más que órdenes, nosotros creemos que el peronismo debe actuar solo, como un partido organizado", reveló con cierto fastidio a su regreso.
Los adversarios de Serú le reprochan falta de seriedad y un excesivo apetito electoralista. "Soy un ambicioso —confiesa con desparpajo—; en política hay que ser así." El Diputado Carlos Risso, presidente del bloque 'isabelista', le atribuye una inteligencia poco común: "Sé que es el principal asesor de Vandor, pero es uno de los hombres más capaces del peronismo. Y tiene una rara virtud: ser desprejuiciado". Según radicales y conservadores, la candidatura de Serú es menos potable para el electorado peronista que la de Corvalán Nanclares "porque no representa a la ortodoxia". Para destruir esa imagen, la semana pasada Serú comenzó a distribuir fotocopias de viejas declaraciones de Corvalán, donde reniega del acatamiento incondicional a Perón.
Cuando aparecieron los carteles prolijamente coloreados del PD y la UCRP, Serú ordenó que su partido se identificara con el azul y el amarillo de Boca Juniors ("Es la mitad más uno del país") y empezó a reclamar el aporte voluntario de los 30 mil afiliados al Movimiento Popular Mendocino.
Sin haber editado aún la plataforma, advirtió sobre los objetivos de su gobierno: "Incorporar a la clase obrera a un Estado moderno y organizado", y admitió los temores de un veto militar: "Confío en la línea legalista de las Fuerzas Armadas; ellas saben que el peronismo de esta provincia es pacífico y sabe gobernar". Para él no es correcto diferenciar a sus adversarios entre sí porque no es fácil distinguir a un radical de un conservador, "máxime en Mendoza, donde el radicalismo deriva del antipersonalismo, el antiyrigoyenismo y el antilencinismo".
Precisamente esa coincidencia es la que difícilmente pueda vulnerar en el colegio electoral, donde el PD y la UCRP presentarán un solo frente para impedir su consagración. "Un contubernio entre las mejores familias", según su propia definición.
revista primera plana 
22 de marzo 1966

 

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