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EMILIO JOFRE: LA BUENA TIERRA
Entonces rió y su risa alegre, pero seca, logró atenuar un momento el rumoreo vegetal de los grillos. Después, sus ojos pardos vagaron ausentes sobre la perspectiva infinita de los viñedos, midieron los términos de aquella heredad hasta los mismos faldeos del gigantesco Tupungato. El atardecer, como un pintor loco, se empeñaba en untar el paisaje con un rabioso verde esmeralda.
Al instante, Emilio Jofré (59 años, abogado y viñatero, casado con Angélica Suárez Civit, una hermana del Ministro Leopoldo Suárez; padre de una hija y abuelo de tres nietos) se halló enredado en una charla con su anfitrión, el bodeguero Domingo Catena, a quien un rato más tarde proclamaría candidato del Partido Demócrata a la Intendencia del lugar, la ciudad mendocina de Rivadavia. Cambiaban noticias sobre el valor del laboreo, el precio de los materiales y la bondad de ciertas nuevas cepas francesas: temas de interés para una nobleza campesina forjada en el culto de la tierra.
Un día más tarde, el aspirante conservador a la Gobernación de la provincia se topó nuevamente con Primera Plana; fue en su lujoso departamento de la capital, cuando sus manos desmadejaron las volutas de los muebles coloniales que adornan una de las salas ("me los regaló mi abuela cuando me recibí de abogado: ella los usaba en nuestra casona de la calle Rivadavia, aquí en Mendoza") y acariciaron una miniatura de Monvoisin, un esmalte inscripto en la tapa de un costurero que representa a la mujer de Facundo Quiroga ("antepasado de mi mujer, porque los Suárez son descendientes de Quiroga por la rama materna").
Con todo, según Jofré, los símbolos de la hidalguía —él mismo es un chozno de Juan Jofré, el fundador de San Juan— no han conseguido vulnerar su vocación democrática. "Mis comienzos fueron muy difíciles: mi padre fue un maestro rural que luego se recibió de abogado y llegó a ser Ministro de la provincia; cuando murió, yo tenía doce años y una viña de dos hectáreas. Hice muchos sacrificios para conseguir el titulo."
Tras el foro local pisó también la Universidad: profesor de Geografía en la Facultad de Ciencias Económicas de Cuyo, ejerció la cátedra hasta 1946, alternándola con la Subsecretaría de Gobierno, la Fiscalía de Estado de la provincia y la presidencia de la Caja de Jubilaciones y Pensiones. Hidalgo de gotera y péñola, se dedicó a la agricultura cuando el gobierno de Juan Perón lo despojó de sus cargos: "Me senté en el tractor y planté con mi mano los viñedos que hoy crecen en las propiedades mías y de mi mujer, en Lunlunta y La Consulta".
Quizá recién entonces echó raíces en el peculiar conservadurismo mendocino, cuyos orígenes suele destacar con fruición Carlos Aguinaga, el ideólogo del partido. Hacia el último cuarto del siglo pasado llegaban a Cuyo las primeras legiones de inmigrantes europeos: recogieron, baldía, la rica red de canales que construyeron los indios a partir del cacique Guaymaré, tres siglos antes; la adaptaron y mejoraron pero, básicamente, impusieron a la aristocracia local el sistema europeo de cultivo. "Cada inmigrante —recuerda Aguinaga— se comprometía a trabajar un predio: el arrendatario pagaba los materiales y entregaba al contratista un 18 por ciento de la producción final. Así, mientras los señoritos mendocinos regaban su dinero en París, los italianos y los canarios iban comprando poco a poco, y fraccionando, las grandes propiedades."
"Mendoza es un Estado socialista", se divierte, señalando, Aguinaga. Realmente, hay algo de cierto en tal afirmación; "El agua, la riqueza sin la cual Mendoza sería un yermo, es controlada por la Dirección de Irrigación, pero la administración de cada canal está en manos de los propios regantes, los usuarios, que anualmente eligen un consejo, un delegado y un inspector en cada hijuela".
Ahora, los 104 kilos de Jofré ("soy o terror de las balanzas", bromea) se yerguen desde el cumplido metro ochenta de su estatura para anunciar la coincidencia: hay 80 mil regantes y son 80 mil los votos que cosechó, término medio, el Partido Demócrata en sus cinco últimas elecciones.
Si los pequeños propietarios mendocinos imprimieron su sello a la economía local, fue esa economía la que conformó el estilo político de la provincia: hacia principios del,siglo, algunos hijos de italianos (como lo son Adolfo Vicchi y Catena) o vástagos de agricultores españoles, como Aguinaga, lograron instalarse en el gobierno del mecenas Emilio Civit (había comprado en París, en 1914 —de su peculio—, una magnífica reja que el sultán Abdul Hamild destinara a rodear su palacio en Estambul; el déspota fue desalojado por los jóvenes turcos y la obra de arte contornea hoy el Parque San Martín de Mendoza).
Fundidos, desalojados de la tierra, los viejos aristócratas se hicieron radicales —como los Suárez— o peronistas, como Julio Villanueva, Diputado nacional del Movimiento Popular Mendocino desde 1963 a 1965; los vignerons' asumieron hasta la llegada de Hipólito Yrigoyen en 1916 y luego de 1930, las más altas funciones públicas: "El sistema de administración del agua —dice Jofré— explica la firme veta democrática que aflora en todo mendocino; la labor de la viña, que se extiende constantemente a través de todo el año, lo induce a sostener administraciones estables, honestas, sin conmociones". Explica también el slogan de la campaña conservadora: "Siga con los gobiernos demócratas —reza—, Usted sabe que son buenos". Por eso, la bonhomía de Jofré se ha transformado para muchos mendocinos en un símbolo de la deseada estabilidad: "Somos antigolpistas ahora, como lo fuimos hace cuatro años; entonces propusimos a Arturo Frondizi un gobierno de coalición para superar la crisis. Ahora renovamos nuestra inquietud ante Arturo Illia". 
Es que, según los conservadores, la mejor táctica para enfrentar al peronismo se concibió en 1946: "El fracaso original de la Unión Democrática no fue más que eso, un primer fracaso. Nada indica que no deba volver a ponerse en práctica: el pacto entre conservadores y radicales en Mendoza hurta, sí, la Gobernación a los peronistas", expresa Jofré.
Si la revolución es el del peronismo, la continuidad es el programa de Jofré: a los canales, a los diques, a las escuelas y a los hospitales sembrados por el Gobernador saliente, el empresario Francisco Gabrielli (de las "Bodegas Gabrielli y Baldini"), Jofré piensa agregar un firme apoyo crediticio para la renovación de cepas, un impulso a la exportación de vinos y a las explotaciones frutícolas. "Pero gastaremos en forma prudente; no nos gusta empeñarnos en obras suntuosas que luego deben pagar los gobiernos sucesivos."
El dintel de la puerta; suele chirriar al paso de la criada: "Doctor, lo esperan en el escritorio". La mano de Jofré bombea hasta el cansancio la despedida: "Hasta pronto, y diga nomás que estamos triunfantes en toda la provincia".
revista primera plana
12/04/1966

 

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